Diplomado en Magisterio y licenciado en Filología Inglesa, ha compaginado la actividad docente con la creación literaria durante la mayor parte de su vida. Su obra, principalmente narrativa, nos ha dejado libros de relatos como Agujeros o El martillo de Pitágoras, además de la novela No solo queda la espuma, entre otras muchas obras tejidas siempre mediante una prosa ágil, limpia y sugestiva. Aunque ha residido en Alcalá de Henares y Casablanca, su sangre nunca ha olvidado el terruño donde comenzó a fluir; allá en las agrestes peñas de Las Villuercas.


Dónde resides, tu edad, tu estado civil:
Resido en Alcalá de Henares, tengo sesenta y un años y llevo tres décadas casado, algo que hoy en día empieza a ser poco habitual, y más teniendo en cuenta que es con la misma mujer.
Reseña biográfica informal:
Nací en Navezuelas, un pequeño rincón escondido entre las montañas de la cacereña Sierra de las Villuercas, en casa de mis abuelos maternos. A la vieja usanza: sin hospital, sin epidural y sin florituras. A pelo, como los valientes. No presumo, que conste, porque el mérito fue enterito de mi madre, que se dejó la piel durante buena parte de la noche del 23 al 24 de abril. Sin anestesia y, sorprendentemente, sin quejas (bueno, alguna habría, digo yo… pero nunca me lo ha echado en cara. ¡Un diez para ella!).
Debía de estar yo la mar de a gusto ahí dentro, porque no tenía prisa ninguna por salir: casi diez meses en lo que bien podría describirse como un útero cinco estrellas. Eso sí, cuando por fin me decidí, salí hecho un mozo: mofletes generosos, redondito, grandote… un poco blandito, según cuentan, pero curtido pronto a base de virus, bacterias y aire serrano. Como decía Nietzsche: “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, y yo me lo tomé al pie de la letra desde la cuna.
Mis primeros siete años fueron puro campo: correteaba entre castaños, alcornoques, jaras, brezos, gallinas, cabras, conejos y algún que otro cerdo (literalmente, de los de cuatro patas, que allí llamamos guarros, con todo el cariño del mundo). Una infancia de postal rural, con la mejor compañía posible.
A los siete, mis padres decidieron cambiar de vida y nos mudamos a Alcorcón primero y a Alcalá de Henares después, donde he pasado la mayor parte de mi vida. Eso sí, nunca corté el cordón umbilical con Navezuelas. Aún conservo casa allí y me escapo cada vez que necesito aire puro, silencio o recordar de dónde vengo.
Estudié Magisterio y Filología Inglesa, y he dedicado buena parte de mi vida profesional a la docencia. Aunque también he tenido mis arranques aventureros: viví un año en Inglaterra y seis en Casablanca. Así que mis paisajes interiores son un cóctel entre sierra extremeña, niebla británica, bullicio marroquí y ladrillo cocido alcalaíno. No se me ocurre mezcla mejor.
Aficiones:
Me gusta pasear cerca de corrientes de agua, leer, escribir, escuchar música y pintar, aunque esto último lo tengo muy abandonado. No hay tiempo para todo en la vida.
Rasgo más sobresaliente de tu personalidad:
Como buen tímido, tengo una gran capacidad de aguante, pero soy explosivo cuando se rompen los diques. Siempre he intentado mirar el vaso medio lleno y plantarle cara a la realidad con buen talante (aunque unas veces cueste más que otras).
Me considero una persona sencilla, poco seguidor de las modas, callada y bastante reflexiva. No rehúyo el trabajo y no me importa remar aunque el viento venga en contra. Algunos dicen que soy agudo, sarcástico y con una imaginación muy fértil; otros dicen cosas peores, pero esas me las guardo, que uno tiene su dignidad y tampoco hay que darles publicidad gratuita.
Me gusta pensar que soy creativo, respetuoso y tolerante. Al menos lo intento. También algo reservado y poco amigo de dejarme arrastrar por la corriente. Lo de ser gracioso… depende del día: si estoy de buen humor, hasta hago reír. Si no, mejor que me pasen el micro en otro momento.
Cuéntanos por qué decidiste ser escritor/a:
Siempre he tenido una vena creativa latente y, tarde o temprano, tenía que salir por algún lado. De joven hice teatro, después empecé con la pintura y me pasé años dándole al óleo, pincel en mano y poniendo cara de artista inspirado. Pero al final fue la escritura la que ganó la partida. La culpa, en parte, la tuvo la gente que me decía que escribía bien (o al menos que no lo hacía mal del todo). Poco a poco, sin hacer mucho ruido, la escritura se fue colando en mi día a día hasta volverse algo estable… casi una rutina, pero de las buenas. Vamos, una rutina no rutinaria, si se me permite el oxímoron.
