Miguel Vargas, autor del libro La primera puerta del espanto. Editorial Adarve, publicar un libroNací en el año 1971 en Santiago, la capital de Chile, pero crecí en Valparaíso donde, por razones de trabajo, mi familia se mudó. Viví allí hasta que, en el año 2011, también por razones de trabajo, me instalé en Santiago. Estoy casado y tengo dos hijas.

Valparaíso fue un puerto importante en el Pacífico y luego lo fue sólo para Chile. Junto al mar, una franja estrecha de tierra, conocida como «el plan», se estrella contra las colinas desde donde cuelgan casas multicolores. El aroma del mar, el graznido de las gaviotas, la actividad intensa de los estibadores, de las grúas en el muelle y de los marinos, quienes, anhelantes, después de desembarcar, buscan lo que la ciudad les puede ofrecer, crean una impronta distintiva, una melancolía por una vida desconocida que se vislumbra más allá de donde el horizonte azul del océano se extingue y que a quienes crecimos allí nos impele a partir.

Primero quise, naturalmente, ser marino —quizás bombero o astronauta en algún momento— luego escritor, y, entremedio, la necesidad me inclinó por la más gris ingeniería, carrera que nunca ejercí. Insistí con caminos vocacionales curiosos y me especialicé en Economía, me sedujo la comisura entre las matemáticas y la ciencia social. Partí a Inglaterra a doctorarme y, una vez más, mi interés por las letras me llevó a estudiar, en paralelo a la Economía, Escritura Creativa en la Universidad de Oxford.

De mi madre aprendí el esfuerzo y la perseverancia, ambas virtudes muy importantes si se quiere ser escritor. Cuando mi padre nos dejó, la vi, con la constancia de una hormiguita, trabajar sin descanso para educarnos a mi hermana y a mí. A ella debo todo lo bueno que soy. Todo lo malo, es mi exclusiva responsabilidad.

Durante el año no salía de casa más que para ir al colegio. Como mi madre nos crio sola y ella trabajaba, era la forma de asegurarse de que no nos sucediera nada. Pero en las vacaciones de verano iba a casa de mis abuelos, un panadero palentino y su gentil y trabajadora mujer Leontina, mi abuelita Tina, en Nogales. Ahí no pasaba en la casa más que para comer y dormir. Cruzaba la calle y jugaba con mi amigo Ricardo, a quien nunca más vi. No solo recibía el cariñoso cuidado de mis abuelos, sino que también de los hermanos de mi madre, el tío René, mi tía Mónica, mi tía Silvia y de mi segunda madre, mi tía Martina.

Mi padre se murió de cirrosis, mi tía Martina de cáncer. Esta es una de mis mayores tristezas. Mi madre sigue viva. Esta es una de mis mayores alegrías.

Trabajo en una universidad como profesor de Economía. Leo, temprano en la mañana y tarde en la noche, escucho música con audífonos y sin ellos, le robo horas al día para escribir. Veo a mis hijas y en mi rostro surge una sonrisa de orgullo. Me duermo cuando ya debería estar durmiendo hace horas y espero que al otro día solo pasen cosas buenas.

Aficiones: Más que aficiones tengo vicios: leer cuando no se debe, escuchar música con un volumen inadecuado, pensar mal de la gente, reírme en silencio de los otros y a carcajadas de mí, dibujar malos dibujos, gozar del roce de la pluma sobre el papel cuando garrapateo ideas, beber una o tres copas de vino, tomar café hasta no poder dormir, apreciar el aroma del césped, del mar y de la mañana, flotar sobre el agua con los ojos cerrados, empeñarme en desear lo que nunca tendré, soñar con ser una ballena azul que nada en la profundidad sin que nadie la moleste, cantar desafinado, hablar sin pensar, no hacer lo que digo que haré, ser muy infiel a mis principios, dar cátedra de lo que ignoro, comer en exceso lo que me gusta, no comer lo que no me gusta, imaginar un mundo que no fue, escribir para inventarlo.

Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Soy holgazán, envidioso y libidinoso. Como soy consciente de que estas no son precisamente virtudes, lucho todos los días contra ellas. Algunos días gano… otros días pierdo.

Cuéntanos por qué decidiste ser escritor: El culpable fue mi padre. Todos los días, después de almuerzo, nos leía, a mi hermana y a mí, Cervantes, Wilde o Poe, como si fueran una telenovela. Detenía la historia para regresar al trabajo. La acuciante ansiedad que me atenazaba para que continuara con la lectura la recuerdo con nitidez.

