Guiomar Patiño

 

Guiomar Inmaculada Patiño Pérez, nací en 1964, luego tengo, en este momento 56 y llevo casada casi 19. Desde que me casé vivo en Murcia capital, aunque ya antes vivía en la pequeña colonia militar de la Ciudad del Aire, junto a la Academia General del Aire en San Javier, también Murcia.

Aunque soy hija de padres alicantinos, a mi padre, por razón de su oficio militar, lo enviaron a Albacete y allí hizo nido para él, su mujer y sus cuatro hijas, según fuimos llegando. De nuevo llevados por el azar de la vida militar, nos vimos obligados, con gran pesar de nuestro corazón —todo sea dicho— a dejar aquella tierra cuando todavía no había cumplido los diez años, pero eso es solo una anécdota cronológica, soy y seré siempre manchega hasta la cepa, aunque también yo, como antes mis padres, haya hecho nido fuera. En esta ocasión en Murcia, primero provincia y luego capital, una tierra a la que también me siento profundamente unida porque murcianos son mis dos hijos.

Todavía en Albacete me publicaron mi primer cuento: en la revista del colegio que se hacía a mano y con «ciclostil», un artilugio que la mayoría no sabrá ni lo que es.

En mi familia lo de leer y escribir era algo natural: mi padre, mecánico de aviación, escribía versos que en alguna ocasión le premiaron; mi madre era maestra y mis hermanas y yo jugábamos a escribir obras de teatro para las muñecas o un periódico familiar. Y éramos, somos, lectoras impenitentes.

El encuentro con el Latín, que entonces era obligatorio sobre los quince años, fue todo un descubrimiento que torció mi primitiva vocación de veterinaria hacia los estudios clásicos.

Del instituto a la universidad y, de allí, tras una dura oposición, como lo son todas, de nuevo al instituto, pero esta vez al otro lado de la mesa.

En un instituto conocí al que hoy es mi marido y, ¿por qué no?, era mi compañero de Griego.

Tras más de treinta años de docencia, me sigue gustando trabajar con chicos de entre los doce y los diecisiete, aunque han cambiado mucho desde que empecé, casi tanto como las leyes educativas, y cada vez nos lo ponen más difícil.

Mi marido, mis hijos y todo un zoo doméstico encabezado por una perra y continuado con representantes de casi todos los reinos, salvo reptiles e insectos, son los artífices de mi día a día.

La escritura ha estado siempre presente en mi vida y creo sinceramente que a través de ella se puede saber mucho de mí, o al menos, mucho del momento por el que estaba atravesando cuando lo escribí.

Aficiones: Es obvio que me apasiona leer y me encanta escribir, pero no siempre está el ánimo en condiciones para entregarse a ello. En esas ocasiones me gusta mucho y calma mucho mis ansiedades bordar o cocinar. Tampoco sé resistirme a los animales domésticos, lo que nos ha llevado a algún que otro conflicto cuando, por ejemplo, se nos ha averiado el coche viajando con dos niños pequeños, dos cobayas, un canario y dos periquitos y menos mal que todavía no estaban ni la tortuga ni la perra y que los peces se habían quedado en casa. Si tuviera que quedarme con la más rara de mis aficiones, diría que me relaja muchísimo traducir latín con tranquilidad y leer a los poetas del barroco, especialmente a Quevedo y a Lope.

 Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Aunque de apariencia tranquila y segura, yo creo que soy un mar de inseguridades, pero que sé fingir bien. Es cierto que tengo gran capacidad de empatía, sobre todo con mis alumnos con los que suelo llevarme muy bien, a pesar de las notas. Sobre todo sé escuchar y tengo la capacidad de que se abran a mí y se desahoguen, luego, casi siempre, las cosas se diluyen y sus problemas se resuelven por sí mismos.

No me gusta esperar, no me gusta mirar a otro lado. Me gusta intervenir y hay una cosa que suelo decirle a mis chicos y que creo que explica bastante cuál es mi actitud ante la vida: «al toro, de frente y por los cuernos». No puedo esperar a que las cosas se resuelvan por sí mismas sin acelerar el proceso haciendo cualquier cosa que esté en mi mano. Es posible que eso me defina como una persona resolutiva, pero lo cierto y verdad es que, si fuera posible, me gustaría quedarme en casa haciendo mis cosas y sin meterme en líos de nadie, pero los líos llegan y hay que resolverlos.

