José Luis Madero Galán

 

Vivo en Torreón, México, en una zona que se llama «La Comarca Lagunera», cerca de una laguna que se secó hace décadas, pero el nombre es bonito; es como «La Comarca» de El Señor de los Anillos. Tengo veintiséis años y aunque no estoy casado aún, tengo novia.

Nací en Torreón, al norte de México en una zona donde al pasto se le llama «zacate» y a las hormigas «asqueles», y donde el calor me hace pensar que el Infierno debe ser un congelador. Estudié toda la primaria en el sistema Montessori, por lo que fui un alumno rebelde toda mi adolescencia cuando entré al sistema tradicional. No porque fuera grosero o problemático, sino porque todo lo que sé lo aprendí por mis propios medios, lo cual es lejos de lo que se esperaba de mí en las aulas. No era un niño convencional, pues solía estar solo en los recesos y los deportes nunca llamaron mi atención, por lo que desde muy pequeño me acerqué al arte (no me extraña por qué era el saco de boxeo de los bravucones). En primaria vendía mis dibujos en la escuela para costearme las frituras con premios de Pokémon y a los trece años me llamó la escritura, queriendo crear mis propias historias para no aburrirme en las vacaciones de verano, pues mi tan añorado Game Cube lo compartía con mi hermano; la escritura era para no tener que unir mis lunares con líneas para deshacerme del aburrimiento. Quise acercarme a la música a los catorce años, pero al tener la coordinación y agilidad de alguien con poliomielitis decidí regresar al dibujo como medio de entretenimiento, pero esta vez de una manera profesional. Terminando el bachillerato comencé a estudiar arquitectura y mi vida se veía muy normal en ese entonces: familia tradicional y conservadora unida, amigos, novias, escuela, trabajo, etcétera. Nada podía prepararme para lo que se aproximaba en mi vida…

Torreón (México)

A mis veintitrés años sufrí un golpe en la cabeza y estuve varios días en coma soñando contenido que a Roger Waters le podría interesar para un álbum de Pink Floyd, un coma del cual por poco casi no despierto y si lo hacía, seguramente no iba a poder volver a caminar o parpadear por mi cuenta. La vida me sonrió y desperté, pero me tardé mucho en adaptarme a vivir de nuevo con la normalidad de antes; tuve que aprender a caminar de nuevo, a comer, a hablar, y peor aún… a lidiar con el hemisferio derecho de mi cerebro «jodido» (como me lo dijo un neurooftalmólogo) y mis emociones hechas caos. Caí en una depresión fuerte de la cual solo supe salir haciendo lo que me liberó del aburrimiento diez años antes: escribiendo.

Pude ver con una perspectiva distinta a que yo era muy diferente a muchos de los que me rodeaban, por lo que me sentía frustrado y más aislado que nunca. Frustrado de sentir que no pertenecía a ninguna tribu, ni social, ni religiosa, ni política, ni musical, ni ideológica, ni nada; me volví un pesimista nihilista admirador de la escuela cínica. Acercándome a lo más profundo de esa depresión fue cuando comencé a escribir lo que hoy se conoce como Hemianopsia Global I: La Tercera Señal en el Cielo, una crítica a la relación entre las instituciones que moldean nuestros gustos e ideologías, y nosotros, que somos dependientes de ellas para vivir en este mundo. Era tal mi tristeza en aquel entonces que muchos no me creyeron capaz ni siquiera de terminar mi carrera, cosa que me tardé, pero conseguí. Muchos tampoco creyeron que pudiera terminar o publicar un libro con un tema así de complejo.

Aficiones: La música. Escucho la clásica, la que sirve como somnífero, desde Dufay y Da Palestrina, hasta los compositores contemporáneos. Pero la música que más escucho es la Heavy Metal y la mayoría de sus ramas, desde las bandas más conocidas como Slipknot y Black Sabbath, hasta la más «under» como lo son Mercyful Fate, Mayhem y King Diamond.

Ejercicio. La inspiración no siempre está presente y como utilizo la escritura para desahogar mis emociones más oscuras, hay veces en las que descargo mis energías negativas en el gimnasio. A los dieciocho años pesaba sesenta y nueve kilos, y antes de la pandemia del Covid-19 llegué a superar los ciento diez. Sí, estaba un poquito enojado (y gordo, según mi señora madre).

Escritura. Algunos usan las drogas para escapar de su realidad; yo uso la escritura para relajarme y ver una luz al final del túnel cada vez que me enfrento a un problema.

