Nací en Cuenca en 1975 donde estuve hasta que fui a Madrid para estudiar Arquitectura, carrera que una enfermedad, la esclerosis múltiple, impidió que terminara. Regresé entonces a Cuenca, donde se incrementaron mis ganas de escribir.

Nunca antes me atreví a publicar, y gracias a Adarve, que creyó en mí, me abrió las puertas y me mostró que era posible lo que siempre quise hacer. 

En mi segundo libro quiero rendir homenaje a un profesor de Análisis de Formas que tuve, un arquitecto que era capaz de convertir su portaminas en un objeto de culto que desaparecía de todas las papelerías porque todos los alumnos querían tener uno igual. Y yo tengo la suerte de decir que fue mi tutor. 

Leyendo a Delphine de Vigan me gustó tanto su prosa que pensaba que era yo el autor. Nunca lo he pasado tan bien leyendo como cuando estaba con Guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams, que, como él decía, era una trilogía en cinco partes. En cuanto a escritores, León Tolstói es Dios y Günter Grass su apóstol.