Un padre tardío cuida de sus dos hijos pequeños y trata de comunicarse con ellos en la medida en que es posible. También se ocupa del día a día: trabajo y menesteres domésticos. Todo apunta a que la vida real es, en esencia, un anticlímax, si bien los niños aportan su delirio cotidiano para que no sea así. Esta novela de corte autobiográfico es un conjunto de pequeñas historias microscópicas que quizá constituyan algo diferente cuando se integran en un todo. El orden rutinario del presente y el caos de un pasado fragmentario se superponen. El fardo de los días se hace muy pesado, sobre todo si consideramos que estamos condenados a una cierta incomunicación y a la eterna repetición de lo mismo.
Emilio V. Añón nació en Valencia en 1965. Estudió Filosofía en la Universidad de Valencia, ciudad en la que reside. Imparte clases de Filosofía en el IES Ferrer i Guàrdia. A los diecinueve años ganó el premio Ángel González de poesía. Más tarde, publicó un par de textos de Filosofía sobre el problema mente-cuerpo: el primero, titulado El fantasma encerrado en la máquina, y acerca de Profesión de fe del vicario saboyano de J. J. Rousseau, el segundo. De modo que el texto que nos ocupa es su primera obra de ficción. También ha escrito sobre algunas piezas de arte contemporáneo como Caterina, de Gema Gisbert; The love thing piece, de Sandra Gómez; o En el caminito nos encontraremos, de Santiago Ribelles y Gema Gisbert.