Jesús Grisaleña Galdos (Erpin).  
Nace en Vitoria-Gasteiz, ciudad en la que reside actualmente. Ha sido profesor de EGB, inspector de educación, columnista de prensa y guionista de radio. Participa en diferentes talleres de escritura, colabora en la revista de filosofía Mentes inquietas-Jakin mina y escribe en los escasos ratos libres de que dispone un jubilado. Conoce mejor a este autor a través de esta entrevista.

Leer primeras páginas

Háblanos un poco de ti.

Me parece un tema apasionante. Podría estar horas y horas hablando de eso, pero me limitaré a un pequeño resumen.

Mi vida profesional se desarrolló en torno a la enseñanza, primero como profesor de Educación General Básica, luego como orientador escolar y finalmente como inspector de educación. Al mismo tiempo y como contrapunto, colaboré como columnista, semanalmente durante veinte años, en el Mundo del País Vasco. Igualmente fui guionista durante una temporada en un programa de Radio Vitoria titulado ´Los Mendi’. Además, desde hace bastantes años vengo tomando parte en diferentes talleres de escritura, que, además de una enriquecedora experiencia literaria, resulta una actividad muy gratificante desde el punto de vista de socialización. Por otra parte, escribo artículos de tono desenfadado, relacionados con la filosofía, en la revista ‘Mentes inquietas-Jakinmina’ que tiene publicados ya 45 números.

‘Era menester’ es mi primer libro completo que doy a la luz. Espero que no sea el último. 

¿Qué podremos encontrar entre las páginas de Era menester?

Cuando escribí Era menester, mi objetivo es que el lector pasase un rato agradable. Se trata, pues, de un libro sencillo y sin complicaciones que se desarrolla en el verano de 2021, aún con restricciones y dudas sobre la evolución del COVID, en torno a un grupo de amigos que veranea en Trobes y quiere disfrutar de un vaso de vino, una salida al monte o un baño en la piscina; el grupo es consciente, no obstante, de los peligros y amenazas que os acechan desde el interior (salud…) y el exterior (incendios…). La actitud moderadamente optimista y epicúrea del carpe diem se ve compensada con un estoicismo ante los problemas que pudieran venir.

En la obra se ve la dualidad del urbanita en su relación con el campo. El jabalí, atropellado en accidente, adquiere así un papel fundamental como vengador de la naturaleza ante los excesos del progreso. Todo ello está contado con unas pinceladas de humor, o esa es al menos la intención del autor, por lo que puede ser una lectura adecuada para leer en las tardes de verano bajo una sombrilla o en las noches de invierno al calor de la lumbre.    

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Al autor le gustan las comidas bien salpimentadas y cree que la literatura debe tener también, y no sé por qué hablo en tercera persona, un punto de gracia y salero. El riesgo es evidente, encontrar el punto exacto de aceite, vinagre y sal o hallar el nivel de cocción preciso que no estropee una buena preparación. Ahí es donde se juega la partida.

Por otra parte, mi intención, ya vuelvo a la primera persona, es que el lector encuentre en Trobes y en todo lo que allí sucede el pueblo de ensueño que los lectores conservan de sus experiencias infantiles, sus escapadas de la ciudad o sus lecturas sobre las tierras de Obaba o Macondo. Dice Tolstoi que quien conoce su pueblo conoce el universo. Es una frase que ha llegado a mí gracias a Patxi Zubizarreta, premio nacional de literatura infantil y juvenil, 2023. Ese carácter de universalidad donde el lector puede sentirse identificado es otro de los retos del libro.

Finalmente, yo pretendía que ‘Era menester’ no se limitara a ser una colección de relatos inconexos. Para ello establecí una unidad temporal, los meses de julio y agosto de 2021, y una unidad espacial, el pueblo de Trobes y sus alrededores. Si, además, el libro consigue una cierta unidad argumental en base a los personajes y su evolución la superación del último reto estaría totalmente lograda.       

 ¿Qué quieres transmitir a través de este libro?

No soy muy partidario de adoctrinar. No me gustan las obras moralizantes. Si al final de la obra se desprende alguna idea útil para la vida, es porque el lector ha encontrado en alguna frase o en alguna situación algún elemento que sintoniza con sus preocupaciones o sus demandas. Es el efecto mágico de la literatura que consigue algunas veces resultados no pretendidos previamente. De momento, con que el lector pase un buen rato me conformo.

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

La trayectoria de un escritor la comparo con la experiencia de un conductor. Cuando empiezas a escribir se supone que has superado un examen imaginario y ya tienes el carnet de conducirte en la escritura, pero en tus primeros movimientos te agarras al volante y tienes una conducción nerviosa. Luego, vas cogiendo confianza y te crees Fittipaldi. Es un momento muy delicado porque te la puedes pegar. Cuando has conseguido la mecanización total de los movimientos existe el riesgo de olvidarte de la teoría y no adaptarte a la nueva señalización, particularmente cambiante en la literatura. Finalmente, tienes que aprender a no dormirte en los laureles, porque en el momento menos esperado puede llegar la catástrofe.

Resumiendo, cuando escribí mi primera columna me parecía flotar a dos palmos del suelo. Ahora, que se publica mi primer libro, me conformo con no pisar demasiados charcos.

 ¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

En la actualidad estoy leyendo tres libros:

En primer lugar, La montaña mágica de Thomas Mann, que me impuesto como lectura de verano.

En segundo lugar, El dardo en la palabra de Fernando Lázaro Carreter, que tiene relación con mi próximo proyecto.

Y, en tercer lugar, Ipuina engainua da (el cuento es un engaño) de Iban Zaldua, que me ayuda a mantener fresca la lengua de mis antepasados.

El último libro leído en su integridad fue La música del azar de Paul Auster, cuya lectura me recomendó mi profesor de escritura y escritor, Jabo H. Pizarroso.

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Este verano he empezado a desarrollar una nueva idea que gira en torno a curiosidades del lenguaje, expresiones del habla coloquial o neologismos de difícil digestión. Ando estos meses con la oreja puesta para cazar palabras en desuso, juegos de palabras, abuso de títulos de tratamiento, trabalenguas o comparaciones más o menos odiosas. Les dejo prestada la última que ha llegado a mis oídos: Pasas más hambre que los pavos de Manolo. Y ahí ando, en plena investigación sobre quién era Manolo y por qué sus pavos no tenían el sustento necesario.  

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