Estudio. Aunque mis calificaciones en la escuela eran más rojas que una corrida de toros, curiosamente encuentro paz al estudiar. Es como si algo me interesara y pudiera enfocarme totalmente en ello y como si lo demás no importara. Una vez me interesó más saber el método de reproducción de las ostras que un examen de química. Forzosamente uno que otro psicólogo tuvo que haberme diagnosticado Asperger.

Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Ya sabes, la timidez, la capacidad de liderazgo, de trabajo, la capacidad de aventura… la sencillez, la arrogancia, el mal carácter, capacidad de reflexión, la confianza en lo que haces…

No me encanta hablar de mí, por lo que no sé cómo definirme; prefiero que quienes me conocen digan cómo soy, pero haré lo mejor que pueda. Soy una persona tímida casi misántropa, pero asertiva, por no decir terca, en sus decisiones. Soy callado, muy callado, pues es difícil encontrar una conversación que me resulte interesante; no soy alguien a quien le encante charlar sobre banalidades, prefiero entablar conversaciones estimulantes de las que pueda aprender algo. Siento que no existe un balance en mí, por lo que a veces puedo ser alguien emocional y sencillo, y poco tiempo después alguien sumamente racional, analítico y soberbio. Pero eso sí, disfruto mucho la sencillez de lo cotidiano, buenos amigos y un restaurante para cenar.

Cuéntanos por qué decidiste ser escrito: Como ya lo mencioné, inicié por aburrimiento. Escribí en tres años tres historias, una inspirada en la película El Laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro, la segunda en Las Crónicas de Narnia, de C. S. Lewis, y por último, en la novela Sin Lugar Para Los Débiles, de Cormac McCarthy.

Con lo que respecta a este trabajo, al principio fue para distraerme de la depresión, después para querer darles a mis lectores un mensaje y el mensaje es que si seguimos muy cómodos, esperando a que las instituciones y gobiernos hagan un cambio para sentirnos más cómodos, nuestra civilización caerá, y quizás esta vez no vaya a haber descendientes nuestros habiendo tanta conexión y dependencia entre las naciones.

Autores preferidos y por qué: Yuval Noah Harari. Aunque no es novelista, y lo conocí un año después de haber empezado  escribir Hemianopsia Global, su trabajo sobre su visión del futuro hizo que yo, al igual que él, deseara poner mi grano de arena para levantar conciencia sobre el rumbo que está tomando la humanidad y de sus posibles consecuencias no muy bonitas.

Dan Brown

Dan Brown. Tan curioso que para muchos es irreverente. Es difícil hacer enojar a la Iglesia Católica hoy en día si uno es una persona común y corriente y el ladrillo que colocó con El Código Da Vinci es uno muy grande en el castillo de la curiosidad humana en este siglo, que parece ser falto de erudición y curiosidad a pesar de que la información cada día está más cerca de todos nosotros.

Tu obra favorita de otro autor: Explica por qué te entusiasmó tanto la obra que más te ha gustado de cuantas has leído.

El Príncipe, de Maquiavelo. Una de las vértebras de la columna de Hemianopsia Global es la lucha de poder, y la obra más famosa de Maquiavelo nos enseña qué virtudes debe tener un líder si quiere llegar y mantenerse en el poder. Ese libro fue una guía para mí, y lo seguirá siendo para las continuaciones de Hemianopsia Global.

Tu obra favorita de las que has escrito: Hemianopsia Global, desde luego, pero si debo elegir otra escogería una que hice en secundaria. Se llamaba, si mal no recuerdo, «La Herencia Robada», que era una novela inspirada en Sin Lugar Para Los Débiles, de Cormac McCarthy. Esta primera fue la última historia que escribí en mi adolescencia, y quizás la que más disfruté de hacer en ese tiempo, cuando era un virgen que jugaba videojuegos veintitrés horas al día.

Tu estilo literario: He escrito dos historias de fantasía y una que llega al género de novela negra, pero definitivamente disfruto más la mezcla de ciencia ficción con thriller. Pero si escribo Thriller trato de ser lo más real posible; es muy fácil escribir en dos líneas que hubo una guerra mundial que causó muchas muertes… a mí me gusta explicar las razones de esa guerra, sus repercusiones y todo lo que una guerra de esa escala conlleva. Si, traro de dejar que el lector imagine mucho, pero también trato de ser lo más real posible y eso es explicando al menos lo más básico, no solo lanzar todo como si fuera un pastel.

Una cita de un autor que te guste: «La curiosidad mató al gato… en este universo. En otro vivió y aprendió». Escribí eso cuando estudié la paradoja de Schrödinger. Los grandes descubrimientos se basan haciendo preguntas y siendo curiosos; Newton se preguntó por qué las cosas caen al suelo, por ejemplo, una pregunta tan simple y tan compleja al mismo tiempo.

