Presentación de la novela: LA LUZ DE LAS ESFERAS
Por Nelson Monge Céspedes
«La locura es un pájaro azabache que sobrevuela al hombre desde la más temprana madrugada. En idéntico recorrido y aspersión sobrevienen el odio, la intuición, la solidaridad o el amor, virtudes y contra virtudes que fundamentan nuestra esencia, situaciones todas que, en círculo, yendo y viniendo en el accionar de cada día, de cada luna, son el soporte de la esfera sideral donde el hombre, el ser humano, es una gota que rueda y suena en la inmensa esfera de la vida…». Luis Alfaro Vega.

Buenas noches Señoras y señores, amantes de la literatura y exploradores del alma humana, guardianes de la memoria histórica, bienvenidos. Gracias amigo Luis por honrarme con la presentación de su nuevo libro La luz de las esferas.
Hoy nos reunimos para adentrarnos en un mundo de historia, lucha y misticismo de la mano de un gran escritor latinoamericano, costarricense, herediano, barbareño. La literatura tiene la capacidad de transportarnos a tiempos y espacios que quizás nunca pensamos, pero que, al leerlos, los hacemos propios. Gabriel García Márquez dijo una vez: «La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla». Y Luis Alfaro Vega ha sabido recordar y contar, por medio de su novela, esta historia con un lenguaje literario profundo, con la exquisitez de una prosa que nos envuelve, pero con la sencillez y la humildad del campesino que alguna vez recorrió los cafetales y naranjales de la finca de su abuelo Bolívar (Libo), o la verdulería con olor a frutas maduras, a maíz, a tortilla de la abuela Rebeca (Meca), o a matorrales y bananales en la finca de Chepito, su padre, y las bendiciones de su madre doña Inés camino a Chilamate, Sarapiquí, porque a decir del autor, la naturaleza no se desvía, sigue infalible su curso, es el círculo perfecto de la vida, esfera infinita, sitio donde la vida continúa girando…
Luis Alfaro Vega, con su novela La Luz de las Esferas, nos ofrece una ventana a un tiempo ancestral, a la vida de una aldea indígena que, posiblemente en la memoria del escritor y en la vida real habita en las montañas del sur de Costa Rica, allá en el Valle o Delta del Diquís. Una comunidad que, con esfuerzo y resiliencia, sobrevive con lo que la tierra les da: la caza, la medicina natural y el trabajo de la tierra. Podemos encontrar los cacicazgos, con una jerarquía donde el cacique tenía poder político y el chamán poder espiritual y de sanación.
Pero esta historia que cabalga por las páginas de la novela, no es solo una narración sobre supervivencia; es un relato sobre el espíritu humano, sobre el amor, la pérdida y la ganancia que es la muerte y la esperanza. La vida de los protagonistas con nombres singulares Jocó, Yumok,Yontú, Ugamé, Moguto, Yuvani, Elemé, Polén, Lambé entre otros, estaba marcada por el cambio de estaciones, por los inviernos implacables, las tormentas devastadoras, terremotos y la amenaza constante de la naturaleza. La colectividad enfrenta la muerte de sus cazadores Yontú mordido por una serpiente, Magá con un niño muerto envuelto en cuero de felino y las dificultades de un entorno que pone a prueba su fortaleza todos los días. La muerte, escribe el autor, intenso silencio henchido de incertidumbres, tacto helado que deja los corazones sin respuesta. ¿Por qué su retoño murió en el instante de contemplar la esfera del universo?
Sin embargo, en medio de este paisaje salvaje, surge la luz de la unión y la solidaridad, la luz de las esferas colocadas al inicio de una rampa. La comunidad se mantiene firme gracias a los valores que la sostienen: la perseverancia, el respeto, la paciencia, la creatividad y el trabajo en equipo. Cada personaje representa la esencia de una sociedad que entiende que solo a través de la confraternidad pueden seguir adelante. Octavio Paz decía: «La tradición no se hereda, se conquista». Y La Luz de las Esferas nos recuerda que el conocimiento, la identidad y la cultura son batallas que debemos seguir librando. «Desde el umbral de sus ranchos contemplan como las auroras traen el sol, esfera de fuego que mientras se eleva se inclina a besar la superficie de la plataforma».
En la novela, asistimos al relevo de liderazgos dentro del clan. Los jefes y el liderazgo cambian con el tiempo, reflejando la evolución de la tribu, la necesidad de adaptación y la búsqueda constante del bienestar común. Junto a ellos, Yayán el chamán, guardián de los saberes ancestrales, guía con su sabiduría, conectando el presente con el pasado y con el mundo espiritual.
Y en el centro de esta historia literaria, como testigos silenciosos de la grandeza de una civilización, se alzan las místicas esferas de piedra. Casi 200 monumentos perfectamente circulares, transportadas con una precisión impresionante a través de la selva. Estas esferas nos remiten inevitablemente al Valle del Diquís, zona sur de Costa Rica donde la historia y el misterio se entrelazan en un legado reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. La cultura Diquís dejó un legado invaluable, siendo un ejemplo de civilización avanzada en la historia precolombina de Costa Rica y esto lo sabe y lo integra muy bien el autor en su novela.
