Pontevedra, 1998. Desde siempre, siente debilidad por las Humanidades, particularmente por la literatura. De familia mayoritariamente cristiana, participa de la Iglesia hasta poco después de recibir la confirmación. Años más tarde de rechazar la idea de Dios, se sume en una crisis existencial, al tener que afrontar la totalidad del absurdo. Este libro es producto de todo aquel dolor y un intento, por parte del autor, de ayudar a otras personas ante una situación similar.

Donde resides, tu edad, tus estado civil:
Tengo 26 inviernos –y lo digo así porque nací en diciembre aunque en Pontevedra no nieva–. Por suerte, ahora mismo, tengo la fortuna de vivir de forma independiente en un pequeño pueblo de Redondela, en lo alto de un monte. Las cuestas con el coche son terribles –prácticamente hay que subirlas en primera– pero las vistas de la Ría de Vigo son espectaculares y muy inspiradoras. Vivo con mi novia, con la que he cumplido dos años hace muy poco y con la que espero casarme algún día. Cuidamos del gato de mis cuñados, Vicente, que es un gato naranja muy pesado e inquieto. Un sueño de campo, si me preguntas.
Reseña biográfica informal:
La verdad es que mi vida ha estado siempre ligada a la literatura. Apenas aprendí a leer y ya empecé a devorar cuántos libros se me ponían por delante. También era un poco travieso. Una vez mi abuelo tuvo que enviar su abrigo favorito a la tintorería porque yo decidí que había que adecentarlo y usé cuanto producto cosmético encontré en el baño –como se puede apreciar, cuando no invento historias, ya me encargo yo solito de producirlas–. Después del instituto me metí a estudiar filología clásica. No hay nada como los griegos –con los romanos no me llevo tan bien–. Pero me frustró el deficiente sistema académico y abandoné para hacer un ciclo superior de integración social. Me siento irresistiblemente atraído por el ser humano. Eso y escribir: mis dos pasiones fundamentales. Quien sabe, quizá cuando pueda permitirme seguir estudiando me decante por la antropología. Yo que sé. Tengo demasiados frentes abiertos.
Aficiones:
Aficiones tengo muchas, diversas y no siempre sanas. Me gusta mucho inventar historias, obviamente, pero también diseñar juegos de rol, de mesa y hacer fotografías de la naturaleza –muy especialmente flores, pajaritos y abejas redondas y gordas–. De vez en cuando, normalmente con la llegada del verano, fermento hidromiel y macero licores –mi especialidad el ron de frambuesa y el licor café–. Si llueve, me refugio en el sofá con Raquel a ver películas de vaqueros –o romanticadas que te vuelven la sangre regaliz, mis favoritas–. También es habitual que caiga en la peligrosa espiral de jugar Minecraft –¿no es sorprendente para cuánto da un mundo cúbico?–. Si hace sol y no estamos tirados en la hierba leyendo, casi seguro estoy vigilando mis plantas adoradas y mimándolas de la mejor forma que sé… que no siempre es la más acertada, claro. El problema es que, como ya he dicho, tengo muchos frentes abiertos. Así que entre grabar madera, hacer pan y jabón o pasear por el monte… Rara vez tengo claro por qué opción decidirme.

