Me llamo Asunción Muñoz Moreno. Nací en Madrid en el barrio de Prosperidad y he vivido desde la niñez en una de las zonas más castizas del centro: Lavapiés, Embajadores y, por último, Arganzuela.
Estudié el bachillerato Elemental en el Centro Cultural Femenino de la calle del Olivar y el Superior así como el Preuniversitario en el Instituto Isabel la Católica, que en aquellos años era exclusivamente femenino, por lo que el cambio al llegar a la Facultad era para nosotras mucho mayor.
Al terminar el Preuniversitario pasé a la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Complutense. Mi primera intención era estudiar Filología Francesa, dado que me gustaban mucho los idiomas, pero opté después por la especialidad de Filosofía Pura, como se llamaba entonces, y lo hice por una casi necesidad de comprender el mundo en que vivimos, de responder a las preguntas que ocupaban mi cabeza a los 17 años. Allí me doctoré, bastantes años después, con una tesis sobre La dimensión estética en la Filosofía de Maurice Merleau-Ponty, bajo la dirección de la doctora Ana María Leyra Soriano.
He ejercido la docencia de la Filosofía durante treinta y cinco años, primero en el Blas Cabrera Felipe de Arrecife de Lanzarote, cuya plaza saqué por oposición en 1977, y más tarde en varios Institutos de Madrid. Los últimos 17 años en el Instituto Cervantes donde me jubilé.
Me gusta viajar y lo he hecho por Europa todo lo que mi situación me ha permitido. Esa es mi mayor afición, imprescindible para abrir la mente y alcanzar un mayor conocimiento de la realidad, de la civilización y de los seres humanos en definitiva.
Soy una persona curiosa, me encanta aprender sobre cualquier tema. Conozco pocas cosas, pero creo que sí las conozco con alguna profundidad. Y aún siendo muy consciente de que es imposible en una sola vida abarcarlo todo por fascinante que pudiera ser, todo me interesa. Sin embargo, mis lecturas han estado desde muy joven dirigidas fundamentalmente a los grandes filósofos, en especial a Platón y a Emmanuel Kant.
Me gusta la pintura, la literatura, el arte en general y, como decía José Saramago cuando le preguntaban que le pedía a la vida: tiempo.
Por cierto, qué gran sabiduría la de Don José. No tengo que decir que mi admiración por este autor, al que le he dedicado mi primer ensayo, es muy grande. Expliqué las razones en la entrevista para la publicación de El pensamiento de José Saramago. Ser humano, Dios y Sociedad y no me voy a repetir ahora.
En la actualidad, estoy trabajando en lo que pretendo sea un nuevo ensayo sobre las obras de teatro del mismo autor, mucho menos conocidas que sus novelas, pero no menos interesantes. Con posterioridad espero llegar a trabajar sobre su poesía.
El porqué de esta dedicación tan atenta y exclusiva a la obra de Saramago es muy sencillo: coincido mucho con su pensamiento. Comparto casi en totalidad su forma de ver el mundo y de analizar el comportamiento de los seres humanos, así como su ética irreductible.