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: Si el FBI no me suicida, estaré trabajando en la segunda parte de Hemianopsia Global. Muy probablemente llevará por nombre «Vocablos de Dios y el Hombre».

Algo sobre tu manera de entender este mundo: Este es un mundo extraño, pero muy, muy afortunado a pesar de todo. Afortunado porque su existencia y las situaciones que han permitido la vida biológica en él dependen de un equilibrio muy frágil de las variables de la naturaleza. Si esas variables fueran ligeramente diferentes nada de lo que conocemos hoy podría ser posible. Cada uno de nosotros en su inicio fue una célula, que vino de otra, y esa otra vino de otra; así es como se ha desarrollado la vida en este planeta desde hace millones de años. También es extraño porque el animal en el pináculo de la cadena alimenticia de este diminuto planeta es, quizás, el más egoísta de todo un sistema solar. Este pequeño planeta, cuya existencia se debió a una grandísima casualidad caótica está gobernado por animales que gozan de una dualidad muy marcada, pero al mismo tiempo, homogénea. Muchos teorizan que somos egoístas por naturaleza, siempre en busca del placer personal con base en el displacer de otros. Pero otros aseguran que la empatía es la que nos ha llevado a donde estamos, a la época más avanzada social, tecnológica y económicamente. ¿Pero a qué costo? Alemania hoy es la potencia económica más fuerte de Europa a pesar de haber quedado destruida en dos guerras mundiales. Japón es un paraíso tecnológico habiendo sido atacado con dos bombas atómicas hace menos de un siglo. Estados Unidos es el país más rico del mundo, siempre introduciéndose en guerras que en nada o casi nada afectan sus intereses. Ninguna guerra, ni ninguna crisis es causada por un solo hombre, siempre es gracias a sus seguidores, que en sus deseos de verse como las tribus superiores son capaces de crear armas de destrucción masiva para «mantener la paz», capaces de crear religiones sin fundamentos, aprovechándose de la necesidad espiritual de las personas, capaces de matar a millones de hambre para mantener a muy pocos con mucho. ¿Somos egoístas o generosos, entonces? Siempre buscamos pertenecer a una tribu y cada segundo pensamos que estamos en lo correcto y que los demás están equivocados. El sapiens es un animal que solo destaca de los demás mamíferos por su capacidad de trabajar en equipo y por tener un intelecto ligeramente superior al de los demás primates. Pero no por ser los más brillantes del planeta significa que seamos demasiado inteligentes, pues dependemos de las instituciones para no matarnos entre nosotros. El sapiens es tan poco inteligente (en comparación con seres vivos extraterrestres o poli dimensionales, que creo que existen) que su sociedad se basa principalmente en la represión de sus instintos más básicos. No digo que sea algo malo, sino que me parece estulto que necesitemos ser recompensados con un Cielo o la libertad si tenemos un buen comportamiento, o que necesitemos ser amenazados con un Infierno o prisión si dejamos que nuestro «ello» se desate. Ojalá llegue un día donde entendamos que podemos vivir en una sociedad plena donde no se necesite la represión porque podremos entender que se puede vivir plenamente sin instituciones que regulen el comportamiento. ¿Qué se necesita? Que caigamos como civilización y llegar a un nuevo renacimiento. Las civilizaciones caen y nacen otras más afinadas. Según historiadores existe un patrón de conducta social que hace que hasta los imperios más prósperos caigan y que de ellos lleguen otros. Estamos tan cómodos con este sistema de represión que no tarda en llegar un colapso, que, quizás, podría ser el último. Voltaire una vez dijo que «la Historia está llena del sonido de zapatos de madera que suben y sandalias de seda que bajan», pues los buenos tiempos crean personas egoístas y las personas egoístas traen malos tiempos, tiempos que no tardan en llegar para poder traer un renacimiento o un fin total ante una sociedad egoísta y reprimida. ¿El superhombre de Nietzsche se acerca? Quizás está a pocas décadas de distancia, si es que un organismo microscópico que es capaz de detener el mundo no nos acaba antes.

Tus proyectos inmediatos: Alcanzar una plenitud y una felicidad completamente imperturbables, pues aún hay cosas personales en las que me encuentro trabajando, eso en cuanto a lo personal, mientras que en lo literario poder terminar y publicar los siguientes libros de Hemianopsia Global, que serán más de seis. También quiero tener un cohete y un pingüino de mascota.

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