Rasgo más sobresaliente de tu personalidad:
Tengo virtudes –o eso me gusta pensar– pero aunque mis defectos no las opaquen, cuanto menos las empañan. Soy un buen comunicador pero más testarudo que un toro obcecado. Procuro ser muy empático, educado, cordial y amable pero estoy continuamente quejándome de todo. Sueño día sí y día también por lo que se me da genial planear y pensar en el futuro; pero, por eso mismo, apenas vivo en el presente. ¿Mi rasgo más sobresaliente? Una creatividad desbocada, por supuesto. ¿El problema? Que no tengo ni tiempo ni fuerzas suficientes para llevar a cabo todas mis ideas. Las cuales, por cierto, no siempre son buenas –una vez creí que secar unos calcetines en el horno sería una revolución en el mundo del secado–.
Así que supongo que al final soy eso: un soñador obstinado que va por la vida con un montón de ideas y algunos calcetines chamuscados.
Cuéntanos por qué decidiste ser escritor/a:
Supongo que convertirme en escritor era algo que todos se veían venir menos yo. Espero que no se me entienda mal: adoraba leer. Me quedaba una hora más despierto leyendo aún cuando mis padres me habían mandado a la cama. No había nada mejor. No lo hay. Explorar otros mundos con la mente, imaginar otras posibilidades, realidades… para mí es uno de los placeres más exquisitos… y necesarios. Pero tardé en darme cuenta de que yo podía hacer eso. Incluso dudé un poco cuando pensé que quizá yo podía escribir historias. Decidí probar… y resultó que era capaz de hacer algo más o menos decente. Y desde entonces… ¡ya no paré!
Autores preferidos y por qué:
Escoger autores favoritos es para mí como escoger un color o un sabor de helado: dificilísimo. Eso no significa que no pueda dar nombres y motivos.
El primero, sin duda, es Michael Ende. Cuando descubrí en el instituto “La historia interminable” solo podía pensar en el momento de llegar a casa y empezar a leer aquello que tanto prometía –¿una historia que no acaba nunca? No jodas, está hecha para mí–. Me inspiró de semejante forma que a día de hoy sigo convencido de que algún día lograré escribir una auténtica historia interminable.
Luego, las elecciones se complican un poco. Patrick Süskind me dejó perplejo con “El Perfume”. No podía concebir que alguien lograra describir las cosas de forma tal que poco menos que pudieras olerlas en tu habitación. Ya que estamos con un Patrick podemos hablar también del otro, Rothfuss, cuya forma de narrar me sigue teniendo totalmente embelesado.
Tampoco pueden faltar Gabriel García Márquez o Ted Chiang, cuyas formas de escribir me han impactado profundamente.
Sin embargo, hay un nombre que resuena por encima de todos ellos y no sin razón: Marguerite Yourcenar. Su dominio de las palabras es, hasta el día de hoy, la cosa más hermosa que haya tenido el placer de leer. Su forma de narrar, su elección de palabras, su sonoridad… Si me comparase con ella la conclusión sería obvia: jamás lograré escribir algo igual –y, si me apuras, quizá nadie nunca más–.
Tu obra favorita de otro autor:
“Cuentos Orientales” de Marguerite Yourcenar. De cabeza, vamos. Por más que los releo no me canso. A día de hoy, “Kali decapitada” sigue siendo el mejor relato que yo haya podido leer –en francés y en español; porque en ambas lenguas leerla es una cosa de otro mundo–. Su forma de lograr contar historias tan profundas con esa brevedad y esa potentísima construcción de oraciones es una experiencia catártica. Si algún día alguien logra leerme con una décima parte de la fascinación con la que yo leo “Kali decapitada”, sabré que todo esto ha merecido la pena.

Tu obra favorita de las que has escrito:
Estoy muy orgulloso del Theon. Soy consciente de sus errores de principiante y de sus limitaciones pero soy un padre orgulloso de su primogénito. Me gustaría que se leyera y no cayera en el olvido pero soy realista con la situación. Aun así, pienso seguir dándolo todo por darlo a conocer. Creo que es una lectura que merece la pena y, lo que es más importante, que no deja indiferente: habrá quien lo ame y quien lo odie –aunque yo simplemente espero que quien lo lea, al menos, lo recuerde–.
Tu estilo literario:
Ficción. Está claro. De todo lo que he escrito hasta ahora ha sido mayoritariamente relatos y casi todos ficticios. Me gustaría llegar a escribir de casi todos los géneros, claro, pero sé cuál es mi debilidad. No puedo evitarlo. Inventar es mi pasión; sean mitos, romances, mundos o otras posibilidades reales… Inventar. Siempre inventar. Para real ya está el mundo, ¿o no?
Una cita de un autor que te guste:
Qué difícil escoger una cita –y qué tentado estoy de citar “Doctor Who” de forma encubierta–. Pero creo que me voy a quedar con Camus y sus diferentes citas sobre el absurdo. Especialmente en la que dice que “la comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo”. Cuánta razón tenía el sinvergüenza y cuánto tardé en entenderle.
Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad:
Actualmente tengo mi próxima novela en pausa porque, por una parte, no estoy muy seguro de sobre cuál de ellas centrarme –una novela erótica, una cómica o una romántica– y por otra, la más relevante, me he quedado ensimismado con una idea de poemario en gallego con la que estoy disfrutando mucho.
Algo sobre tu manera de entender este mundo:
Para mí, el mundo es una espiral de caos y absurdo en la que todos luchamos por encontrar un sentido. Está lleno de estructuras de poder –algunas tan viejas como nosotros– que perpetúan el estado de las cosas en la dirección que más les conviene. Vivimos oprimidos bajo ellas –y siempre, mientras tanto, luchando por hallar un significado en medio de ese dolor asfixiante–.
Por supuesto, es también el mundo una fuente infinita de hermosura. Ni lo malo eclipsa a lo bueno ni viceversa. Aunque tiendo a ser optimista porque el pesimismo me sume en una profunda y fatal amargura.
Tus proyectos inmediatos:
En estos momentos estoy más centrado en el poemario y en Petapau –una revista mensual digital en gallego de la que me han escogido director–. Ahí me dedico a una variedad interesante de artículos pero mis favoritos son los relatos. Cada mes elaboro una nueva historia de San Lourenzo de Penide: un pueblo ficticio ubicado en sabe Dios que parte de Galicia en el que su gente es, cuanto menos, particular.