Daniel Salanova autor del libro Hay un columpio en mi casa. Editorial Adarve, colección Biblioteca de Narrativa Breve, publicar un libro

Virginia y yo, en nuestra facultad. Universidad Complutense, ese fue nuestro Km. 0

Mi nombre es Daniel Salanova Garrosa. Nací en Madrid en 1980 y he vivido en esta ciudad hasta hace un año y medio en que me trasladé a un pueblo de la Sierra de Gredos. Era mi lugar de vacaciones pues de ahí desciende mi familia materna y al final se ha convertido, por ahora, en mi residencia habitual. Estoy casado y tengo tres hijos; la protagonista del libro, Hay un columpio en mi casa, es la pequeña de ellos.

Tuve una infancia anclada en los años ochenta. Mi formación se desarrolló en un colegio público del barrio de Chamberí, Fernando el Católico y luego en el Instituto Lope de Vega. El brillo de la enseñanza de esos años no se ha vuelto a ver. Tenía claro que mi camino eran las “letras”. Estudié Filología Hispánica y años después también Teoría de la literatura y Literatura Comparada. La verdad es que me encanta ser alumno de la Universidad; si estuviera remunerada, me dedicaría íntegramente a esta actividad. La prueba es que sigo estudiando; termino ahora Historia, Filología Inglesa e Historia del Arte.

He sido profesor de Bachillerato durante más de una década en Madrid pero actualmente no ejerzo; me dedico al estudio, la investigación y por supuesto a la creación literaria.

Entre mis aficiones, destacaría sobre todas, la lectura. Soy un verdadero adicto. Pero la verdad es que me considero un enamorado de casi todo lo que tenga que ver con lo experiencial. Me apasiona viajar, el cine, las series (buenas) de televisión, bailar, la música… y también las actividades al aire libre en la montaña; desde las caminatas, a montar a caballo y los trabajos de cultivo e incluso cuidado de animales de granja. En estos dos aspectos, soy un novato con deseos de aprender.

Hugo, Diana y Daniel, mis tres hijos, motores de nuestra vida

Me defino como una persona que disfruta de lo sencillo pero siempre que sea un aprovechamiento para el cultivo de lo que en el mundo antiguo se denominaba el espíritu. Detesto la pura contemplación.

No soy capaz de recordar en qué momento me invadió la literatura pues desde niño, recuerdo que me encontraba casi siempre con un libro entre las manos y también en los primeros compases de mi infancia, realizando relatos breves, cuentos grapados en una cartulina y márgenes de los libros de texto en los que imaginaba personajes de una historia.

Siempre nos encontramos con la pregunta de quiénes son nuestros interlocutores literarios, los autores que nos conmueven, los que en una ocasión adorábamos y ahora no nos volvemos a acercar o aquellos que tienen un marcado reconocimiento público y no lo merecen desde nuestra humilde opinión.

Tendría muchos nombres pero destacaría a Roth, Coetzee, Nemirovsky… y los clásicos claro: Cervantes, Shakespeare, Dostoyevski. De los contemporáneos en España, muestro mi admiración por Javier Marías y sobre todos ellos por Julio Llamazares. De Llamazares, La lluvia amarilla es la obra que no dejo de leer por su elaborada prosa y como se dice vulgarmente, “de mayor quiero ser como él”. También me apasiona la lectura de obras teatrales como un acercamiento a un género que no trabajo pero sobre el que he investigado bastante.

DIana, mi pequeña con autismo, por ella hay un columpio en mi casa

De las obras que he escrito, la que más aprecio es esta última: Hay un columpio en mi casa porque esta elaborada no desde la cabeza, sino desde el corazón, procurando empatizar no con un lector si no con un mundo de experiencias.

Actualmente me encuentro trabajando en varios proyectos: de creación, de investigación histórica y literaria. El escritor que diga que se encuentra inmóvil es falso; se escribe hasta cuando se camina: uno se evade y aísla del mundo redactando hasta mentalmente. El trabajo resultante lo presentaré a la Editorial Adarve por su profesionalidad, cercanía, acompañamiento y buen gusto.

Con este retrato personal, lo único que pretendo es representar que como decía Heidegger, “el mundo mundea”; soy enemigo de las quejas, de la negatividad y de sentencias como : “qué le vamos a hacer”, “esta sociedad no tiene arreglo”… Perdonen pero sí tiene solución. Cada uno de nosotros ha de encontrarse en la línea de trabajo para la que se encuentra preparado o quiere prepararse. Las dificultades las encontraremos a cada paso, sé bien de lo que hablo, pero hay que VIVIR A PESAR DE TODO.

 

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