 Cuéntanos por qué decidiste ser escritora: Empecé escribiendo de forma natural, como ya dije tenía unos nueve años cuando me publicaron un cuento en la revista del colegio. Es difícil decir cuándo empecé, porque he escrito desde siempre, en el colegio, en casa, de pequeña y de mayor. Mis padres eran grandes lectores, en casa había muchos libros y siempre nos facilitaron el acceso a ellos. Mi padre escribía y participaba en certámenes, para nosotras eso era lo natural. Era fácil, entonces, expresar cualquier cosa que te pasara por escrito, unas veces tal cual y otras por medio de un fingimiento, un cuento, una narración. En los peores momentos, escribir me ayuda a sacar los sentimientos que no quieren aflorar y que es necesario que afloren, como cuando murió mi padre o como cuando mi madre dejó de ser un adulto para convertirse en un niño al que ni siquiera puedo atender porque otras obligaciones no menos importantes me retienen lejos.     En los mejores momentos, escribir me ayuda a multiplicar las buenas sensaciones y los placeres que te ofrece la vida: compartir un relato con mi marido, leerles los cuentos a los niños o escribir tranquilamente mientras ellos hacen su vida, cerca, pero sin necesitar mi presencia. La escritura es el único espacio de libertad total en el que uno se puede sumergir. No hay más reglas que las que tú pongas, ni debes dejar entrar a nadie que no quieras que entre. Escribir te permite ser tú misma, o fingir que eres otro, lo que tú decidas. No creo que yo decidiera nunca ser escritora, como tampoco decidí ser persona o mujer: es simplemente lo que soy.

 Autores preferidos y por qué: Esto sí que es verdaderamente difícil. Como ya dije soy una lectora impenitente y depende mucho del momento, la edad, las circunstancias, lo que leo o lo que prefiero. Los escritores barrocos estimulan mi inteligencia y provocan el placer del descubrimiento continuo, especialmente Quevedo, pero también Lope y, por supuesto Cervantes. El Quijote es una obra a la que vuelvo una y otra vez, pero Las novelas ejemplares me parecen joyas en miniatura. Me gusta entender al autor en su idioma, por eso me gustan los autores de la extensísima literatura en español: Valle Inclán, pero más en su faceta de novelista que de autor de teatro; Pérez Galdós, pero no Los episodios nacionales; Pardo Bazán, especialmente los cuentos; García Márquez y el todo es posible, Isabel Allende, Laura Esquivel…

Pero, claro, ¿cómo voy a olvidar a los clásicos? Homero, al que he tenido la gran suerte de poder leer en su idioma, aunque me cueste bastante, es grande por sí mismo y no por el tiempo o la suerte, pero, tras él, hay otros muchos.

De todos cuantos, en mis años de formación y de docencia, he ido conociendo probablemente los que más me han influido son Virgilio, La Eneida, por supuesto, pero también Las Geórgicas que, como en el caso de Cervantes, pasan desapercibidas pero son auténticas joyas literarias; Ovidio, especialmente sus obras mitológicas, Heroidas y Metamorfosis y, por supuesto, Tácito, Anales e Historias, con su capacidad para decir sin decir y para mostrar sin mostrar.

Y, por supuesto, los trágicos, con Sófocles y Antígona a la cabeza.

Ya en este mundo real en el que nos movemos, me gusta mucho cómo escriben Márkaris, y no solo por el comisario Jaritos, pero también por él; y Camilleri, no solo por Montalbano, pero también por él.

Por último, me gusta leer a gente de la que no sé nada. Entre los escritores noveles se encuentran casi siempre grandes y agradables sorpresas.

Y podría citar más y más. Me siento como al niño al que la abuela le pregunta «¿a quién quieres más, a papá o a mamá?», ¿quién puede contestar a eso?

 Tu obra favorita de otro autor: ¿Y cómo voy a contestar a esto? Es complicadísimo. Puesta en la necesidad de elegir, probablemente volvería a los orígenes, a los clásicos, para citar a Cervantes y al Quijote.            Supongo que parece un tópico, pero no es así. En El Quijote Cervantes «toca todos los palos», como diría un flamenco, los personajes son completos y complejos, las situaciones muy variadas y de variada lectura, los estilos adecuados. A mi modo de ver es una obra redonda y en cada trocito uno puede beber el agua precisa para calmar su sed en ese momento preciso.

