A pesar de haber pasado alguna que otra temporada intermitente en la provincia de Cáceres, especialmente durante mi infancia y juventud, mi lugar de residencia habitual siempre ha sido Madrid. En ese sentido me siento afortunado porque, si hubiera tenido que elegir una única ciudad para vivir, sin duda habría elegido esta. Aun así, creo que no haber residido en otros sitios, aunque fuese esporádicamente, es una pequeña rémora cultural y social que he tratado de solucionar viajando todo lo que he podido. Sin duda, haber vivido en otras ciudades me habría enriquecido, y probablemente habría hecho de mí una mejor persona, porque no es lo mismo estar de paso, y disfrutar con espíritu científico y artístico de los usos y costumbres de un lugar, que pertenecer. Me ha faltado ese salto: de viajar a establecerme. Pero no me puedo quejar. En el corazón de la cincuentena convivo donde quiero y con quien quiero y disfruto de todas aquellas personas que, como Madrid, son una parte inalienable de mi historia.
RESEÑA BIOGRÁFICA INFORMAL. Mi niñez es agua fresca de río de verano y aire de montaña. Un lugar en el que ser parte de la naturaleza y aprender de ella, acompañado de adultos irrepetibles que siempre estuvieron a mi lado y fueron un referente constante. Como aquello no era más que, en palabras de Antonio Vega, “el patio de mi recreo”, no me quedó más remedio que crecer y encaminar mis pasos hacia otros páramos en los que honrar, siguiendo su ejemplo, a quienes me habían enseñado lo que significa ser persona. Encontré ese nuevo destino en el polvillo molesto de la tiza, en la profundidad hipnótica de las pizarras, en el entusiasmo sin freno de los jóvenes; en definitiva, en las aulas. No hay nada más apasionante que consagrarse a la tarea de educar a otros, de dar continuidad a lo que, en su momento, nuestros maestros hicieron con nosotros. Y así estuve, durante décadas, disfrutando del arte de enseñar y de aprender de mis alumnos con el mismo espíritu infantil que, en mis primeros años, me dejaba deslumbrar por todo cuanto me rodeaba. Por lo menos hasta que, concienciado de las dificultades que supone enseñar hoy en día, y lo poco reconocido que está esta importantísima tarea, consideré que podía ser mucho más útil compartiendo mi experiencia con otros docentes.
AFICIONES. Tengo muchas, y muy diversas. Confesables, la mayoría, aunque, como dicen los ingleses, todos tenemos esqueletos en el armario. Por ejemplo, dentro de la categoría de las que se puede sacar pecho y exhibir sin vergüenza, viajar, a ser posible a países cuya cultura sea muy distinta a la occidental. La diferencia enriquece, especialmente cuando se tiene la mente abierta. Leer, por supuesto, también está entre mis favoritas. Libros buenos, malos, regulares. Cuando cae la noche, y el mundo se disfraza de silencio para facilitar el descanso, me enredo alrededor de un libro, como si fuera una serpiente, hasta que el sueño me vence. No renuncio a una costumbre así. Sumo y sigo. Hacer deporte, ir al cine, disfrutar del arte, de la vida. Mi hedonismo no tiene límites. Disfruto de la cultura gastronómica, de todo lo que la envuelve. Aprender, sobre todo aprender. Especialmente filosofía y física teórica. Asistir a seminarios, cursos. Dejarme embaucar por una buena conversación, pasear, pasear mucho, por el campo, por la playa, también por la ciudad. Aficiones inconfesables también tengo. La peor, el “puñetero atleti”. Como dice la publicidad, “me mata, me da la vida”.
RASGO MÁS SOBRESALIENTE DE TU PERSONALIDAD. A mi juicio, una fantasía desbordante, fruto de una infancia a medio terminar. De pequeño tuve serios problemas de salud que me impidieron ser un niño en el sentido más amplio de la palabra. La enfermedad me enclaustró demasiado tiempo entre personas mayores cuando debía estar correteando detrás de un balón. Así es difícil madurar del todo. Es como un libro al que le falta un capítulo importante. Y eso se nota después, aunque tiene sus ventajas. Suples la infancia que te hubiera tocado vivir por la imaginada. Pero no es suficiente, la vida te sigue debiendo un episodio inconcluso. Consecuencia: ese niño sigue muy vivo, asomándose más de lo que conviene, a veces, para alegría y asombro de quienes tienen la buena o mala fortuna de aguantarme; y otras, para su inmensa desesperación. El rasgo más sobresaliente de mi personalidad, tal vez mi mayor virtud desde un punto de vista artístico, es mi defecto más subrayable en lo personal.