De pronto, a los trece años, la tarde de un día cualquiera de invierno, sentí la necesidad de hacer lo mismo, de ser capaz de mantener la atención de alguien, como si se tratara de una telenovela, contándole una historia, narrándole algo que le haga ver que no está solo, que todos compartimos algún dolor, y que a través de este reconocimiento mutuo lo podemos redimir.

Empecé a escribir en una vieja máquina Remington doce de 1927, fue un cuento de misterio. Seis años más tarde, a los diecinueve, un espacio libre en mis clases de la universidad me permitió asistir al taller de Literatura de Ciencia Ficción y Fantasía del escritor Sergio Meier. Quedé fascinado con el género. Devoré todas las lecturas recomendadas y escribí de manera frenética cuentos de inspiración lovecraftiana. Desde entonces no me he detenido. Me hice amigo de Sergio. Lo visitaba en su casa en Quillota. Nos mostrábamos nuestros trabajos y nos hacíamos recomendaciones para mejorarlos. Lamenté mucho su muerte.

Mi primera novela «En todos los burdeles del mundo» la publiqué en 2007. Hubo un hiato largo, hasta que en 2022 vio la luz «La primera puerta del espanto» y fui finalista del concurso de microrrelato de la editorial Real Noir.

Autores preferidos y por qué: Cervantes, porque inventó la novela, mostró a los escritores la libertad para crear a su antojo, introdujo la ironía, porque el más loco es el más sabio y el más simplón el más profundo, y porque el Quijote me lo leyó mi padre en una edición antigua con ilustraciones de Doré.

Wilde, por el ingenio, porque para él el arte era belleza y emoción, y esto es algo que, lo logre o no, siempre tengo presente al momento de escribir: cómo conseguir conmover; y, por supuesto, porque me lo leyó mi padre en una edición Aguilar de sus obras completas.

Poe, porque inventó el género policial, porque me paralizó de terror cuando mi padre me lo leyó, porque me mostró que hay belleza donde se supone que no la hay y porque el horror es un sentimiento importante que nos enseña más que la tranquilidad o la alegría que, en literatura, son mudas.

Borges, porque es el mejor escritor en lengua castellana desde Cervantes. De su lectura aprendí que sólo nos queda disfrutarlo y que al escribir debemos huir de él.

Flaubert porque si Cervantes inventó la novela, él la revolucionó; Nabokov, porque mete el dedo en la llaga, Lovecraft porque supo combinar géneros y me mantuvo con el corazón en la garganta; Philip Dick porque nos hace dudar acerca de qué es real y qué no lo es; John Williams por la belleza del fracaso; Joyce por el fracaso de la belleza; Hammett, por los golpes y los insultos; Williams Burroughs, por los recortes, las repeticiones y la obsesión; James Ellroy, porque me enseñó mis rincones obscuros; Paul Bowles, porque a veces también quiero perderme en el desierto; Herman Melville, porque preferiría no hacerlo; Chandler, porque hoy todos somos Marlowe; Patricia Highsmith, porque ella no es Marlowe y Miguel Vargas-Román porque escribirá esa novela que añoro leer y aún nadie escribe.

Tu obra favorita de otro autor: El Ulises de Joyce. Leerlo es leer la evolución de la novela en un solo libro. Joyce, a la par de contar la historia de un día en la vida de Bloom, incursiona, con destreza, en cada estilo y género literario desde la edad media al presente. Es un libro desmesurado, que no teme incomodar, tanto que fue censurado al momento de su publicación. Experimenta con el lenguaje y la estructura y le da una importancia gravitante a la sonoridad de las palabras y al ritmo de la escritura. Joyce dijo del Finnegans Wake, su siguiente novela, que había que leerla en voz alta y con acento irlandés para entenderla. El Ulises, igual que el Quijote, nos descubre algo nuevo con cada lectura y está plagado de ironía y humor.

Me impresionó cuando lo leí por primera vez. Su lectura no es sencilla y demanda concentración y esfuerzo. Pero hay un premio al final. Entender sus juegos de palabras y referencias culturales nos sacan una sonrisa de placer y satisfacción. Empuja a ir más allá, como lector pera también como escritor. Hurga en el espíritu humano hasta conmover. Es bello, grosero, culto y popular, difícil y entretenido, es un resumen de la literatura y una invitación a disfrutar de ella.