 Tu obra favorita de las que has escrito: He escrito bastante más de lo que he publicado, y aún espero escribir más, si la Musa me acompaña, pero, por el momento, de las obras que he escrito la que más me gusta es una todavía inédita: se llama Vidas sin tiempo y es un conjunto de relatos cortos sobre personajes muy variados que están unidos entre sí por un hilo conductor que no es otro que el que sus anécdotas vitales transcienden al tiempo de modo que son «entendibles» y «asumibles» para todo aquel que tenga un mínimo de capacidad de empatía, sin necesidad de ser juzgados. Los hay reales y mitológicos, paganos. Yo siempre escribo en prosa y siempre escribo relato, pero dentro de esos parámetros, es complicado especificar más.

De momento he publicado una novela de corte histórico y está en marcha otra novelita corta que podríamos llamar «negra», pero que yo creo que tiene bastante luz.

Lo que más he escrito son cuentos, narraciones breves que luego he agrupado en libros en función de alguna característica común, pero los cuentos tienen tonos muy diversos que pueden ir desde la prosa poética y el microcuento, al tono satírico o el histórico y reflexivo.

 Una cita de un autor que te guste: Dice Tácito, sine ira et studio, «sin ira y con empeño». ¿Se puede decir más con menos?

 Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: Actualmente tengo entre manos un gran proyecto, al menos para mí, porque intento conseguir una novela de dimensiones «normales» para una novela. La idea la tengo, pero las palabras suelen tomar la delantera a mis intenciones y se escriben ellas mismas. El reto está en retenerlas lo suficiente para que no se desboquen y no demasiado para que no se empantanen. No debo decir nada más porque, en palabras de un autor que conozco, lo que se cuenta no se escribe.

Por otro lado, vuelvo a colaborar con Adarve en la publicación de la que será mi segunda novela corta, Una muerte clásica.

 Algo sobre tu manera de entender este mundo: Prefiero no mirar al mundo y mirar a las personas de frente y a los ojos. Hay muchas cosas que me desagradan, pero no puedo recrearme en ellas porque eso no soluciona nada; también hay muchas cosas, y personas, buenas que sí te aportan y a las que tú puedes aportar, prefiero quedarme con eso. A pesar de que soy consciente de que no siempre es así, me gusta ver el vaso más medio lleno que medio vacío. No me gustan los alarmismos, aunque suenen las alarmas y haya que hacerles caso. En general huyo de los -ismos, porque me parecen extremos y yo, como Apolo, prefiero el término medio porque considero que es ahí donde reside la verdad y la posibilidad de felicidad para todos y no para unos pocos. Con una única excepción: el cristianismo. Soy católica, y también algo sentimental, lo de fea prefiero obviarlo, como diría el Marqués de Bradomín. No es una cuestión de determinismo, nací así, es una cuestión de decisión, uno decide seguir o no en ello y yo, en mi edad adulta, decidí que sí. Es normal que esa creencia se refleje en mi vida y en mi obra, lo malo sería que no lo hiciera, pero, en cualquier caso, también es éste, aborrezco los extremos y entiendo que toda persona es respetable en sus creencias, no todas las opiniones, entendámonos, todas las personas.

 Tus proyectos inmediatos: Mi proyecto más inmediato es enfrentarme y salir victoriosa de un curso marcado por la excepcionalidad: el no ver la cara de la gente o el no poder acercarse a ellos, está complicando muchísimo el noble arte de enseñar y de ser enseñando. En la literatura soy como los trabajadores del campo, temporera. Trabajo por temporadas. Ellos cuando los frutos están en sazón, yo cuando puedo dejar a un lado, por un rato, los asuntos profesionales que, este curso, están siendo muchos y muy diferentes de lo que ya sabíamos hacer. Ahora tengo que estar centrada y ayudar a mis hijos a pasar por el trance, en ayudar a mis alumnos a superarlo y en ayudar a mi novela a ir creciendo poquito a poco. Realmente no me parecen pocos ni malos proyectos vitales.

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