CUÉNTANOS POR QÚE DECIDISTE SER ESCRITOR. Toda la responsabilidad es de mi abuelo materno. Crecí viendo como cada noche se encerraba a escribir un rato mientras que el resto dormíamos. Le tomé como referente. Su aura de poeta y de persona culta me inspiró en gran medida el camino a seguir. Había un respeto generalizado hacia la inteligencia y la creatividad que hoy, desgraciadamente, se ha perdido. Creo que esa era mi aspiración, alcanzar ese respeto denso, casi reverencial del que él disfrutaba. Toda mi vida he pretendido emularle, pero tengo que confesar que con poco éxito. Nemo contra Deus nisi Deus ipse, que dirían los latinos. Es imposible escribir mejor que alguien que se ha visto obligado a plantarle cara a un destino tan trágico. Tengo una teoría. A más sufrimiento, más empatía. Y no concibo ser buen escritor sin ser empático. Es imposible. Al menos de libros con alma. Pero lo difícil no ha sido escribir, lo difícil ha sido publicar. Hasta que no se publica simplemente se escribe sin más. Ser escritor requiere dar ese paso, exponer tu obra al juicio de los demás. Por eso, tal vez, sería más justo decir que decidí ser escritor el día que no me importó que otros leyesen lo que escribo. Y eso ocurrió hace relativamente poco. ¿Por qué? No sé, puede que con los años el tiempo apremie más, y no quiero que todas estas historias que bullen en mi cabeza se pierdan del todo.
AUTORES PREFERIDOS Y POR QUÉ. Sé que es un tópico, pero por eso no deja de ser verdad. Contestar a esta cuestión me llevaría a una lista interminable de nombres que cansaría a quien tuviera la paciencia de perder su tiempo leyéndola. Acortar es ser injusto. A lo largo de toda una vida de empedernido lector me he beneficiado de la creatividad y buen hacer de una constelación de excepcionales autores. No mencionarlos a todos es un crimen literario. Estoy tan en deuda con cada uno de ellos que, una vez finalice de responder a esta pregunta, sólo cabe sentirse mal. Asumiendo que así será, y dejando bien claro que cualquiera de ellos podría estar entre los elegidos, voy a optar por tres nombres. Alice Munro, Patricia Highsmith y Carmen Laforet. ¿Por qué? Porque son mujeres, y siendo mujeres, lo han tenido tan difícil que es mucho más meritorio que hayan llegado a destacar en el mundo de la literatura. No me voy a quedar ahí, como en cualquier concurso que se precie, voy a hacer una mención especial. En este caso a un hombre. Me refiero a Luis Martín Santos, autor de la que probablemente sea la mejor novela en lengua castellana del siglo XX. Lástima su muerte prematura.
TU OBRA FAVORITA DE OTRO AUTOR. Aquí lo tengo más claro. Sin lugar a dudas, el Pedro Páramo de Juan Rulfo. Una joya literaria de incalculable valor, especialmente para quienes escribimos. Imprescindible para cualquier amante de la lectura de paladar exquisito. La fascinación que siento por esta obra maestra de la narrativa contemporánea crece con los años. Es de esos libros a los que regreso regularmente, y nunca defrauda. Siempre me aporta algo nuevo. Ante sus páginas me siento como el niño que contempla atónito como en el espectáculo de magia se van sacando objetos de una chistera. Me estremece su delirante belleza, el prodigioso cálculo de su estructura, el arraigo de lo que cuenta en la historia de tantas regiones de América, la hondura de los sentimientos, su forma de acercarse al amor como motor del mundo. Y todo eso sin entrar en cuestiones técnicas que, de ser tratadas, multiplican su aura de obra maestra por dos. Recomiendo a quien no lo haya leído que se acerque a sus páginas. Y si se ha leído y no se ha comprendido, o se ha desistido abrumado por una literatura tan stendhaliana, dejarlo reposar un tiempo para retomarlo más tarde. El flechazo puede surgir en cualquier momento, especialmente si se tiene alma de poeta.
TU OBRA FAVORITA DE LAS QUE HAS ESCRITO. Por ahora mi curriculum literario empieza y termina en Epojé, que no es poco, teniendo en cuenta la extensión de mi novela. Hubo quien me propuso partirla en dos, y hasta en tres partes. Pero he preferido mantener la unidad, aún a riesgo de expulsar a los lectores más perezosos. Confío en que sus virtudes ayuden a transitar por un camino largo, pero literariamente provechoso. En todo caso, cuando haya otras para comparar, espero tener el mismo sentimiento de un padre, y querer por igual a todos y cada uno de mis hijos por muy diferentes que sean. Ese es el ideal. No me gustaría tener que avergonzarme o renegar de nada de lo creado. Cuando escucho o leo a otros autores expresarse en tales términos, siento una infinita pena. ¡Con el sacrificio que supone dar vida a un texto! Epojé es y será siempre un hijo muy querido. Y ese sentimiento ha de darse en igual medida con respecto a sus hermanos el día que los tenga.
