Hijo de extremeños que se sumaron al éxodo de los pueblos hacia la capital en 1964, asegura «pertenecer a la generación de las sopas». Sus recuerdos de infancia evocan un barrio de Madrid con olor a pueblo y la cercanía fraternal de la vecindad. Autodidacta, publica en 2021 su primera novela: Ángel Fernández Holguera, sobreviviendo a mi vida (Ed. Létrame). En la actualidad reside en Cáceres, desde donde busca historias en sus conversaciones con los mayores mientras trabaja en una tercera obra, ambientada en la guerra civil española.

Resido en Cáceres desde 2022. Nací en Madrid hace 58 Años

Nací en Madrid y me crié en un barrio humilde y obrero, entre el Puente de Vallecas y el Puente de Pacífico. No fui un buen estudiante, pero sí un soñador que volaba con la imaginación a través de los libros de Verne, H. G. Wells, Mark Twain, Tolkien, Stevenson…

Mi experiencia laboral se halla en el sector de la logística y gestiones administrativas. Comencé a trabajar muy joven: descargaba camiones, organizaba almacenes… Era apenas un crío de 16 años.

Mis aficiones son el senderismo y el contacto con la naturaleza; me aportan equilibrio y serenidad. Me gusta nadar, pues el contacto con el agua es para mí una auténtica terapia que despeja la mente y relaja el cuerpo. Me encanta el cine, sobre todo las películas de época o históricas que me permiten viajar a través de la pantalla. La escritura es mi afición y mi pasión. Con los años he desarrollado una capacidad, o quizá un pequeño superpoder, de escribir desde dentro, habitando los escenarios que mi imaginación construye.

El rasgo más sobresaliente de mi personalidad diría que es mi forma de desconectarme del presente. A veces me encierro en mi mundo interior y pierdo la noción del tiempo, incluso la capacidad de prestar atención a lo que me rodea. Por suerte, las personas que me conocen lo han normalizado. Durante años fue un problema en mi círculo de amistades, pero hoy lo entienden como parte de quién soy.

 

La lectura fue mi compañera durante gran parte de mi vida. En la pandemia decidí probar con la escritura. Aquel «superpoder» que sentía al leer, viajar, amar, temer, reír o llorar, despertaba de forma mágica cuando escribía. Crear en una página en blanco resultaba apasionante: la imaginación construía y mi mente aportaba escenarios, personajes y sentimientos. Era increíble visualizarlo todo mientras avanzaba, página tras página.

Cada etapa de mi vida tuvo sus autores, sus estilos y géneros. Ya mencioné mis primeras lecturas: Julio Verne, Mark Twain, H. G. Wells, J. R. R. Tolkien, R. L. Stevenson, Alejandro Dumas, James Matthew Barrie… La adolescencia llegó con sus propios amores y la inevitable edad del pavo: Espronceda, Torcuato Luca de Tena, García Márquez, Neruda, Delibes… Con el tiempo descubrí la pluma de Cela, Blasco Ibáñez, Galdós, Pío Baroja, Arturo Barea y Umberto Eco. Después vinieron muchos más libros y autores: Dan Brown, Michael Crichton, Stephen King, Mikel Santiago, Carlos Ruiz Zafón, Dulce Chacón, Eduardo Mendoza, Dolores Redondo… La lista sería interminable. Todos ellos, de una u otra forma, dejaron su huella en mí.

Mi obra favorita de otro autor, aunque va a sonar raro, es Drácula, de Bram Stoker. La he leído dos veces y me resulta fascinante. Amor, aventuras, terror… todo un cóctel servido con un estilo magistral. Hablamos nada más y nada menos que de una obra publicada en 1897. Un clásico que me dejó sin aliento.

 

«No hay libro tan malo que no tenga algo bueno», Miguel de Cervantes

 

Mi segunda novela, Abades 11. Nuestra vida en la corrala, refleja mucho de mí. La escribí en un momento en el que mis emociones, vivencias y sentimientos eran una auténtica montaña rusa: un divorcio, la pérdida de mi padre, un nuevo amor… Todo fluye a través de la tinta de mi pluma.

Si me preguntan por mi estilo literario, es sencillo responder: escribo historias de vida a través del costumbrismo. Me gusta retratar esos pequeños detalles que, en su sencillez, destilan belleza.

Llevo unos meses trabajando en mi tercera novela, el retrato de un pueblo extremeño durante los primeros momentos de la Guerra Civil Española. Son muchas las historias de vida que quiero contar. Es un reto abordarlas sin politizar demasiado y hacerlo desde mi género costumbrista. Estoy construyendo las escenas a partir de los recuerdos de nuestros mayores. Las sombras y demonios siguen atormentando en la memoria.

Mi manera de ver el mundo, si hablamos del mundo literario, solo puedo decir que es un mundo de lobos. Hay manuscritos maravillosos en las papeleras y escritores y escritoras con talento que viven en la invisibilidad. Yo escribo por pasión, porque me gusta y porque es mi forma de llevar a los lectores esas historias de vida que vamos perdiendo con el paso de los años.

 

Antolín Castaño Florencio Abades 11

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