Marcelo Guillermo Paier.
Avellaneda, Buenos Aires, 1962.
Arquitecto y escritor, cuenta con numerosas publicaciones en su haber: Verde pantano al atardecer (Ed. Croupier / Indiebooksen, 2024), Aldo1982 (Wu Wei), El lugar más feliz (Ed. Croupier), Sevigné y el regreso a la inocencia (777 ediciones), Una vez en la vida (Libros Absentha), bajo el seudónimo Pelmo Ricegaar. Además, ha participado en las antologías: Peces con alas (Ed. Croupier), P.I.E.L. (Absentha), Pequeña antología villera Versos y Relatos en la Villa 31. También ha participado en las tres ediciones de la revista cultural PIEL, siendo uno de los anfitriones de Radio Piel durante la pandemia, que reunió a poetas, escritores, editores y músicos de toda Hispanoamérica y que se emitía por uniendogente.com. En 2020 ha publicado Dos tipos audaces (Ser Seres Ed.), junto al escritor uruguayo Ariel Azor.

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Háblanos un poco de ti

Soy arquitecto de formación, y eso me marcó una forma de mirar: el detalle, el espacio, las proporciones, la belleza que puede surgir del caos. Pero la escritura apareció en mi vida como una catarsis, en medio de una crisis personal. Empecé a escribir para ordenar lo que no tenía orden, para ponerle palabras a lo que dolía y a lo que todavía no entendía.

Con el tiempo se volvió otra arquitectura, una más íntima: la de los personajes, las pasiones, los silencios.

Publiqué varias novelas, entre ellas Verde pantano al atardecer, Aldo 1982, El lugar más feliz y la saga erótica El juego del santuario y la espada, además de formar parte de antologías y proyectos colectivos.

Pero más allá de los títulos, escribo porque necesito hacerlo. Es mi modo de respirar cuando el mundo se vuelve demasiado ruidoso.

¿Qué podremos encontrar entre las páginas de Las crónicas del peronista errante?

El lector va a encontrar una novela que convierte la historia argentina en un viaje fantástico. Un peronista que atraviesa puertas del tiempo, desde Ezeiza hasta el siglo XIX, se cruza con Darwin, Maradona niño, y una cantante sueca que lo ama desde otro futuro. Es una travesía política, mística y emocional, donde cada salto temporal reescribe la identidad del país y la del propio protagonista.

Es un viaje por la historia argentina y también una parábola sobre el desencanto, el amor perdido y la obsesión por cambiar el destino. El lector se va a encontrar con una mezcla de vértigo, ironía y misticismo: una odisea donde el tiempo se dobla como un bandoneón.

Es una novela sobre lo que significa ser argentino en el tiempo. Fernando viaja por distintas épocas, pero en realidad busca entender quién es y de qué está hecho su país. El peronismo es apenas la puerta de entrada a una reflexión más profunda: cómo el pasado nos posee y cómo los sueños colectivos pueden convertirse en laberintos personales.

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

La potencia de Las crónicas del peronista errante no está sólo en su argumento —un hombre que viaja por la historia argentina a través de puertas del tiempo—, sino en la mirada con que se cuenta. Hay un doble narrador, un juego entre el cronista y el protagonista que hace dudar al lector si está frente a una confesión, un mito o una alucinación. Esa ambigüedad es su verdadero motor.

La novela transforma la historia argentina en un territorio fantástico: Ezeiza, un Boca-Argentinos Juniors, la Patagonia de Darwin, las invasiones inglesas o el encuentro con Maradona de pibe, son escenarios de una épica íntima donde la política, el amor y el tiempo se entrelazan. Pero bajo esa aventura desbordada hay algo más profundo: la emoción de lo perdido, la nostalgia por una patria y un amor que ya no existen.

En el fondo, su fuerza radica en eso: en convertir la memoria —personal y colectiva— en una búsqueda espiritual. El peronismo, los viajes y los portales del tiempo son apenas el disfraz de un anhelo más hondo: el deseo de encontrar, aunque sea por un instante, el lugar donde todo tuvo sentido.

¿Qué quieres transmitir a través de este libro?

Lo que quiero transmitir con Las crónicas del peronista errante es una mirada distinta sobre la historia. Los hechos son inobjetables, pero las versiones nunca lo son. Cada época fabrica su propio relato, y entre las voces oficiales y los discursos de turno siempre hay otras miles de miradas —anónimas, contradictorias, humanas— que quedan fuera del marco. Este libro intenta darles un lugar.

No busco reescribir la historia, sino mostrarla desde sus grietas, desde la perspectiva del que la vivió sin entender del todo lo que estaba viviendo. En mi caso, fui testigo de ese tiempo: el asesinato de un sindicalista, la guerra de Malvinas, episodios que conocí primero con los ojos de un niño y luego con los de un joven que podría haber estado en las islas, pero no estuvo por el azar de un sorteo.

Por eso el protagonista viaja en el tiempo: porque cada salto es una forma de revisar el pasado sin las certezas del presente. Las crónicas del peronista errante habla de eso: de cómo los relatos cambian, de cómo la memoria es una forma de ficción, y de cómo, al final, todos somos testigos de un tiempo que se nos escapa.

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

No tengo formación literaria; empecé a escribir como una forma de catarsis. Con el tiempo, mi estilo se fue puliendo, libro a libro. Hoy me siento más maduro, más consciente de las herramientas y de la voz que fui construyendo, pero la esencia sigue siendo la misma: una necesidad casi compulsiva de escribir. No escribía para publicar, sino por el placer —o la urgencia— de hacerlo. Y eso no cambió desde aquel primer día en que sentí que sólo escribiendo podía entender lo que me estaba pasando.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Es una buena pregunta, porque no tengo una respuesta del todo clara sobre qué estoy leyendo en verdad. Mis hijos me regalaron cuatro libros para mi cumpleaños y los voy leyendo en paralelo, alternando unos con otros, así que probablemente, cuando los termine, tenga una versión algo distorsionada de todos.

Los libros son Las malas, de Camila Sosa Villada; El gólem, de Gustav Meyrink; La isla del doctor Moreau, de H.G. Wells; y Frankenstein, de Mary Shelley.

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Sí. Tengo terminadas tres novelas inéditas. El arquitecto con escafandra y una chica llamada destino; Finisterre; y finalmente, Aldo se fue a la guerra.

Me encuentro escribiendo la segunda y tercera parte de Las crónicas del peronista errante; también me estoy terminando el tercer volumen de la novela, El juego del santuario y la espada y desde hace años escribo una novela que acaso nunca termine llamada Rapsodia Infernal.

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