Natural de El Puerto de Santa María, Cádiz, es capitán de la marina mercante. Además del ejercicio profesional en el mar, ocupó la dirección general de varias empresas de logística. Ejerce vocacionalmente la escritura desde su juventud, habiendo realizado incursiones en diferentes géneros literarios: novela (histórica, romántica, policiaca, de aventuras, de intriga y de suspense), así como relatos y cuentos infantiles.

En la actualidad tengo mi lugar de residencia en la bonita ciudad de El Puerto de Santa María (Cádiz) y mi estado civil es el de viudo. Soy natural de El Puerto de Santa María y, por lo tanto, gaditano. Por motivos laborales, siguiendo los pasos de mi progenitor, tuve la oportunidad de vivir durante mi infancia y juventud, en diferentes lugares de España como; Coria del Río, Sevilla, Écija.

Cursé estudios de náutica en Cádiz, y soy Capitán de la Marina Mercante.

El ejercicio profesional embarcado me llevó a visitar diferentes puertos de Europa, América del Norte y del Sur, África y Asia, durante un periodo de más de doce años, y después, ya desde tierra, ejercí puestos de alta dirección en empresas de Transporte, Logística y Distribución. En la actualidad mi profesión es la de escritor.

Entre mis aficiones, que suelo practicar con frecuencia, siempre que me es posible, están: la pintura impresionista/realista, los viajes, la lectura y, sobre todas ellas, la escritura, que ejerzo de manera vocacional desde hace muchísimos años.

En materia laboral considero que tengo una personalidad emprendedora, con alta capacidad de trabajo y liderazgo ejercido durante años.

Soy metódico y ordenado en mi trabajo y en mi vida personal.

De buen carácter, alegre, jovial, risueño, extrovertido, sencillo y siempre enfocado a resolver conflictos. Buen amigo. Nada arrogante. Creo que soy un tipo simpático por lo general, que procura que aquellos que se encuentran a mi alrededor se sientan a gusto, eso sí, de forma natural, sin forzar situación alguna.

Quizás peque de un poquito de inmodestia, ¿no? Dicen que, si tú no te quieres, nadie te querrá.

Después de años de lectura continuada, sentí la atracción por la escritura, que la tomé como un reto a mi capacidad para crear, desarrollar y completar una novela del estilo de las muchas leídas. Las de intriga, suspense, thriller, etc., que de siempre son mis preferidas.

Me lo tomé como un reto y estuve muchos años escribiendo, autocorrigiéndome y presentando mis escritos a cuantos certámenes se convocaban, hasta que algunas editoriales comenzaron a mostrar interés por mis trabajos.

Dado el género de mis preferencias, mis autores son aquellos que desarrollan su actividad creativa dentro del género del suspense.

Podría hacer una lista quizás un poco larga, porque son muchos los que me gustan, aunque a cada uno en su género, pero resumiendo, citaría de entre los nacionales a Arturo Pérez Reverte por la claridad con la que habla sin amilanarse. Para él, lo blanco es blanco y lo negro es negro sin tener que cumplir con los dogmas de la secta predominante. Sus obras reúnen esos condimentos indispensables con los que consigue un guisado de buen gourmet.

Alberto Vázquez Figueroa, por lo prolífica de su creación, rondando géneros dispares que enganchan.

De los extranjeros a John Grisham y David Baldacci, porque el género literario de ambos es el que desde siempre me ha cautivado.

Me es difícil mencionar una sola obra favorita. Cualquiera de las muchas que tienen los autores, John Grisham, (La tapadera, El testamento, El informe Pelícano…), y de David Baldacci (El inocente, Control total, El Ganador, Fracción de segundo…).

Me entusiasman porque te enganchan desde el principio.

¿Quién se atreve a escoger de entre sus catorce hijos, a uno solo al que considerar su preferido, cuando todos han salido del mismo seno?

Todas y cada una de mis catorce obras publicadas hasta el momento, tienen para mí algo muy especial. Todas han constituido un reto que he debido afrontar y que me han proporcionado la satisfacción de haberlos visto superados.

Desde la primera, porque fue un logro ansiado, y hasta la última, porque acaba de ver la luz, y que ha sido un largo camino en la búsqueda de la información necesaria, todas son mis preferidas, aun con sus luces y sus sombras.

portada del libro El escribano del rey

Por lo que he descrito, cada una de mis obras literarias han constituido, hasta el momento, un reto a los que me he ido enfrentando tratando de medir mis propias capacidades, de ahí que en mi porfolio haya novelas de aventura, románticas, históricas, de misterios e intrigas, así como relatos y cuentos.

Dicho esto, el estilo literario en el que me encuentro más a gusto es en el de la novela de ficción, negra, suspense, intriga, thriller, etc., un género en el que seguramente me concentraré.

Un estilo que me atrajo desde siempre, porque en él, no solamente hay que crear el personaje del malo, sino que hay que pergeñar la forma y manera en la que el detective lo ha de descubrir y detener de una forma que sea creíble para el lector.

No suelo retener en la memoria citas ligadas a sus autores, aunque en la vida diaria me sean de aplicación, pero por no pasar palabra citaré a, Johann Wolfgang von Goethe cuando dijo aquello de que “El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada.”

Una cita que me va al pelo, dado los diferentes retos a los que me he enfrentado tanto en mi vida laboral como en la vocacional, haciendo incursiones en diferentes géneros literarios sin ponerme el freno con el temor a equivocarme.

Estoy trabajando en la actualidad en una nueva novela de misterio e investigación policial, que si nada lo impide, se titulará “Asesinato con olor a petróleo”, y que se integrará en la saga de Jon Santuregui, (Asesinato con aroma de vainilla y Asesinato con fuerte olor a quemado, ambas novelas disponibles en Amazon.es), pero al mismo tiempo, estoy corrigiendo orto tipográficamente, y poniéndolas en disposición de publicarlas, a otras dos novelas que tengo escritas desde hace algún tiempo, tituladas “Búscame en la oscuridad de tus recuerdos” y “La astucia del corsario inglés”.

Me atrevería a decir, desde la humildad, que, a este mundo, en sentido global, “no hay quien lo entienda” Y lo que es peor, los que podrían ayudar a que lo entendiéramos y lo humanizáramos, solo están atentos a sus propios ombligos o sus beneficios.

Tanto el bien común, como también el sentido común, son cada día los menos comunes de los sentidos.

Una crisis inmensa de valores, de los más elementales, no es necesario elevarse al firmamento, sino de los de andar por casa, nos llevan arrastras hacia un precipicio de fondo ignoto, y del que no será fácil salir.

Hace unos años, el peligro nuclear y la posibilidad de la devastación total de nuestro planeta, si a alguien se le escapaba una bomba, hizo que algunas conciencias se activaran para evitar un desastre de esa magnitud, y pareció que la cordura empezaba a establecerse, pero ya vemos a diario los noticiarios; guerras incomprensibles e injustificables por aquí y por allá, agresiones de unos países a otros sin más motivos, en algunos casos, que la vanagloria personal del descerebrado jefecito de turno. Naciones ricas en materias deseadas por todos, con gobiernos autoritarios en todo el orbe, que sacrifican a la población, llevándola a la hambruna más absoluta por la práctica de unas doctrinas políticas nefastas y creencias mil veces fracasadas.

De ser posible, si pararan el tren en cualquier momento, sin necesidad de haber llegado a ninguna estación, creo que seriamos unos cuantos los que nos bajaríamos allí mismo, porque al paso que vamos, lo que ha de llegar no pinta nada bien.

Esta frase no sé de quién es, pero aquí la dejo: “Yo ya no busco a mi alrededor a los que piensan como yo, ¿para qué? Sencillamente, busco a los que, como yo, algunas veces piensan”. Aunque solo sea un poquito.

En lo personal, mi proyecto más inmediato es tratar de exprimir la vida tanto como me sea posible, para sacarle el máximo jugo que me permita disfrutar de todo aquello que me gusta. La vida es tan corta, que no debemos perder un minuto sin disfrutarla.

En lo vocacional, completar las obras literarias que tengo empezadas y las que aguardan turno en mi imaginación, para procurar verlas publicadas antes de que vengan a recogerme.

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