Desde hace algo más de un cuarto de siglo resido donde habita el sol; en la bella ciudad de Murcia.
Creo que fue a temprana hora de un día de febrero del 1948 cuando en Bullas (Murcia) mi madre, ayudada por la «Tía Peseta», partera local, sin titulación apropiada pero mucha experiencia de por medio, abrió la ventana que me mostraría lo que a partir de ese momento sería mi nuevo albergue, el mundo de los contribuyentes y el de los «otros». Hijo de perdedor de la guerra y por tanto señalado por las carencias materiales, no así de las emotivas, como las del calor familiar o la ilusión por la vida. Con apenas veinte años, después de aprobar unas oposiciones en la Compañía Telefónica Nacional de España, obtuve un puesto de trabajo en la capital del Reino. Recuerdo que era un 21 de abril de 1970 cuando llegué a Madrid. Nadie me esperaba, no así al grupito de pasajeros que se apearon de vagones de preferencia, abanderados por un señor de cara alongada y pecho caído al que todos se dirigían con el reverencial tratamiento de «señor Cela». Luego me enteraría de que, efectivamente, se tratada de Camilo José Cela. Al grupito los recogió un gran coche negro y mojado, como mojada y negra era la noche, además de ser una delegación provincial del nuevo Diluvio Universal. Caía tanta agua que la maleta de cartón color cuero, donde mi madre me había echado un par de camisas de franela y un pantalón de pana, solo aguantó los primeros cien metros bajo el aguacero. El asa cedió, la maleta rodó y la cerradura se desencajó. Como pude metí a puñados los cuatro enseres mojados y con la maleta bajo el brazo corrí hacia ningún sitio. Me colé en el primer portal abierto que vi. En un lateral de la puerta había tres letreros porcelanosos como lápidas de cementerio, en el del centro podía leerse: «Pensión Atocha, 3º A». Treinta pesetas la noche. Mi capital económico, rebuscando por los bolsillos hasta la última perra chica, ascendía a ciento cincuenta y tres pesetas. Hasta cobrar mi primer sueldo, mi alimentación fue de régimen escaso y poco proclive al colesterol.
Aunque mi formación cultural siempre estuvo enfocada al mundo de las telecomunicaciones, por cierto, durante unos años compañero de profesión del actual cineasta Pedro Almodóvar, la veintena de años que permanecí en Madrid me dio tiempo a formar una familia y a visitar muchas veces el Gran Café de Gijón, en el Paseo Recoletos nº 21. Lugar señero por entonces donde se reunía la intelectualidad madrileña, entre ellos grandes escritores de la época. Recuerdo haber visto por allí a Juan Goytisolo, Juan Marsé, Alfonso Grosso… Raro era el día de los que iba que no hubiese en el local alguna interesante tertulia literaria. Me aficioné a escuchar a los escritores y a leer a todos aquellos que yo creía que por la claridad de sus palabras seguro que me gustaría su prosa. Sin saberlo, ahí empezó a fraguarse mi vida en el mundo de las letras. No tardé en dar libertad a lo mucho que se iba almacenado en mi cerebro. Al principio, pequeñas reflexiones filosóficas sobre mi visión del mundo. Grandilocuencias sin fuste alguno. Después, más reducidos mis análisis, poco a poco me atreví con historias más terrenales y concretas. Escribí unos cuantos manuscritos cortos antes de que en el último tercio de los años noventa apareciera mi ópera prima en el género de novela: Salto Lucero. Un precioso libro no muy bien tratado ni por el escritor ni por los técnicos de la editorial. Solo los lectores estuvieron a la altura. Después vendrían unas cuantas obras más, un par de ellas de historia, otro par de ensayos, unas cuantas narrativas cortas y siete novelas. Además de casi un millar de artículos de opinión o investigación publicados, conjugados con mis habituales colaboraciones en prensa, radio y TV.
