(Fotografía cortesía de Christoph Hirtz)

Nací en 1966 en la Hija de Yago; mi patria espiritual es la Castilla Vieja. Siempre me he dedicado a cosas inútiles pero valiosas. Vivo desde 2013 en el Ecuador, país al que me trasladé por amor a mi mujer, que es ecuatoriana. No me interesan nada las banderas ni las etiquetas; sí me interesan mi mujer y mis dos hijos, Jesús de Nazaret y la filología entendida como cultivo y amor de la palabra bella y libre. Soy sacerdote católico, pero, como me he casado, ahora no puedo ejercer como tal; sueño con que, un día, sí podré.

josé maría sanz aceras 9 miradas a lo clasico portada

LEER PRIMEROS CAPÍTULOS

Háblanos un poco de ti

Consigno, como el resumen más claro y conciso posible de lo que soy, y en el que me reconozco plenamente, lo que viene en las solapas de Nueve miradas a lo clásico; ahí va. Nací en 1966 en la Hija de Yago; mi patria espiritual es la Castilla Vieja. Siempre me he dedicado a cosas inútiles pero valiosas. Vivo desde 2013 en el Ecuador, país al que me trasladé por amor a mi mujer, que es ecuatoriana. No me interesan nada las banderas ni las etiquetas; sí me interesan mi mujer y mis dos hijos, Jesús de Nazaret y la filología entendida como cultivo y amor de la palabra bella y libre. Soy sacerdote católico, pero, como me he casado, ahora no puedo ejercer como tal; sueño con que, un día, sí podré.

¿Qué podremos encontrar entre las páginas de Nueve miradas a lo clásico?

Podemos encontrar lo que indica Gustavo Salazar calle, miembro ―como yo― de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, en la contracubierta de Nueve miradas; le cito: «José María Sanz Acera, cultor hispanoecuatoriano de las litterae humaniores, ofrece en este volumen, enmarcadas por unas “palabras liminares” y por un “epílogo” focalizados en definir qué hace de una creación humana un clásico, nueve miradas ―o sea, nueve acercamientos rigurosos pero cordiales― a la Antigüedad, desde los albores de la memoria escrita hasta lo que, con poco sentido histórico, acostumbramos a designar como Edad Media. José María es un entusiasta de que verificar las enseñanzas del pasado y darlas a conocer a nuestra gente hoy constituye el único modo eficaz ―porque supone activar la creatividad, el sentido de la belleza y la capacidad de regeneración― de dar un golpe de timón certero a la nave de la humanidad, en orden a superar la actual coyuntura de desengaño, radicalización y enfrentamiento global».

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

En su análisis exhaustivo y libre de prejuicios de «qué es un clásico»; y me ocupo, con rigor, de temas colaterales como ese tan controvertido ―y divertido― de por qué se siguen leyendo los clásicos, de por qué a veces fingimos leerlos pero no lo hacemos… Confronto la libertad de elección a que nos abocan los clásicos ―frente a los cuales siempre podemos decir: «Con este autor no estoy de acuerdo»― con las férreas dictaduras pseudoéticas de hoy, que te dan a elegir, siempre, entre la obediencia ciega… o ser insultado.

¿Qué quieres transmitir a través de este libro?

Que, como indico en la página 18 de Nueve miradas, «los clásicos son Ítacas de refugio en medio del vómito ambiental que nos anega»; en esa misma página me refiero a la «oprimente indigencia cerebral obligatoria» a la que se nos trata de obligar; es necesario rebelarse y gritar «¡no!».

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Soy un escritor tardío, un escritor de los últimos diez o doce años de mi vida, precisamente los que he pasado desde que me trasladé a vivir al Ecuador, por la sencilla razón de que, antes, hacía otras cosas que me mantenían ocupado por completo, en particular mi dedicación a la vida religiosa y sacerdotal, como párroco rural en lo que yo llamo «la cultura del noroeste» de España… Resulta que, al llegar al Ecuador ―casado y no siéndome posible ya por ello ejercer aquí el sacerdocio―, hube de preguntarme: «Y ahora, ¿cómo serviré a la sociedad que me acoge, cómo le seré útil a la buena gente de mi nueva patria?»; y, como siempre había estado formándome en humanidades clásicas, como nunca dejé de leer en lenguas «raras» y de pensar…, lo de ponerme a escribir «en serio» me vino como la solución natural a ese dilema vital.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Releo siempre; y releo especialmente los clásicos grecolatinos. Nada es comparable a una tarde con Esquilo, Virgilio ―o Jean Racine― o con la tercera Década de Tito Livio entre las manos… Querría, el último día de mi vida, tener uno de esos clásicos conmigo.

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Sí, no dejo de leer, de contrastar, de escribir… Está a punto de ver la luz, aquí en el Ecuador, la segunda edición, definitiva, de Eneas en Quito, mi edición científica de un extenso comentario hasta ahora inédito del gran humanista ecuatoriano Aurelio Espinosa Pólit al libro IV de la Eneida de Virgilio: ¡ha sido una investigación de años!; también estoy a punto de reeditar, con comentarios, mi primer poemario, Fe de vida, que vio la luz en edición cartonera en 2019 en Lima; y busco editor para un volumen de lo que yo llamo «crónicas ecuatorianas frikis», que se va a llamar Del lado shungo de la pambamesa (aclaro para los españoles que shungo y pambamesa son dos palabras quichuas que significan más o menos «corazón» y «celebración comunitaria», respectivamente…).

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies