Pascual Fernández Espín.

Natural de Bullas, Murcia, es colaborador habitual de los medios de comunicación en prensa, radio y televisión, con más de ochocientos artículos de actualidad e investigación en su dilatada trayectoria. La familia, sostén de su todo, la literatura y el deporte: trekking o senderismo, con el tiempo se han ido convirtiendo en el eje existencial de su día a día. Profesional de las telecomunicaciones, pronto se ve atrapado por la literatura, contando en su haber con diversas publicaciones. A saber: Salto lucero, En pastel ajeno, Testimonios de una tragedia, Con el otoño a cuestas, Bullerías, Tal y como lo escuché, Con el peso del recuerdo, Siega y viento, Ninguna noche es infinita o El grito de las caracolas.

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Háblanos un poco de ti.

Quizá lo menos interesante de la entrevista sea mi persona, además de que ya lo he comentado en más de una ocasión, me cuesta hablar de mí mismo, ya que, al revés de las apetencias de una gran multitud, hace tiempo que llegué a la conclusión de que, como no sea en el sofá de mi sicólogo, que diría la Jet en su jerga selectiva, intento no dar demasiado barniz a mi persona, posiblemente porque me considero enemigo frontal del «yoísmo»;   eso sí, reconociendo que todo escritor, músico, poeta, etc., necesita del sustento social para subsistir en esta selva de egos. Y ya, ceñido a su pregunta, le diré que de momento a mi alrededor se están dando todas las circunstancias que me aproximan a la felicidad, y si no a la felicidad de novela rosa, si a la felicidad de los mortales. Confieso que no hace tantos años, o por lo menos a mí así me lo ha parecido, estaba soltero, y ahora tengo una maravillosa familia compuesta por catorce miembros, (esposa, hijos, nietos, nueros y nuera). También es cierto que tengo el DNI bien cargadito, tanto de historia como de años. Estoy tan sembrado de canas y cicatrices de la vida como para dar a entender que hace tiempo que le di la vuelta al jamón. Símil muy manoseado en mi tierra murciana cuando se alcanzan los itantos, que siempre será por encima de los cincuenta. Por cierto, esas fechas del calendario hace bastante tiempo que las sobrepasé. Obviamente, ello motiva que mi médica de cabecera me recomiende no madrugar tanto, convertir las sopitas calientes en mi mejor aliado y llevar las pastillitas de colores muy bien seleccionadas en el pastillero. Es para evitar errores. Pero claro, del dicho al hecho va un trecho, y como la inquietud literaria se ha hecho okupa permanente de mi tranquilidad; eso sí, sin agobios ni obligaciones, pero mi intención es seguir con la rutina de siempre. Café tempranero y, al tajo, a escribir, a dar rienda suelta a las situaciones y notabilidades que pululan por mi mente. O lo que es lo mismo: mi intención es seguir viviendo, seguir escribiendo y no morir ni un segundo de tedio y aburrimiento mientras haya personajes interesantes que descifrar e historias que contar.

¿Qué podremos encontrar entre las páginas de, Y después, ¿qué?

Como padre de la criatura les puedo decir que es la apasionante historia de una bella mujer que mientras camina hacia el sol del Poniente, un día al levantarse, vísperas de su sesenta y cinco cumpleaños, se da cuenta de que su realidad habitual se está distorsionando, le falta nitidez al día y a su memoria; tiene dificultad para llamar por su nombre al mundo que la rodea. Echa la culpa a la mala noche, a lo que cenó, a los nervios. Mil disculpas tratando de argumentar sobre la extraña sensación que poco a poco la va introduciendo en un mundo carente de relieves, donde los colores y las ideas comienzan a desaparecer de su perspectiva. Cuando la confusa situación se repite a la mañana siguiente, y la siguiente…y muchas mañanas siguientes, es cuando le saltan las alarmas y empieza a darse cuenta de que posiblemente está siendo presa de una enfermedad que no hace ruido, que no duele, pero que mata a su entorno sin consideración alguna.

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Creo haber conseguido una obra crisol que aúna diversas emociones, situaciones de extrema gravedad que atañen a la sociedad cada día más, y por ello, como es óbice, hace que la fuerza del libro sea su propio argumentario, ya que toca fibras emotivas muy de actualidad, como es el desarrollo de una enfermedad silenciosa cada vez más común en la sociedad de hoy día, el Alzhéimer. Una terrible enfermedad expresada por su protagonista entre medias de una verdadera tormenta de sentimientos y contradicciones no muy bien calibrados ni por ella misma. En síntesis: es la historia de una bella y apasionada mujer acostumbrada a vestir a ciertas horas del día solamente con la seda de su piel, y cuando comienza a sentirse prisionera de la enfermedad del olvido, antes de que el Alzhéimer entre en su etapa más aguda y la deje sin historia, quiere rememorar todas las etapas de su vida. Las buenas y menos buenas, incluso la época que transitó por el infierno. Luego la fortaleza de la historia, a mi entender, es la simbiosis que pueda existir entre la noche y el día, entre el amor y el odio…entre la salud y la enfermedad. 

¿Qué quieres transmitir a través de este libro?

Es posible qué, de alguna manera, entre las líneas de una historia que se muestra apasionada, conflictiva y hermosa, quiera expresar mis miedos, esa porción de pánico que me corresponde solo de pensar los efectos de una enfermedad que ataca en silencio, que destruye el momento y toda la historia vivida. Que te separa de la vida, que borra de tu vida lo más querido y bello de tu alrededor, dejándote como única vía de escape solo un sendero que conduce a la nada, al infierno de la soledad en ti mismo. Pero en esta historia no todo es tragedia y pesimismo, ya que, aunque todos los caminos conduzcan a esa meta,  he intentado que, aun dentro de la tragedia, también haya intentado trasmitir un mensaje de amor imprevisto, de pasión desbordada, pero sobre todo y por encima de todo, mi apoyo incondicional a los afectados por esta perversa enfermedad del silencio.

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

De cuando empecé con mis primeros escritos a estos tiempos creo haber evolucionado favorablemente. Hace ya mucho tiempo que me di cuenta que para ser escritor no era necesario escribir desde el interior del tormento ni bajo los efectos de luchas internas, ya que uno de mis mejores aliados a la hora de escribir, además de algo de inspiración, es la constancia, el trabajo, y sobre todo, la costumbre de horarios y la paz del entorno. Una paz silenciosa que yo en particular la consigo en la madrugada, de ahí que, si no fuese porque en gran parte de mis libros se desarrollan temas de una dureza social tremenda, podría decirse que todos ellos llevan impresa un poquito de  mi propia alma. Concretando más la pregunta: como es natural la experiencia en cualquier actividad depura errores, incluso puede llegar a dar brillantez al trabajo. Y en la literatura sucede lo mismo. 

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Empezaré contestando a la segunda de las preguntas, el último libro elegido para mi lectura fue la Sombra del Viento, de Carlos Ruiz Zafón.

Me lo recomendó un amigo y tenía ganas de sumergirme en él desde hacía algún tiempo, pero por falta de tiempo lo fui dejando. Este último verano le llegó su turno. No me ha defraudado.

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

¿Ahora? Ahora, a seguir escribiendo. Eso sí, sin prisas, y aunque la obra trate de algún tema comprometido, desarrollarlo sin grandes melodramas aunque tenga que transitar con sus personajes por caminos pedregosos y enrevesados. Lo cierto es que llevo muchos años construyendo historias, y encima tengo la suerte que la gente las lee. Y a la segunda parte de la pregunta, que se asemeja mucho al título de la obra que ha dado pie a esta entrevista, solo que cambia el tiempo verbal, tengo que confesar que ahora mismo estoy embarcado en un nuevo proyecto, muy de actualidad, que espero que cristalice y se convierta en otro más de mis hijos literarios.

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