Todos los seres humanos, mujeres y hombres, niños y adultos, participamos en batallas. Unas son notorias, sangrientas y legendarias, como las relatadas en La Ilíada de Homero, que dieron lugar a la película Troya. Otras son silenciosas y ocurren en nuestro campo de batalla emocional; en nuestro interior. No son conocidas —a veces ni siquiera por nosotros mismos— pero, aun así, nos definen más que cualquier otra lucha que emprendamos en la vida. Algunas ocurren a muy temprana edad y se almacenan en nuestro subconsciente (por ello no podemos ni recordarlas). Otras dan origen a las carencias que arrastraremos a lo largo de toda nuestra vida. He sacado a la luz (hasta donde he podido hacerlo) la épica sufrida en mi propia carne; aquella que me ha hecho como soy y que ha tenido como protagonistas a las mujeres de mi vida.
La Orestíada de Esquilo aborda —como en La Ilíada— la Guerra de Troya, si bien comienza cuando esta acaba: cuando Agamenón vuelve a la casa de su padre, Atreo, y es asesinado por su esposa. Esquilo profundiza más que Homero en la tragedia y narra, por ejemplo, el sacrificio de Ifigenia, hija de Agamenón. He comparado mis batallas emocionales con las que tendrían los protagonistas de La Orestíada, aunque no imaginándome cómo se sentirían ellos, sino cómo me he sentido yo en mi drama personal de situaciones que tenían similitudes con las suyas.
Salomon Bolchenko nace en 1965 en Londres, en el seno de una familia acomodada y aparentemente unida y feliz. Estudia CC. Económicas y Empresariales y luego trabaja en el sector de la aviación comercial. Casado y con dos hijos, otra vez todo parecía presagiar una vida familiar plena y feliz. Tras quince años de matrimonio, se divorcia y se sume en una profunda crisis personal de soledad y angustia que le lleva a cuestionarse toda su vida anterior y a tratar de encontrar una explicación a la contradicción entre lo aparente y su realidad interior. Para ello emprende un viaje al pasado, durante el cual revive situaciones emocionales negativas y dolorosas que habían sido olvidadas. Dicha introspección le ha permitido conocerse, reconciliarse con su pasado y emprender, de nuevo, el camino a una vida plena; esta vez sin contradicciones.