Juan José Gandulla. Alicante, 1974. Licenciado en Economía y acostumbrado al trabajo con números, le divierte jugar con las palabras, lo que le ha llevado a formarse en escritura creativa. Consecuencia de esos cursos son: un libro de relatos inédito y la novela corta Distorsión (Ed. Club Universitario, 2023); así como esta, su segunda novela.

Nací en Alicante en el año 1974. Aunque he vivido en otras localidades por motivos laborales y ahora resido en la vecina Sant Joan d’Alacant, mi ciudad es el escenario habitual de mis historias. Igual que Carlos Ruiz Zafón con Barcelona, o Dolores Redondo con el Baztán, tengo la intención de que llegue a ser el centro del universo de las novelas que escriba.

Estudié Económicas y trabajo en el sector financiero. Al ser una ciencia social, tanto por formación como por el desarrollo profesional vivo pegado a la realidad. Una realidad en continua transformación en la que el individuo convive con la tecnología, los números y las decisiones políticas, algo que se filtra en mis narraciones. Eso motiva que todo lo emocional o artístico sea una vía de escape fundamental y cobre un protagonismo sustancial en mis personajes.

Escribir es mi afición principal y, ¿quién sabe?, quizás un día se convierta en un oficio. Entiendo que es una consecuencia lógica de la lectura continua. En casa siempre tuvimos muchos libros y tanto mis hermanos como yo leíamos sin parar. Comenzamos por los cuentos, seguimos por tebeos de Mortadelo y Filemón, de Zipi y Zape, cómics —fui un fiel seguidor de La Patrulla X, los ahora llamados X-Men, y acudía regularmente al quiosco a comprar los nuevos números—, novelas clásicas como Los tres mosqueteros, Ivanhoe, muchas de Julio Verne, las juveniles de Los Cinco o Puck, o aquellas de Elige tu propia aventura. Evolucionamos comprando las ediciones coleccionables de Agatha Christie con las tramas detectivescas de Poirot o Miss Marple, o historias de adultos como Los renglones torcidos de Dios, y se fueron llenando las estanterías de ejemplares, y el corazón y la cabeza de vidas ajenas. Así que, años después, descubrir a Pérez-Reverte en El Club Dumas o El Capitán Alatriste fue lo más natural.

Antes de centrarme en la escritura estuve unos años realizando cursos de fotografía, tanto analógica como digital, en los que aprendí aspectos de composición, ángulos, planos y la manera de contar un relato de forma concisa, con economía de medios. Esto me llevó a redescubrir la poesía y disfrutar con los versos de Luis García Montero o Joan Margarit en su Animal de Bosc.  

Igual que los libros siempre me han abierto la mente, la posibilidad de viajar, otra de mis aficiones favoritas, amplió mis horizontes. La curiosidad del viajero, que no del turista, por descubrir, conocer, aprender en cada ocasión me conecta con ese disfrute que tenía de pequeño con la asignatura de geografía y esos mapas mudos en los que escribías las cordilleras o los ríos. O con las banderas y las capitales de las páginas de en medio del diccionario Sopena que competíamos a acertar. Mantengo el deseo de visitar algún día Japón y yo creo que se debe a un trabajo realizado en la EGB sobre ese país. Sí, la infancia nos marca.

Soy una persona introvertida, tímida. Tal vez sea una característica de muchos lectores, que construimos nuestro propio mundo interior con ladrillos de papel. Creo que tengo una buena capacidad analítica y lo que más valoro es mi libertad de pensamiento. Es mi tesoro. Por contra, mi peor defecto es el temperamento, que de vez en cuando tiene la necesidad de explotar, como si fuera un volcán y derramar lava de enfado. Me esfuerzo en controlarlo, pero no es fácil, entiendo que es la naturaleza.

Comencé con los cursos de escritura creativa por la crisis de los cuarenta. Me hicieron mucho bien y me pusieron en el camino de la creación. Así que tras muchos relatos me lancé al proceso de mi primera novela corta, Distorsión, con la decidida voluntad de perturbar.

un crimen, de juan josé gandulla

Un crimen publicada con Editorial Adarve es mi segunda novela corta. Si Distorsión fue una carta de presentación que exploraba muchas posibilidades, Un crimen busca con una estructura más sencilla y un estilo reconocible de palabras y frases con más de un sentido evocar sensaciones y estimular al lector en el deseo de descubrir al autor del crimen inicial y en conocer a la persona asesinada. Ha sido muy fácil colaborar con la editorial y las correcciones han mejorado el resultado de la obra. Considero que la portada nos quedó muy bien. Es singular y muestra fragilidad y fuerza.

Intento que el género de novela negra en el que se enmarcan mis historias acoja a personajes interesantes con una amplia gama de grises, con múltiples defectos y contradicciones que los hagan atractivos y con los que el lector pueda empatizar. Disfruto con las historias de suspense en las que se cuela la violencia. Busco provocar reacciones en el receptor que, a veces, precise un respiro y, otras, sienta la necesidad física de continuar unas páginas más.

Actualmente estoy trabajando en la que será mi tercera novela. Voy más despacio de lo que quisiera, pero la adicción a la escritura me llevará a su conclusión, más tarde o más temprano verá la luz. También estoy empezando con mi perfil público de Instagram: @juanjogandulla, en el que combino fotos y frases que permiten ampliar el contenido de los libros.

En paralelo, sigo leyendo. Una gran variedad de autores, pero básicamente del siglo XX o XXI. Por citar a algunos nombraré a: Paul Auster, Siri Hustvedt, Nora Ephron, Seicho Matsumoto, Chirbes con En la orilla, Sampedro con La sonrisa etrusca —escritor que también era economista entre otras facetas—, Teresa Cardona, Pedro Mairal, Andrés Neuman, Eloy Tizón, Antonio Muñoz Molina, Manuel Vilas, Javier Castillo o Jon Bilbao.

Pero si tuviera que destacar algún libro de los últimos tiempos sería Patria de Fernando Aramburu. Por diferentes cualidades: el estar pegado a un territorio y contar la dura realidad del País Vasco durante muchos años, los personajes tan formidables, la dualidad entre lo femenino y lo masculino, entre el amor y la violencia, el recuerdo y el perdón, por las familias retratadas, por ese narrador que se cuela en los pensamientos y los sentimientos de cada uno de los protagonistas, por el maravilloso uso del lenguaje. Es una obra maestra, sin duda.

Así que, para terminar, citaré el comienzo de esta novela, del primer capítulo Tacones sobre el parqué y con unas cuantas palabras ya veremos la herida, la dualidad, la fractura, el paisaje, la sumisión. Hablar de unas cosas y de otras a la vez. Genial.

Ahí va la pobre, a romperse en él. Lo mismo que se rompe una ola en las rocas. Un poco de espuma y adiós. ¿No ve que ni siquiera se toma la molestia de abrirle la puerta? Sometida, más que sometida.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies