Carlos Armando González

Foto de Medellín, Colombia

Medellín, Colombia

Nací y vivo en Medellín, Colombia, esa ciudad alguna vez considerada de las más violentas del globo —gracias a sus narcotraficantes— y hoy catalogada como la más innovadora del mundo: destino turístico y meca universitaria para muchos latinoamericanos. Amo a mi ciudad, a sus cantinas de tango, a sus universidades, bibliotecas, museos, teatros y a sus exposiciones equinas. Tengo 68 años y llevo 43 casado con una mujer que me hace dulce la vida, aparta de mí los problemas y me dio dos hijos maravillosos y una nieta que es la luz de la familia.

Soy el mayor de diez hijos de un hombre campesino y humilde, iletrado y pobre, pero conté con la suerte de una madre con voluntad de hierro. Ella, contra toda dificultad, ayudó a sus hijos a estudiar pues opinaba que la educación es la mayor de las riquezas. De diez hermanos, ocho tenemos título universitario. Logré graduarme como contador público y me desempeño como revisor fiscal y analista financiero. El observar y analizar a mi madre primero y luego mi esposa, diversas en opinión y pensamiento pero comunes en su obrar ajustado a un estricto código moral, creó en mí el respeto y admiración a la mujer. Así son tratadas en mis cuentos y Sara Vélez, el personaje de mi novela Al Final del Horizonte, es todo altruismo y desprendimiento, claridad en sus objetivos y afán de lucha. Pero, como casi siempre sucede con las mujeres en la vida real, no fue valorada y menos recompensada.

MI PERSONALIDAD

Carlos Armando González y esposa

El haberme visto obligado a trabajar desde muy joven, cuando durante las vacaciones escolares y fines de semana desempeñé los oficios más humildes, me privó de amigos y me hizo un hombre solitario y de perfil bajo. Los tres primeros años de bachillerato los cursé en un colegio militar y allí se formaron dos rasgos fundamentales de mi personalidad: la disciplina en todos los actos de mi vida y la no aceptación ciega a las jerarquías, al régimen establecido, a la orden inconsulta; es decir, mi inicio en el Liberalismo. Por ello fui expulsado. Hoy, que con esfuerzo he logrado algo de educación, rechazo el conservadurismo como sistema de gobierno y odio a la jerarquía católica.

Genero confianza en mis familiares, empleados y en el grupo de mis empleadores.

No pertenezco a ninguna asociación, no viajo, no me gusta el mar pero amo vivir en medio de las montañas, de su frio y sus neblinas, de su verde y su silencio. Allá tengo una casa llena de perros que es mi refugio.

AFICIONES

Mi madre leía mucho, fue la única diversión que le permitió el cuidado de diez hijos. Leyendo ella, en veces la veíamos llorar y exclamar «no puede ser». En otras, entrar en ira y gritar «maldito». Ella me inició en la literatura, mi primer asombro fue Las mil y una noches, y cuando por tercera vez fui incapaz de avanzar más allá de la cuarta página del Ulises de Joyce, dije adiós a casi todos los clásicos. Pero leer ya se había convertido en necesidad casi vital.

Otra gran afición es el caballo, ese ser al que amo, admiro y respeto. Aprendí a montarlo, a desbravarlo, a cuidarlo y a entrenarlo. Por mi edad ya no lo monto pues no me gusta el rocín manso, pero escribo sobre él. Es personaje en casi todos mis cuentos y en mi novela Al final del Horizonte.

Tengo otras aficiones: la música clásica, el blues, el jazz y, por supuesto, el fútbol.

AUTORES PREFERIDOS

Siguiéndole la pista al caballo llegué a la bella literatura argentina. Sin el caballo no tendríamos las páginas de

Portada de Al final del horizonte

Esteban Echeverría, ni las de Ricardo Guiraldes y menos aún las de José Hernández. Cayó en mis manos Guerra y Paz, de ese Tolstoi al que considero grande entre los grandes y aprendí que puede novelarse la Historia. Busqué novela histórica latinoamericana y encontré a Miguel Ángel Asturias y su Señor Presidente; Augusto Roa Bastos con su Hijo de Hombre y su monumental obra Yo el Supremo; Joao Guimaráes Rosa y su Gran Sertón y a Mario Vargas Llosa con La Guerra del Fin del Mundo y La Fiesta del Chivo. A otros escritores regreso con frecuencia: William Faulkner, John Steinbeck, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo. Nunca estudié literatura; lo poco que sé escribir lo aprendí de ellos.

Mi obra favorita sigue siendo Las Mil y Una Noches. Cuando la leo me olvido de todo; sólo la disfruto.

¿CÓMO DECIDÍ SER ESCRITOR?

Empecé escribiendo cuentos como ejercicio de redacción, como forma de enriquecer mi español y, cuando algunos me gustaron pensé que también podría escribir una novela. Me dediqué entonces a la investigación histórica sobre el período de La Violencia, y el resultado es lo que me ha publicado Editorial Adarve.

MI OBRA FAVORITA DE LO QUE HE ESCRITO

Sólo he escrito una novela, Al Final del Horizonte, y algunos cuentos que han sido publicados en revistas y periódicos. Todo me gusta por igual. Pero tengo un cuento que escribí sin pensar en ninguna situación concreta, que simplemente llegó y que estuvo listo de un solo tirón, en tres horas, sin requerir la más mínima corrección: Antonio Macías es mi cuento predilecto.

MI ESTILO LITERARIO

Como lo que más me atrae es la novela histórica, así escribí la mía (o al menos lo intenté). Fue mi intención narrar un vergonzoso período de la historia de Colombia al mejor estilo de los escritores ya citados: hechos reales basados en una seria investigación histórica, vividos por personajes comunes a quien nadie defendió de la tiranía impuesta por la yunta conservadurismo-catolicismo.

MI CITA PREFERIDA

No es de un autor; es de mi madre. Ella nos decía: «En el más allá habrán de juzgarlos por el esfuerzo que no hicieron». Nunca supe si fue de su cosecha o la había leído.

OBRA EN LA QUE TRABAJO

De España heredamos un catolicismo oprobioso capaz de llevar al cepo, al destierro o a la horca a quien ciegamente no obedezca sus mandatos. En los crímenes del Santo Oficio se retrata. Su jerarquía, unida al Partido Conservador, por décadas regresaron a los colombianos al oscurantismo de la Edad Media. Con personajes reales, que en carne propia sufrieron el oprobio y a quienes la historia oficial no ha logrado ocultar, escribo una novela sobre el tema. Ya tengo, en cinco años de investigación histórica, documentación suficiente y ya están escritos los dos primeros capítulos. Y tengo casi listo el final.

Ese es mi proyecto inmediato. Cuando lo termine, aprenderé a tocar el piano.

¿CÓMO ENTIENDO EL MUNDO?

El humano es ambiguo: salta de la bondad a la crueldad, del egoísmo a la generosidad, de la bajeza al arte. Tenemos asesinos y, por contrate, la Novena Sinfonía de Beethoven. Cada acto repudiable tiene su contraparte admirable. A Hitler se opone la Madre Teresa de Calcuta y, aunque hace más ruido el mal no ha logrado vencer al bien. Me pregunto, entonces, ¿por qué la filosofía, la psicología, las religiones… no han logrado alinearnos del lado correcto? Y no lo lograrán; el humano seguirá batallando contra sí mismo. En ese medio tendremos que sobrevivir y a cada cual le corresponde elegir su orilla.

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