Javier Martínez Sosa

 

Javier Martínez Sosa autor del libro Los hijos del centauro. Editorial Adarve, Editoriales de EspañaHola, soy Javier Martínez Sosa. Tengo 41 años y vivo en Asunción (Paraguay), con mi esposa Nora y mis hijos Maia, Matheo y Mía.

Quiero contarte cómo comencé a escribir Los hijos del centauro.

Nací en Asunción el primer día de invierno del año 79, año y medio después de Gabriela, mi hermana mayor, y tres años antes que Patricia, mi hermana menor.

Al tratar de responder cómo fue que comenzó todo este tema de la escritura, me doy cuenta de que cada paso que he dado me ha estado llevando de un lado a otro hasta llegar a este momento, y se ha dado de forma natural.

Debo decir que todo tuvo su inicio a principio de los años noventa. A los diez años comencé leyendo las revistas científicas (Muy Interesante y Conozca Más) que había en la casa y que eran muy populares en esa época. Poco después comencé a sentir curiosidad por los libros que mi padre tenía en su pequeña biblioteca. Los temas principales siempre fueron similares: religión, historia, espacio y OVNIS. A los doce años ya leía a Carl Sagan y Von Daniken, a Heinrich Schliemann y Pierre Ivanoff, y un poco más tarde a Pepe Rodríguez y a Morris West. Básicamente, entre los doce y los veinte años fue un periodo de constante lectura, motivado tan solo por la curiosidad que tenía por esos extraños libros de mi padre. Hasta hoy en día no recuerdo que alguna vez me haya insistido u obligado a leer alguno de ellos. Pareciera ser que solo los dejaba en mi camino para que los fuera descubriendo por mi cuenta. Como siempre fui muy tímido e introvertido (hasta el día de hoy), nunca fui alguien que hablara demasiado, sino que más bien me sentí siempre cómodo leyendo en silencio.

Por la misma época y a la par de la lectura, las películas de aventuras llamaban mi atención. Me gustaban las películas de ciencia ficción, extraterrestres y viajes en el tiempo, pero la que más me cautivó fue la del personaje de sombrero y látigo que desenterraba tumbas. Mientras los niños de mi edad tenían como superhéroes favoritos a Batman, Superman o Spiderman, el mío era un profesor de Historia. Por aquel entonces soñaba con estudiar Arqueología en algún país de Centroamérica.

Con la llegada de la pubertad, también llegó el gusto por la música. La Generación X marcaba tendencia con la llegada del rock alternativo, que le ponía fin a la era del glam o el pop de los ochenta. Lo mismo que ocurrió con los libros, ocurrió con la música. Escuchaba de todo, siempre dentro del género rock. A los quince años descubrí que con un poco de práctica podía ejecutar la guitarra y sacaba las canciones de oído, como se dice. Al poco tiempo iniciamos una banda de rock con unos primos, aunque en realidad solo hacíamos ruido. Nuestro repertorio solo era un par de covers. A los veinte años esa inclinación por la parte artística se fue ensanchando, y la creatividad se fue desarrollando al darme cuenta de que era capaz de componer canciones propias y escribir las letras, esta vez con unos amigos de mi barrio. Ese proceso de creación, el tener en cuenta elementos básicos como ritmo, melodía, tono, armonía, letra y conjugarlos para crear una canción, más adelante sería de mucha utilidad a la hora de sentarme a escribir. El detenerme en los detalles más pequeños e hilar un relato más extenso lo heredé de mi madre. Creo que ese fue el momento en que inició la magia de poder contar pequeñas historias a través de la música.

Panorámica de Asunción (Paraguay)

Entre los veinte y los treinta años, etapa en la cual incluía mis estudios universitarios, la formación de mi propia familia con Nora y la llegada de mi primera hija, Maia, la lectura siempre estuvo ahí, aunque la faceta de músico ya la había dejado como un recuerdo de juventud. Por otra parte comenzaba a tener más interés en las películas históricas sobre la Segunda Guerra Mundial. De ahí en más, ya no miraba al cine como entretenimiento sino como fuente de información y conocimiento, pero sentía que no era suficiente. Entonces comencé a mirar documentales, siempre con la misma temática. Cuando los documentales ya no eran suficientes para saciar mi sed, volví a la lectura de libros sobre las guerras en Europa.

Promediando los treinta años, me di cuenta de que conocía más sobre la Alemania Nazi que sobre la historia de mi propio país. Hasta que por casualidad llegó hasta mí un libro de Juan E. O´leary. Se trataba de la primera edición del año 1922 (aún en perfecto estado) de El libro de los Héroes, donde narraba las historias de los personajes más famosos y algunos no tan reconocidos protagonistas de la Guerra contra la Triple Alianza. Allí me encontré con el relato de un excombatiente de la Guerra Grande que en los inicios de la Guerra del Chaco (1932-1935), entre el Paraguay y Bolivia, a edad muy avanzada, visitaba los cuarteles para arengar a los soldados, aunque ya no era un militar en servicio activo. Este fue el primer toque de atención.

Buscando en otras fuentes un tanto más objetivas y no tan rodeadas de fanatismo patriótico, conocí las obras de Thomas Whigham. Sin pensarlo ya tenía suficiente material para escribir la clase de historia que quería contar, sin proponerme siquiera ser escritor. Solo quería contar una historia basada en su mayor parte en hechos reales, pero en la que incluía un hilo ficticio que la sostenía. Esa época coincidió con el nacimiento de mi segundo hijo, Matheo. Un dato curioso que me vino como anillo al dedo, fue que habiendo ya iniciado a narrar la historia, y en la búsqueda constante de elementos históricos para rodearla, había encontrado un álbum fotográfico con imágenes captadas durante la Guerra del Chaco por un periodista argentino y que incluía sus comentarios. Entre cientos de fotografías, había una página en la que el cronista colocó una al lado de otra la fotografía de un adolescente vistiendo el uniforme de soldado, junto con la de un abuelito vistiendo el mismo uniforme pero destinado a una unidad de Sanidad. Fue la primera vez que visualicé el rostro real de mi personaje principal ficticio.

