Jesús Durán autor del  libro Al aire de mis sliencios. Editorial Adarve, colección Verso y color, poesía. Editoriales de EspañaNací en Carmena, un pequeño pueblo de la provincia de Toledo, hace ya muchos años, tantos que no quiero contarlos, en el seno de una familia de maestros; maestro fue mi abuelo, mi padre y lo fue después mi hermano; también mi hermana se licenció en Pedagogía. No recuerdo día alguno en el que los libros no estuvieran al alcance de mis ojos y de mi corazón después; ellos han formado parte del paisaje de mi vida. La educación, la cultura y el trabajo impregnaban en casa nuestras vidas y el artífice de todo aquello fue, sin querer, mi abuelo, un tenaz campesino de la España rural, un hombre de un coraje y un tesón incomparables, cuando con algo más de veinte años un desgraciado accidente le llevó a perder una pierna que se había gangrenado y no pudieron salvar los médicos. A partir de entonces compaginó como pudo el trabajo y los estudios de magisterio para abrirse hueco en la vida. Después transmitió esa hermosa vocación a su linaje.

Mi afición por la literatura viene desde que era muy joven; tengo la certeza de que en eso tuvo mucha culpa mi padre, que me inculcó desde niño la afición por la lectura. El también me preparó para los primeros cursos de lo que antes llamábamos el Bachiller Elemental; creo que fue al aprobar el primer curso, aún no había cumplido los 11 años, cuando me regaló Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. Entonces, como es natural, no supe calibrar la calidad de aquel pequeño libro, pero sí, quizás, la belleza de la historia y creo que también la manera de contarla. Desde aquellas fechas mi afición a la lectura ha ido creciendo continuamente.

Después  mi padre pensó que no podía continuar preparándome y me envió a Madrid para seguir mis estudios; fueron cinco años de internado, de disciplina, de fila india y evaporadas comidas en un internado de fuego que dolía. Ya se sabe que de los momentos difíciles y de las batallas deviene el aprendizaje y afortunadamente allí, en aquella hoguera aprendí a quemarme y salí fortalecido.

También en Madrid hice los estudios de Ingeniería Técnica y acabada la carrera entré a formar parte de la plantilla de Hidroeléctrica Española, actual Iberdrola, y prácticamente desde entonces vivo en Toledo, una ciudad llena de encanto y misterio, que nunca terminas de conocer.

Me casé con una hermosa mujer, pero la desidia y el egoísmo matan el amor y me separé desgastado; he tenido tres hijos maravillosos que junto a la poesía me dan la vida.

Devociones placenteras no pueden faltar y con estos antecedentes mi afición imprescindible no podía ser otra que la lectura y esta te conduce a la escritura después (mucho después). Pero no solo de libros la inclinación te ampara, y he tenido y tengo tantas aficiones que hasta enumerarlas da un poco de vértigo. Me gusta la práctica del deporte, que ha ido cambiando con el tiempo, empecé de niño con el futbol y, pasando por otras como el senderismo o la carrera de fondo, he terminado practicando golf. Disfruto con un paseo, solo o acompañado. Me gusta el cine, el teatro, los musicales. Me encanta la música, soy hijo de la época de los grandes (los sesenta, los setenta y los ochenta); había tantos y tan buenos músicos que mencionar a alguno sería injusto. No puedo pasar sin la compañía de los amigos, un buen vino, una comida placentera si se tercia y largos, largos ratos de conversaciones interminables sobre cualquier tema. Pero también busco quedarme solo y en silencio.

Las huellas de la infancia y del pasado te marcan y los ancestros siempre señalan un camino, que a lo largo de tu vida no terminas de allanar. Pero la autocrítica debe ser el norte de todo aquel que quiera ser libre y el trabajo, los libros y el aprendizaje en general pulen tu arquitectura hasta conformar tu idiosincrasia. De eso estoy seguro, pero no sé a ciencia cierta cuál es la mía.

Dicen que soy muy reflexivo porque medito las cosas antes de tomar decisiones y yo añadiría que soy sanamente disciplinado conmigo mismo. Dicen que soy tolerante y generoso y es verdad que gusto de un ambiente respetuoso con las ideas de los demás. En general la gente cuenta conmigo y da valor a mis opiniones. A veces soy solitario, me gusta encontrarme y busco la paz en mi interior. Soy, desde pequeño, rebelde por naturaleza, no me gusta ningún tipo de atadura y las normas del poderoso me ahogan, soy amigo de mis errores y busco una pizca de locura, no me importa la prisión de la incertidumbre y brindo por mis miedos y mis imperfecciones; ¿acaso hay alguien que no los tenga? De una cosa sí tengo certeza, soy curioso y aventurero  en todos los órdenes de la vida, siempre voy o quiero ir un poco más allá, siempre dispuesto a investigar que hay detrás y a aprender algo más en los nuevos escenarios; creo que la curiosidad es el mejor camino para encontrar la sabiduría.

