José Manuel Aspas autor de La conjura de la justicia. Editorial Adarve, publicar un libroResido en Valencia, una ciudad luminosa e inspiradora. Con mis 65 años y felizmente casado, solo me preocupa ser feliz. Nací en esta misma ciudad.

He estado ligado durante toda mi carrera profesional, al sector de la seguridad privada. Desde hace unos cuatro años me dedico en exclusiva al fantástico mundo de las letras. Aunque publiqué mi primera novela, El Jardín de la Codicia, en el año 2016.

Soy una persona con múltiples aficiones, disfruto con paseos por el campo, me maravilla la naturaleza. Considero hacer deporte fundamental para encontrarse bien, tanto física, como anímicamente. Soy un curioso de la historia y un apasionado por el arte, sobre todo pintura barroca. Y, por supuesto, la lectura.

El rasgo que más me caracteriza posiblemente sea la curiosidad y la sencillez en todos los aspectos de la vida. También me considero una persona con un alto grado de empatía. Y valoro en las personas su capacidad de reír.

Sin duda alguna, escribo como consecuencia directa de ser un empedernido lector durante toda mi vida. Mi primera inmersión en el mundo de las letras se produjo hace muchos años, escribí unos cuentos a mis hijos cuando estos eran pequeños, pretendía estimularles el hábito por la lectura y disfrutar juntos del maravilloso mundo creado por la imaginación. Y, también, sentir el placer de crear.

Ese mismo sentimiento, posiblemente, me inspiró años más tarde para atreverme a escribir mi primera novela, El Jardín de la Codicia, publicada en el 2016.

Siempre digo, que leer es divertido. Pues lo mismo he encontrado escribiendo, plasmando lo que uno imagina sobre el papel, divertirme.

Por desgracia, no provengo de una familia de lectores, por lo tanto, no adquirí esa afición de pequeño.

Me inicie de crío con esas novelas de vaqueros en ediciones de pequeño formato de Marcial Lafuente Estefanía, no se rían, con diez años, eran espectaculares.

Sin educación familiar como lector, explorar la literatura era complicado, recuerdo novelas de Agatha Christie, Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle o Raymond Chandler, muy interesantes. Posteriormente, estos escritores los considero extraordinarios creadores de un género innovador, verdaderos genios por crear nuevos caminos literarios, por ello, su valor.

Exploré la novela costumbrista, sin ir más lejos, literatos fabulosos y cercanos, como Vicente Blasco Ibáñez o el memorable Benito Pérez Galdós, cuya obra en su día me enamoró.

La primera novela que me impactó, tendría unos 17 años fue “El Conde de Montecristo” de Alexandre Dumas. Sentir a través de las letras la amistad, la traición, la venganza, el amor y la aventura, fue sin duda emocionante. Un año más tarde leí “La insoportable Levedad del Ser”, de Milán Kundera, libro que, a decir verdad, disfruté mucho más cuando lo releí años más tarde. La Condición Humana, de André Malraux, es un libro imprescindible y que siempre he recomendado. El primer Thriller que me engancho como lector de este género, entre otros, fue el Dragón Rojo, de Thomas Harris.

He escrito anteriormente que soy un curioso de la historia, por ello, combino entre mis lecturas, la novela histórica, disfrutando con la pluma de Santiago Posteguillo, Arturo Pérez Reverte o Jorge Molist, entre otros.

Escoger un escritor o escritora y una obra en concreto como estrella de mi universo, es difícil. Soy admirador de muchos.

Posiblemente admire en particular la prosa de Arturo Pérez Reverte, la creación de personajes y diálogos los considero magistrales.

Y, por nombrar un escritor, donde su obra en general, no me ha defraudado nunca, es Frederik Forsyth.

He publicado cuatro novelas, El Jardín de la Codicia, Los Monstruos no Anidan en la Oscuridad, Avaritia y Las Costuras de la Justicia.

He disfrutado con las cuatro, también, algo imprescindible, me he divertido, imaginándolas y escribiéndolas. Pero si tuviese que destacar alguna, me inclinaría por la primera, no por ser la primera, sino porque en ella surgieron dos personajes que inicialmente eran secundarios y posteriormente, se convirtieron en imprescindibles como inspiradores y amigos personales de este humilde escritor. En ellos pienso como personas con las que he compartido experiencias personales.

Fue Raymond Chandler quien acuñó el término de “Novela Negra” al género de novela policiaca que escribía, Agatha Christie. Unos años más tarde, John le Carré, aprovechando la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, incluyo con éxito un tipo de novela que subrayó como “Novela de Espías”. Con la aparición de novelas donde en la trama, como uno de los principales personajes, era un psicópata acerado y cruel, considerado un asesino en serie, se acuño el termino Thriller.

Hoy en día, hasta los críticos, mezclan en una misma novela estos términos, en multitud de novelas sin que existan rasgos totalmente diferenciadores.

Por mi parte, yo considero, y así me dirijo cuando nombro mis novelas en cualquier conversación, como de “Acción e Intriga”.

Y, como anécdota, cuando escribo, intento en mis tramas, no ocurre en todas, que, en mitad de la obra, acontezca un cambio de trama brusco, que sorprenda y genere en los principales personajes perplejidad ante lo que está sucediendo. Y me divierte, que de esa incertidumbre se contagie el lector.

“Un libro se puede quemar o perder, pero, cuando uno lo ha leído, el libro ya forma parte de su persona y sus conocimientos duran tanto como él”.

El Último Judío, de Noah Gordon.

En este momento estoy trabajando en un proyecto que me está a mal traer. He modificado su boceto inicial tres veces cuando me he puesto a trabajar sobre él. Todavía no tiene nombre, aunque si espíritu, el problema que el personaje principal, su espíritu es muy peregrino y darle vida y pasado me está costando. Pero seguro que hablaremos de él en un futuro próximo.

Concibo la vida con el color de la mar que baña mi ciudad, con el olor a salitre en un día de tormenta, con la serenidad que sus olas, en un día tranquilo te trasmiten, pero sabiendo que esas mismas olas, se transformaran en otro momento, con la misma fuerza y pasión que nuestra experiencia nos recuerda que de todo hay en una vida.

He llegado a dos conclusiones, una de ellas vital. Que hay que luchar por hacer feliz a esas poquitas personas que están en tu interior para serlo tú, y reír, reír mucho. La otra, incuestionable e irrefutable, “nunca digas de esta agua no beberé”

Próximamente, publicaremos por su editorial, “El Error”.

Y mis otros proyectos inmediatos son de una simplicidad total, seguir escribiendo. Por supuesto, seguir leyendo (mi verdadera pasión). Y continuar con mis aficiones y, a ser posible, viajar.

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