Autores preferidos y por qué:
No tengo un autor de cabecera fijo. Me gusta cualquiera del que pueda aprender algo, que, por suerte, son casi todos. Podría nombrarte a Hermann Hesse, Virginia Woolf, Kafka, Dostoievski, Lorca, Wenceslao Fernández Flórez, Stanisław Lem, Orwell, Murakami, Sánchez Ferlosio, Adelaida García Morales… cada uno por su propia y buena razón.
En general, me atraen los autores que crean personajes con fondo, con sus luces, sus sombras y alguna que otra grieta. También me fascinan aquellos que le dan rienda suelta a la imaginación… pero con estilo, sin desbocarse. Que una cosa es volar y otra, despeñarse.
No soy un lector organizado ni dado a planificaciones meticulosas. Voy picoteando de aquí y de allá. Igual que el cuerpo necesita nutrientes variados, el espíritu también se alimenta mejor con una dieta bien diversa. Como decían nuestros padres mientras nos miraban con el plato de acelgas en la mano: «¡Hay que comer de todo!»
Tu obra favorita de otro autor:
Tengo muy buenos recuerdos de la lectura de La montaña mágica, de Thomas Mann, y de Los hermanos Karamázov, de Dostoievski. Aunque siempre he sido muy aficionado a la literatura popular, por lo que, si tengo que elegir solo un libro, me quedo con el Romancero viejo, tan nuestro.
Tu obra favorita de las que has escrito:
La senda de los alacranes y No solo queda la espuma son quizás las más logradas. Ambas están ambientadas, en su mayor parte, en la posguerra e intentan retratar una época difícil de nuestra historia. Pero siempre con un toque de esperanza.
Tu estilo literario:
Creo que el gran valor de la literatura está en su capacidad para evocar, para sugerir más que mostrar y abrir puertas a la imaginación. Y eso es lo que intento conseguir. Me gusta buscar un equilibrio entre las descripciones —del mundo interior de los personajes— y el entorno físico en el que se mueven, intentando que todo encaje y cree una conexión emocional con quien lee. El género me da un poco igual, aunque tal vez en el que mejor me muevo es en la ficción histórica.
Una cita de un autor que te guste:
Siempre me ha gustado una sentencia que leí en una novela de René Barjavel, La noche de los tiempos, más que nada por la lección de vida que encierra:
«Pensar en las desgracias futuras es soportarlas dos veces».
Quizá deberíamos aprender a disfrutar más del presente, máxime cuando, según los psicólogos, el noventa por ciento de las cosas que nos preocupan nunca suceden.
Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad:
Una novela de ciencia ficción que juguetea con agujeros negros, mundos paralelos y realidades alternativas. Otra de mis debilidades.
Algo sobre tu manera de entender este mundo:
Creo profundamente en la libertad individual, por encima de cualquier otra cosa. Nunca me ha ido lo de seguir caminos preestablecidos ni lo de diluirme en colectivos. Para mí, la dignidad humana es lo más sagrado, y esa dignidad solo es posible cuando se respetan los derechos individuales. Porque no se puede hablar de derechos colectivos si antes no se garantiza la libertad del individuo.
La historia está llena de ejemplos donde los grandes ideales —esos que suenan tan bien sobre el papel— han acabado sirviendo de excusa para pisotear al ser humano concreto. Detrás de muchas tiranías no hay monstruos, sino buenas intenciones mal dirigidas y derechos individuales ignorados en nombre de un bien supuestamente mayor.
No me van los discursos grandilocuentes ni los idealismos de brocha gorda. El ser humano no es una célula de un organismo colectivo ni una termita más en el termitero. Somos mucho más que eso. Y solo alguien que ha encontrado una cierta paz consigo mismo puede estar realmente en paz con los demás.
Tus proyectos inmediatos:
Seguir escribiendo: novela y relatos breves, principalmente. Y en lo personal, me conformo con mantener lo que tengo, que ya es bastante. Y, en la medida de lo posible, ser útil a los que me rodean.
Me ha parecido una buena entrevista, ya que
en ella quedan reflejadas su gran capacidad creativa y su profunda visión de la vida, siempre aderezadas, cómo no, con un sabio sentido del humor.