No soy un escritor al uso. Todo tiene su razón. Si alguien me hubiera dicho que escribiría un libro hace años no le hubiera creído. Es verdad que muchas veces me sorprendía a mi mismo fantaseando con escribir; es difícil no hacerlo cuando estás rodeado de libros y eres atrapado por una bella poesía que te cala hasta los huesos o por historias en las que tú mismo te conviertes en el protagonista y viajas hasta el fin de los confines de la tierra o del mar.

A pesar de leer en menor grado poesía que otros géneros como la novela, es aquella la que me invita en mayor medida a coger la pluma. Pero casi todo lo que he escrito fue ya cuando las canas eran mayoritarias porque la vida me lo impuso de ese modo.

Mis primeros poemas, que los compuse siendo muy joven, entre los dieciséis y los dieciocho años, fueron el inicio de mi amor a la escritura de poesía. Me gustaba enseñarlos, compartirlos con mis amigos pero desgraciadamente aquellos poemas se perdieron; cuando era estudiante, en el primer curso de carrera, todos desaparecieron de una forma extraña; debieron de gustar a algún compañero que decidió apropiarse de ellos. Fue tal mi disgusto y mi enfado que no volví a escribir, no podía hacerlo porque fue tan grande el dolor de su pérdida que me dejó un vacio insuperable en aquellos momentos.

La vida me llevó después por otros derroteros más prosaicos …, en fin, todas esas «necesidades» que nos desvían, quizás, de nuestros sueños primigenios. Solo cuando estoy a punto de terminar mi vida profesional, quizás porque nunca olvidé ese deleite que sentí al escribir aquellos poemas de juventud y porque han sido un recuerdo imborrable durante toda mi vida, vuelvo a empuñar la pluma para enfrentarme de nuevo a mi verdadera pasión. De modo que, sin ser consciente de ello, aquellos poemas, con toda seguridad, fueron el acicate que me ha impulsado posteriormente a reencontrarme con la escritura, sobre todo de la poesía; bien es verdad que, al principio, nunca pensé en publicar un poemario, aunque sí en escribir por pura satisfacción personal, pero no tardé en darme cuenta que esto era una actitud egoísta, porque la poesía cobra su último y definitivo sentido cuando abandona al poeta para adentrarse en la vida interior de los lectores, cuando ya alcanza su libertad y entonces crea sueños, viajes, fantasías y vida y alimenta utopías e imaginaciones en algún rincón del alma de aquellos que tienen un libro entre sus manos.

A la hora de leer soy un hambriento y un pordiosero, devoro todos los libros que caen en mis manos y cuando no tengo un libro me inquieto y lo busco. Es muy difícil decir cuál es mi autor u obra preferidos, porque hay tantos y tan buenos que es imposible decidirse por uno o unos pocos. Para empezar diré que no entiendo la literatura si no arrancamos por los más clásicos; la Iliada y la Odisea de Homero son el origen si se quiere entender el resto y a continuación en el cajón de los imprescindibles no puede faltar el Quijote de Cervantes por haber diseccionado hasta lo más profundo el alma humana. A partir de aquí: Garcilaso, Góngora, Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Pérez Galdós, Balzac, Stevenson, Antonio Machado, García Lorca, Dostoievski, Tolstoi, Jane Austen, Borges, Juan Rulfo, García Márquez, Milan Kundera, Miguel Delibes, Vargas Llosa, Javier Marías, Joan Margarit …

La única obra que he escrito es un poemario titulado Al aire de mis silencios, donde los poemas muestran el torbellino de mis emociones y en esa urdimbre de ellas se forjaron los silencios que a veces son recuerdos donde buscas tu propia identidad, otras son esperanzas y utopías donde sueñas con un mundo mejor, pero también son otras pérdidas y ganancias, donde el tiempo ha ido labrando una tierra que ha engendrado mi ansiada libertad; pero sobre todo he mostrado mi verdad, que es el atributo de autenticidad que tienen los poemas cuando son el diálogo profundo del poeta consigo mismo.

Ahora estoy escribiendo un nuevo poemario que trata de comprender cómo y porqué es la huella que deja el paso del tiempo. También estoy involucrado en un proyecto sobre haikus.

Si difícil es decantarse por un solo autor como el que más te gusta, tanto o más sucede si has de elegir una cita de ellos. En el mismo Quijote encontraríamos decenas que merecen ser resaltadas, pero me voy a decidir por una de Antoine de Saint-Exupéry: «solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos».

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