Quizás nacer en el pueblo de Media Luna muy cerca del mar, el destino me marcó para tener mi primera hija mirando al golfo de Manzanillo, la otra hija la tuve, mientras miraba el horizonte desde una zona habanera. Casi ocho años viví bajo el sol de Acapulco, y trece respirando el océano desde Miami. Parafraseando los versos de Lucio Estévez, un poeta amigo. ¡Tanto se parece el mar a mí! ¡Juro amarlo para siempre!
Estudié todos los grados, los primeros entre el mar y las aulas, no recuerdo dónde pasé más tiempo. Mi madre siempre asegurando que ella en persona me dejaba en la puerta del colegio, desconociendo que tenía un escondite para cambiarme de ropa, esperar el tren, llegar al viejo espigón y pasar las horas pescando, muchas de las veces sin agarrar nada. Era un adolescente cuando me interné en un instituto en La Habana, por tal de escapar al servicio militar, siendo el alumno que más tiempo permaneció para graduarse en Metrología, una carrera técnica, y no literaria que era la que añoraba. Me creo un experimento del sistema educacional cubano. Quise vincularme a la cultura, pero la carrera técnica me lo impedió de por vida. Ese sistema me obligó leer y escribir mucho por mi cuenta y en el tiempo no laborable interactué en los talleres literarios durante diez años, paralelamente estudiando en la universidad hasta graduarme de una licenciatura en economía. Una camisa de fuerza, que aprendí a sobrellevar.
Soy del criterio, que a todo aventurero le gusta leer las grandes aventuras. La poesía la reflejé desde la infancia, cuando aprendí marcar las cortezas de cada árbol que encontraba en el camino, y la escritura hasta tener la noción de que escribir las paredes de madera de mi casa, no era lo correcto. Escuchar la radio me ayudó mucho a desarrollar la imaginación, me levantaba con los cuentos y me dormía con música.
Además los eternos apagones en el país, y la falta de juguetes, me obligaban junto a mis primos, primas y los muchachos del barrio, a observar el cielo para ver quien descubría primero, los incipientes satélites y ver la estrella que más brillaba y la que menos lo hacía, también el movimiento de las mismas, asociado a las supersticiones y leyendas de las personas mayores de mi pueblo.
Luego de tantas horas en el mar, pasé muchas en las bibliotecas, la soledad fue un aliado para desarrollarme en el mundo de las letras, también el cine, las películas de corsarios y piratas, y toda aquella marejada de películas del viejo oeste, y las de samurais. Las vivencias y las lecturas forman a un escritor. Comencé como todos, devorando cada libro de los hermanos Grimm, Andersen, y por supuesto los de aventuras que fueron los primeros en pasar por mis manos, Verne, Salgari, Dumas, Oracio Quiroga,… hasta el Cantar de Mio Cid, luego los policíacos, casi todos, Conan Doyle, Agata, Raymond Chandler, y algunos españoles como Montalbán, y Paco Ignacio Taibo II. En poesía además de Martí, a Dulce María Loynaz, Peza, Nervo, Borges, Neruda, Nietzsche, Whitman…
Las grandes biografías desde Hitler, Mussolini, Stalin, hasta Ghandi.
Una buena parte de la literatura rusa, como la de Dostoyevski, Tolstoy y Chejov con sus “Dones apasibles”.
La novelística de, Cervantes, Kafka, Galdós, Hemingway, García Márquez, Isabel Allende, Coelho, pero independientemente de la ideología de la inmensa mayoría que he mencionado, la cual no comparto, aseguro que las novelas del cubano Alejo Carpentier, son las que más han influido en mí, fundamentalmente su estilo de como decir el contenido, como en Viaje a la semilla, El siglo de las luces, y demás. Así también el mexicano Carlos Fuentes, con su Aura.
El thriller, y la ficción mezclada a la historia, es el estilo literario que me caracteriza, por su estructura aristotélica, ligera, dinámica y expectante. Mi obra favorita no está publicada, y entre las que lo están, mi novela Ave María Habana.
Al mundo creo que lo vemos como lo vieron nuestros antepasados, en su espacio-tiempo, y los mismos peligros que los asechaban a ellos en cada momento, es igual proporcionalmente a la época que nos ha tocado vivir. Un mundo de alegrías, tristezas, dolores, y sobre todo viviendo en la absurda idea de pensar que nunca vamos a llegar a viejo, o que nunca vamos a morir. No es un mundo diferente, es el mismo mundo con distintas etapas de vida.
A parte de estar trabajando en algunas investigaciones históricas, tengo pensado concluir dos novelas que deseo reescribir, ambas históricas, una titulada Santísima Habana, ubicada en la época de la “Toma de La Habana por los ingleses”, y la otra, una novela negra relacionada con el robo del diamante del Capitolio habanero.