Los únicos sonidos en el enmoquetado dormitorio eran los susurros. Pues, ¿qué otro lenguaje existe acaso durante la noche en un bello y noble lugar, que los susurros respetuosos del silencio? Ahí estaban ellos: los susurros del viento nocturno, que penetraba en la habitación desde la ventana abierta; los susurros del ondulatorio e hipnótico movimiento de las cortinas, casi imperceptibles al acariciar el aire; y los de la tranquila y relajada respiración del hombre de rostro encubierto que, subido al alféizar de la ventana, aspiraba el ambiente llenándose de él, tomando para sí todo lo posible de su armonía, pues más tarde ya no habría tiempo: la iba a destruir, como quien destruye un poema ahogando su último verso en un manchón de sangre.
El Asesino de la Rosa Blanca es un antihéroe, un asesino a sueldo sin nombre conocido solo por su título. Mata para castigarse y para soñar. Por cada asesinato obtiene un sueño y durante se sueño consigue escapar de sí mismo. Esta es su sangrienta historia.
Carlos G. Q. nació en Santander en 1991. Estudió dirección de cine y guion en Londres, donde realizó multitud de cortometrajes. Es director de arte y diseñador de juegos de mesa y de rol. Carlos se dedica a sincronizar el lanzamiento de sus proyectos con diferentes crisis mundiales para jugar a la vida en modo difícil. Es así que todos sus proyectos son un fracaso moderado, lo cual mantiene viva la llama de la ilusión dentro de él pero no le permite vivir de lo que hace. La rosa del asesino es su primera novela.