Aficiones: Quizá porque mi estatus de vida actual, desde hace tiempo en el dique seco laboral, me hace disponer de tiempo libre, escribo todos los días del año, aunque a veces pienso que lo hago más por necesidad que por vocación, ya que necesito escribir todos los días para sentirme vivo. Me gustan los deportes en general, aunque por condiciones físicas y calendarios acumulados sobre mis hombros, solo practico senderismo urbano. Un ejercicio de poca logística y fácil práctica, ya que vayas donde vayas siempre tienes a mano la consabida Ruta del Colesterol. Ello no se contradice en absoluto con que tenga claro que la felicidad completa casi siempre comienza en el estómago, por tanto, quede claro, una de mis aficiones es la buena mesa. También me gusta la lectura y por tanto procuro tener siempre a mano un buen libro; sí es verdad que cuando estoy escribiendo alguna obra procuro no leer mucho para no intoxicar a mi subconsciente y que este, instintivamente, me haga repetir alguna frase poco antes leída. Otras de mis aficiones sería el cine, por supuesto, un cine sin grandes objetivos metafísicos, de esos que hacen sufrir más que disfrutar, y aunque parezca un rancio oxímoron, la quietud tensa de una partida de dominó me genera una buena carga de adrenalina y satisfacción; sobre todo si gano la partida. Por otro lado, me considero una persona reflexiva que a veces choca de bruces con los personajes de sus obras. De carácter extrovertido y, según creo, merced a mi trabajo como mando intermedio y función desarrollada en la multinacional de las comunicaciones, con cierta capacidad de liderazgo. Mis amigos me dicen que soy bastante asequible y convincente y poco altivo de carácter.
Por qué decidí ser escritor: Aunque a nivel de marketing quedaría muy bien, pero pienso que como suprema decisión irrevocable, fruto de las musas de la inspiración o del tormento, nunca fue en mi caso. Lo que sí tengo claro es que, aunque suene a pedante topicazo, las historias y los personajes que se fueron acumulando en mi cerebro fueron los que decidieron utilizar mi pluma como vía de escape para ver la luz. Aunque, que yo recuerde, siempre he escrito pequeñas historias de consumo propio o, en todo caso, como alimento de emociones entre amigotes de la panda. A los veinte y pocos años completé el manuscrito completo de mi primera obra a la que titulé Mentiras peligrosas. Después vinieron otros manuscritos, y otros y otros, siempre con la ilusión de que algún día llegaría a escribir la gran obra de mi vida.
Mis autores preferidos y por qué: Tengo varios referentes en la literatura, pero de los más contemporáneos, sobresaliendo por encima de todos se encuentra Miguel Delibes, Vázquez Montalbán, Umbral, etc., aunque reconozco que algunas obras de Pérez Reverte me han gustado bastante.
Mi obra favorita de otro autor: Podría decirse que son varias, pero para no extenderme solo mencionaré dos obras, Los Santos Inocentes, de Delibes y La Tormenta, de Juan Manuel de Prada.
Mi obra favorita de las que he escrito: Como padre de las criaturas me siento orgulloso de todas mis obras, tanto de las publicadas como de las que todavía no han visto la luz, y aunque reconozco que con la edad mi relación con la escritura se ha ido volviendo más compleja, creo que la obra Siega y viento es la más completa, aunque por otro lado piense que la buena, la definitiva, será la siguiente.
Mi estilo literario: Aunque he tocado varios estilos —historia, ensayo o relato–, donde mejor me encuentro es en la novela épico-dramática. Y por supuesto, el periodo de la postguerra civil española la tengo como la mejor fuente de inspiración para cualquier escritor que le guste novelar hechos reales, casi siempre relacionado con los perdedores. Una fuente, ya digo, inagotable.
Una cita de un autor que me guste: «Tu libertad termina donde comienza la mía». Aunque son varios los autores que se atribuyen la frase, entre ellos Cervantes, creo que la rotunda frase es un bien patrimonial que debería tenerla todo el mundo como referencia.
Obra en la que me encuentro trabajando en la actualidad: Apenas hace una semana acabé una novela que trata sobre el éxodo infantil en tiempo de la Guerra Civil Española. La vida y milagro de un niño exiliado a la fuerza y que a su regreso, ya de adolescente, la vida misma fue la que pretendió exiliarse de él. Drama, aventura y emoción a raudales. Convirtiéndose, a mi modo de ver, en un thriller de desarrollo trepidante e imprevisto para el lector.
Algo sobre mi manera de entender este mundo: Creo que el mundo es un enorme carnaval y aquel o aquella que no encuentre su careta apropiada está condenado a ser engullido por el agujero negro de la sociedad.
Mis proyectos inmediatos: En lo personal, intentar ser feliz todos los días; en el mundo de la literatura, continuar en busca de la tecla literaria que me permita el reconocimiento del gran público sin fronteras de por medio, y para ello no hay mejor camino que dar con mi mejor obra, por tanto, seguiré buscando. Retornando de nuevo a lo personal, mis proyectos de futuro son los mismos que mis proyectos del presente, como he dicho antes, ser feliz y seguir escribiendo un día y otro ya que, para mí, poder escribir todos los días se convierte en mi éxito más cercano.