Pero, ¿qué representan realmente estas esferas en la novela? Son mucho más que piedra. Son símbolos de perseverancia, de identidad, de luz, de conexión con lo divino, la gratitud de los dioses. Son la manifestación física de la historia de un pueblo que, a pesar de las adversidades, sigue de pie. En su entorno, el clan indígena encuentra un hogar, un refugio y la promesa de un futuro más estable. Porque, aunque la vida en la novela es dura, aunque hay escenas de dolor y tristeza, también hay amor, hay crecimiento, hay luz. La Luz de las Esferas nos recuerda que, al final del camino, la lucha tiene sentido, que el esfuerzo deja huella y que la esperanza siempre brilla, incluso en los momentos más oscuros.
El lector de La Luz de las Esferas camina junto a Juco, el líder que guía a su clan con sabiduría y coraje. También se encuentra con Taruk, quien con su mirada de anciano sabio conoce el secreto de la piedra dura, la cantera de la que emergen las esferas, esas moles de granito que han desafiado el tiempo y el olvido. Y, con el paso de las páginas, la historia se enriquece con la aparición de otro clan vecino, el Clan de las Balsas que flotan sobre las aguas, sumando un nuevo matiz a esta historia de supervivencia, exploración y hermandad.
Porque en la novela no solo hay cacería, inviernos y tormentas. También hay amor, unión y renacimiento. La muerte está presente cuando los cazadores caen envenenados por la mordedura de una serpiente o atravesados por la cornamenta de un venado salvaje. La vida se abre paso cuando un nuevo hijo nace y cuando otro muere. El ciclo de la existencia es inexorable, como lo es en la historia de todos los pueblos del mundo. La novela La Luz de las Esferas nos acerca a las grandes luchas indígenas, nos sumerge en la crudeza y la belleza de su vida cotidiana y nos transporta a un mundo donde la naturaleza y la humanidad conviven en un equilibrio frágil, pero lleno de significado.
Luis Alfaro Vega, con la precisión de un cronista y la sensibilidad de un poeta, desnuda su conocimiento del campo, de la flora y la fauna, de la agricultura y de la forma en que nuestros ancestros indígenas vivieron, amaron y resistieron. Sus tradiciones, sus herramientas, sus creencias y su herencia transgeneracional están plasmadas con maestría en una historia que impacta, emociona y nos enfrenta a una realidad que aún persiste: la de los pueblos indígenas que hoy siguen luchando por su dignidad, por su tierra y por su derecho a existir. Esta novela es una ventana a la resistencia de los pueblos originarios del sur de Costa Rica, a las injusticias que han enfrentado históricamente y a la hermandad que las esferas de piedra representan. En estas páginas encontramos el ciclo interminable de la vida, que rueda como una esfera, conectando el pasado con el presente, el nacimiento con la muerte, la lucha con la esperanza.
El autor nos ofrece una novela cargada de filosofía, de rica poesía como cuando nos dice: «Afuera, en la noche de las altas estrellas, una encendida luna deleitosa cruza con parsimonia el ancho valle del hombre es que construyen esferas, untando con su luminoso aceite la superficie de los objetos. Respiraciones y calmos sueños exhalando un grisáceo sosiego que sube y se pierde en el infinito. El aire huele a vida en el gran valle de las esferas».
Los invito a sumergirse en estas páginas, a caminar por las espesas aventuras de las selvas con Luis Alfaro Vega, a sentir el peso del tiempo en cada esfera y a descubrir cómo, a pesar de las tormentas, siempre hay un valle donde la vida florece y que, al final de las noches interminables siempre hay una luz, La Luz de las Esferas que nos ilumina y nos transporta por medio de palabras, de la poesía, de letras, de pensamientos e imaginaciones de Luis Alfaro Vega. Recuerdo haber leído estas frases: «Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». Sí, todos somos Yontú, amerindios descalzos en civilizaciones que agonizan en esta esfera infinita que son los ciclos de la vida porque, dice Luis Alfaro: «La esfera de la vida debe pulirse con arrojo y entrega, palpitando la hermandad legada por los ancestros…». El perfume de la vida está encerrado en la esfera que los dioses han creado, incendio del sol, laguna blanca de la luna, lanzas de fuego con las que los dioses castigan a los hombres cuando desobedecen…
Gracias por las horas y los tiempos transitados en la Luz de las Esferas. Mi más profunda gratitud literaria amigo Luis por haber tejido con palabras un universo que nos enriquece el alma y nos acerca a nuestra identidad. Su obra es un legado a la literatura costarricense y latinoamericana que trasciende el tiempo y la imaginación.

«La vida es circular, veranos e inviernos se suceden para dar vida, como la esfera que se forma en el vientre de la mujer. Todo lo abarca la esfera. Los hombres y los dioses están dentro del gran glóbulo estelar. De donde se observe es la misma realidad, no hay arriba ni abajo, no hay punto alto ni bajo, la luz que en un instante ilumina un costado, da sombra en el otro costado, pero más tarde invertirá los efectos». Luis Alfaro Vega
Sin lugar a dudas una excelente novela y una inmensa contribución a la literatura, a la historia y gran reconocimiento a los pueblos indígenas del sur de Costa Rica. Felicidades amigo Luis, continúe materializando sueños en las páginas de los libros