TU ESTILO LITERARIO. No soy capaz de ponerle nombre y apellidos a un estilo concreto. La literatura es como la vida. Nos expresamos de muy diferentes maneras. Aunque reconozco que hay una esencia que es la que, en cierto modo, te ayuda a tener un estilo propio. Pero son otros, y no tú, cuando leen tus libros, quienes tienen que llegar a reconocerte detrás de las palabras. Me viene a la memoria una anécdota de adolescente, de cuando estaba en segundo de BUP. La profesora de literatura nos planteó un ejercicio divertido. Nos leía dos o tres versos de un poema y teníamos que adivinar quién era el autor. Fueron diez o doce autores distintos. Y yo hice pleno. Recuerdo que se acercó hasta mí muy seria y me acusó de haber acertado porque los de la clase de al lado, con quien había hecho el ejercicio antes, me habían dado por anticipado las respuestas en el recreo. No fue así. Yo leía, leía mucho, y precisamente leer tanto me llevó a captar la esencia de todos aquellos autores. De ahí mi pleno. Y esa esencia deben ser otros, y no yo, quienes la encuentren y definan. Otra cosa es lo que pretendo, que no tiene por qué coincidir. Conmover, remover, compartir. ¿Y eso cómo se consigue? A mi juicio, con una narrativa que sólo es tal en apariencia. Porque muy a ras de tierra, yace latente y muy viva la poesía.
UNA CITA DE UN AUTOR QUE TE GUSTE. Voy recogiendo en un cuaderno todas aquellas frases de los libros que leo que más me gustan. Por su belleza o por la reflexión que provocan. Es uno de mis más grandes tesoros. Revisadas sus páginas, y por ser congruente con el resto de la entrevista, comparto con quien esto lea unas líneas de Pedro Páramo que dan una medida de todo lo que he dicho de esta obra anteriormente. Empieza así… “Dice que ella escondía sus pies entre las piernas de él. Sus pies helados como piedras frías y que allí se calentaban como en un horno donde se dora el pan. Dice que él le mordía los pies diciéndole que eran como pan dorado en el horno. Que dormía acurrucada, metiéndose dentro de él, perdida en la nada al sentir que se quebraba su carne, que se abría como un surco abierto por un clavo ardoroso, luego tibio luego dulce, dando golpes duros contra su carne blanda; sumiéndose, sumiéndose más hasta el gemido”. ¡Cuánta dulzura en apenas siete líneas!
OBRA EN LA QUE TE ENCUENTRAS TRABAJANDO EN LA ACTUALIDAD. Trabajo en tres frentes. Sé que parece un tanto ambicioso, pero es mi forma de crear. Necesito variar, alternar proyectos. Si me centro en uno solo me aburro y me cuesta más avanzar. Está en marcha otra novela, bastante más corta que Epojé, un libro de relatos cortos y un poemario. Los tres, a su manera, me apasionan y los tres, cada uno en su ámbito, cubren una necesidad. Trabajo con las ideas claras, pero sin fechas ni objetivos. Sí que me gustaría que el poemario y el libro de relatos cortos vieran la luz en 2024, y culminar todo este esfuerzo en 2025 con la publicación de la novela. En todo caso, todos y cada uno de ellos son un reto. Y los estoy disfrutando mucho, lo mismo que, en su día, con la composición de cada una de las páginas de Epojé.
ALGO SOBRE TU MANERA DE ENTENDER ESTE MUNDO. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Esa es mi frase de cabecera. Heráclito me inspiró y, posteriormente, Murakami me ilustró con sus novelas. Todo es movimiento, sin duda. La única ley universal. Aferrarse es una locura. Aunque yo intente detenerme, como todo lo demás sigue en movimiento, yo también me muevo. Y eso es lo que desgraciadamente tendemos a hacer. Tratar de detener el inevitable fluir de la vida. Lastrados al pasado, condicionados por el futuro, incapaces de superar el presente. Creo que hay que abandonarse a la corriente, confiar en ella, navegar inteligentemente, dejarse llevar. Todo lo que no sea eso es dolor, sufrimiento, angustia. Mi mirada es una mirada curiosa y en movimiento. Abierta a todo, libre. Con esos prismáticos observo la vida. La mía, la de los otros. Y reflexiono sobre ella para después poderla contar.
TUS PROYECTOS INMEDIATOS. Fundamentalmente continuar creciendo en todos los aspectos de mi vida. Aprender es lo más apasionante que hay. En eso somos seres únicos. La vida es un milagro, la conciencia de lo que nos rodea, y de uno mismo, es un milagro. Puede incluso que un milagro único en todo el universo. Es preceptivo disfrutarlo. La conciencia lleva al conocimiento, y el conocimiento se alcanza a través del aprendizaje. Cada nuevo día es otra oportunidad para continuar aprendiendo. Ese debería ser nuestro primer mandamiento. ¡Aprender! Para ser felices, para ser libres, para tener criterio, para no depender de nadie, para disfrutar de oportunidades, para no ser manipulados, simplemente para soñar. El margen de aprendizaje es enorme. En cualquier lugar, a cualquier edad, en cualquier época. ¡Ese es mi principal proyecto! ¿Cómo? Leyendo a otros, escuchando a otros, siguiendo a otros, conociendo a otros. Sartre decía que el infierno son los otros. Yo estoy radicalmente en contra de esa idea. Los otros son siempre una hermosa oportunidad. Y, a partir de ahí, crecer, crecer y crecer. En lo personal, en lo profesional, en lo artístico. Para un proyecto así cualquier unidad de tiempo es siempre insuficiente. De ahí que no se pueda perder ni un solo día.