Tu obra favorita de las que has escrito: He publicado dos novelas, muy diferentes ambas y a ambas les tengo especial cariño. La primera «En todos los burdeles del mundo» es una combinación de fantasía y metaliteratura. En ella un escritor holgazán muere de manera prematura y en el infierno de Dante se le da la oportunidad de salvar su alma si es capaz de escribir la novela que tanto proclamó estaba escribiendo. Para hacerlo debe poseer a un escritor vivo y me posee a mí, Miguel Vargas-Román, para hacerlo. Si lo logra o no, es algo que ustedes deben descubrir.

La segunda novela, «La primera puerta del espanto» es muy diferente. Es una novela de género, una novela negra. Agustín Sénones, un perito fotográfico próximo a jubilar, decide investigar un crimen cuando constata que en los recovecos del poder se preparan para echarle tierra. En esta novela, publicada por la Editorial Adarve, se entremezclan historias de corrupción, crimen, desengaño y la intuición de los sobrenatural.

Carlos Salem dice de ella: «Mientras nos cuentan una historia policiaca que empieza como tantas, con un muerto sin motivo aparente, Vargas Román traza sin pretensiones, pero con gran eficacia, el fresco de toda una sociedad, un mural que no intenta explicarlo todo; solo lo muestra, para que cada uno saque sus propias conclusiones».

Tu estilo literario: Mi más reciente novela es de género negro. La novela en la que estoy trabajando ahora también lo es, así que creo que me quedaré por estos lados algún tiempo.

Este género me interesa porque en un crimen confluye toda la miseria humana. Escribir sobre ella permite develar lo más oscuro de la sociedad, para exorcizarlo, denunciarlo y, si se tiene la fortuna, modificarlo. Reciclar la basura es el rol de la literatura.

El enigma es, también, un factor importante. Saber quién es el asesino, saber qué sucederá en la próxima página, saber qué sucederá en nuestras vidas cuando tenemos el corazón roto, cuando iniciamos un proyecto, cuando tomamos por primera vez la mano de quien amamos, cuando nace un hijo, cuando nos derrumbamos y creemos imposible volver a pararnos. El enigma es lo que nos moviliza, el enigma es el combustible de la vida.

Una cita de un autor que te guste: «Un tonto nunca se repone de un éxito» de Oscar Wilde.

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: «Melancolía» es el nombre de la novela en la que trabajo hoy. En «La primera puerta del espanto» aparece Pedro Abelardo, el detective de Asuntos Internos, que, si bien no es el personaje principal, juega un rol crucial en la historia. En esta novela, sin embargo, será el protagonista. Con este libro se inaugura una serie centrada en él, el incorruptible policía que siempre se involucra más de lo necesario y termina pagando el precio por conseguir a como dé lugar que se haga justicia más allá de lo que la ley señale.

Algo sobre tu manera de entender este mundo: Lo que entiendo de este mundo es que no lo entiendo. Estamos vivos sin saber muy bien para qué. La religión es una respuesta para esta pregunta. Pero los que no somos creyentes lo tenemos un poco más difícil.

La Razón provee otro camino, sin embargo, a los lugares que llega no son muy halagüeños. El absurdo de la vida está allí y al mismo tiempo su maravilla, la que hace que valga la pena vivirla. En el «Mito de Sísifo» Camus habla del hombre absurdo y cómo este debe rebelarse para enfrentar el sinsentido de la vida. Así la existencia se torna valiosa a través de la ética de la cantidad, la acumulación de experiencias. Cioran, otro existencialista, a pesar de su pesimismo, señala que, aunque la vida sea absurda su mayor misterio es que vale la pena vivirla.

Me considero un existencialista optimista. Algo así como que asumo que, ya que estamos acá, debemos maximizar las experiencias que nos hacen abrazar la existencia y sacar lo mejor de ella para gozar de los destellos de felicidad que nos puede regalar.

Tus proyectos inmediatos: Actualmente escribo la novela «Melancolía», primera de la serie de Pedro Abelardo, la que espero tener lista en junio de 2023. Además, he estado trabajando en los primeros apuntes de la siguiente: «El absurdo», segunda del inspector Abelardo, en la que se topará una vez más con el perito fotográfico Agustín Sénones y tendrán que enfrentar un caso en donde el crimen se entremezcla con la brujería y lo sobrenatural.

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