Así nació Los Hijos del Centauro. Fue un proceso largo que inició sin saberlo quizás a mis diez años, y solo cuando tuve frente a mí el final de la historia fue que me senté a escribirla. Me pasó quizás lo que a muchos principiantes les sucede cuando no saben qué hacer con su libro recién terminado, y es que nunca pensé que podía publicarlo, solo quería contar una historia.

A mediados de 2017, una semana después de terminar de escribir, me enteré de que había un concurso literario aquí en Paraguay, en conmemoración por los cien años del natalicio de Augusto Roa Bastos. Quise presentarme con mi obra, pero era demasiado extensa y sobrepasaba el límite permitido para los concursantes. Seguí buscando hasta encontrarme con los Premios Hispania de Novela Histórica auspiciada por Ediciones Áltera. Así que hice los trámites y participé en el concurso. No sabía qué esperar, ya que al ser «primerizo» uno nunca sabe hasta qué punto es bueno. En esa larga espera nació mi tercera hija, Mia.

Morris West (1916-1999) fue un escritor australiano. Morris West se hizo famoso con la tetralogía Las sandalias del pescador, Los bufones de Dios, Lázaro y Eminencia.

Al enterarme del ganador en enero de 2018, pensé que la vara estaba demasiado alta, al menos para un novato. La ganadora, en este caso, María Nieves Michavila Gómez, escritora Valenciana, tenía en su haber varios libros editados y sobre todo fue varias veces galardonada nacional e internacionalmente. Me dije a mi mismo que me faltaba aún mucho por recorrer, depurar y pulir, aunque también pasó por mi cabeza el hecho de ser paraguayo. Estaba convencido de que la historia tenía muchos puntos altos, pero también sabía que para llamar la atención de los editores tendría que pasar por varios filtros y cumplir con cierto estándar de calidad en todo sentido, así que no lo consideré como un fracaso sino como una fase de aprendizaje.

Todo cambió una mañana a finales de mayo del 2018. Muy temprano el celular emitió un pitido indicando la llegada de un e-mail. Me preguntaba quién enviaría un correo tan temprano. Bueno, al abrirlo me respondí «las personas que trabajan del otro lado del mundo». Me temblaban las manos al leer el mensaje. Era de la Editorial Adarve ofreciéndome un contrato de edición. Nora, mi esposa, se despertó pensando que algo me sucedía. Estaba tembloroso derramando lágrimas en silencio. No pude evitar emocionarme. Se me vinieron encima aquellos tres años anteriores que me senté a escribir la historia, que fue el periodo más difícil que pasamos como familia, y que en ese momento finalmente algo bueno saldría luego de tanto sacrificio.

De ahí en más me di cuenta de que el libro había pasado finalmente por una selección minuciosa. Había que pulirlo, desde luego, pero con la ayuda de profesionales de primera el trabajo valdría la pena.

Hoy, así como desde el primer contacto, sigo dando infinitas gracias a la Editorial Adarve y a todo su equipo humano por brindar la oportunidad a autores aún desconocidos pero con grandes sueños, y por trabajar día a día para que se hagan realidad.

En el ámbito profesional me dedico a la Abogacía. Llevo años de experiencia leyendo expedientes y redactando escritos jurídicos, y esto también aporta al momento de escribir. No tomé la escritura como un trabajo, pero al sentirme tan cómodo con todo el proceso de escribir e investigar, comencé a soñar con que algún día pudiera dedicarme de lleno a esto, consciente de que apenas es el comienzo y hay que crecer y seguir mejorando.

Autores preferidos y por qué: Entre mis autores preferidos debo comenzar con Morris West. Aunque era muy joven cuando empecé a leer sus obras, ya me atraía esa manera en que presentaba cuadro a cuadro una escena, cómo se detenía en los detalles. Te das cuenta de que el buen escritor hace que te imagines lo que lees tal cual como él percibe el mundo. Del mismo modo en que West utiliza la parte histórica y la envuelve de ficción, diría que a Dan Brown lo percibo de igual manera, aunque este le agrega cierta vertiginosidad a sus relatos y un acabado conocimiento de temas más actuales. Entre lo imaginario y lo fantástico siempre fue mi favorito García Márquez. Te hace pensar que cualquier cosa que imagines, real o no, al escribirla cobra vida.

Tu obra favorita de otro autor: Me han gustado varias obras, no sabría ubicarlas en favoritas o no. Sí puedo mencionar a Crónica de una muerte anunciada. Leí el libro y luego me encontré con una película de los años ochenta. La película estaba bien, pero nunca podría superar al libro. Ese tipo de ejemplo podemos encontrar siempre.

Tu estilo literario: Considero que mi estilo literario es el de ficción histórica. Siempre me he sentido cómodo con los libros de historia, y es la mayor influencia que tengo hasta el momento.

Una cita de un autor que te guste: «No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana». Teilhard de Chardin

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: Actualmente me encuentro trabajando en la secuela de Los hijos del centauro. En ella se continuará con la historia de uno de los personajes secundarios, quien pasará a ser el protagonista.

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