Nací en Madrid en 1976. De adolescente, mientras estudiaba esto y aquello, fui aprendiz de muchas cosas: de mecánico, de camarero, de vendedor, de vigilante de seguridad. Después fui periodista durante casi una década. Escribí sobre obispos, sobre científicos, sobre prosistas y sobre políticos. Dejé esa profesión porque dejó de interesarme la actualidad, que no la vida. Además, perdí confianza en mis cualidades sociales y en mi capacidad para ser hipócrita, condición indispensable para hacer creer a las audiencias que un periodista está preocupado por hallar la verdad, algo falso, puesto que su prioridad es conservar su incierto y precario empleo. Por otro lado, tuve la sensación de que estaba rodeado de personas vacuas, líquidas y vanidosas. Quizá yo era el vacuo, el líquido y el vanidoso. Pero qué más da. No quería volverme loco y tenía que hacer otras cosas. Ahora me dedico, entre otros menesteres, a escribir novelas y a realizar cortometrajes experimentales que solo encuentran cierta repercusión fuera de España. Pero no me quejo, me lo paso bien. No tengo mucho dinero, pero me apaño para sobrevivir. No aspiro a ser rico, sino a morir sabiendo que mi vida no ha sido de segunda mano. ¿Es egoísta y megalómano lo que estoy diciendo? Posiblemente sí. Pero mi egoísmo y mi megalomanía no me impiden amar a las personas que me importan ni ser medianamente amable con mis vecinos, que suelen ser poco amables conmigo.
Aficiones: Me gusta la cocina, el boxeo (verlo), echarme una siesta diaria de una hora y conversar en los bares con personas que no miren el reloj y que estén interesadas por algo más que el fútbol y la política. A veces disfruto con un paseo por el campo, pero tiene que haber un buen asador cerca de allí. También me gusta fumar un buen puro y tomarme un par de Oportos cada quince días.
Rasgo más sobresaliente de mi personalidad: Soy una persona algo arrogante. Y eso es algo que me asquea, pues detesto la arrogancia. De ahí que pase temporadas enclaustrado, sin hablar casi con nadie. No deseo amargar la vida a los demás. Ya me la amargo yo bastante. Creo que la solidaridad verdadera debe consistir básicamente en no tocar las narices a los demás más de la cuenta. Como decían los ingleses de antes, «modales antes que moral».
Por qué decidí ser escritor: Siempre he tenido problemas para adaptarme al mundo, pero no creo que sea tanto problema del mundo como mío. No sé si lo que escribo tiene algún valor. Tal vez sea una soplapollez, pero necesito escribir para no convertirme en un ser peligroso y nocivo para la sociedad.
Mis autores preferidos y por qué: Muchos son mis autores preferidos, pero citaré solo a tres: Dostoievski, Valle–Inclán y Alfred Döblin. ¿Por qué me gustan? Porque logran hallar dignidad y humor en los aspectos y en los seres más sórdidos y oscuros. Son poceros que encuentran angelitos dorados en los depósitos de inmundicias.
Mi obra favorita de otro autor: Tengo demasiadas obras favoritas, pero si tengo que citar una me quedo con El jugador, de Dostoievski. Esta obra me entusiasmó por la vitalidad suicida de sus personajes. Si yo conociera a alguien que se atreviera a vivir con la apoteósica plenitud del protagonista de esa obra, le pediría que me hiciera su escudero.
Mi obra favorita de las que he escrito: Está por escribir. O no.
Mi estilo literario: Considero que mis novelas son tragicomedias que oscilan entre la novela negra y la comedia surrealista.
Una cita de un autor que te guste: Albert Camus: «El acto más importante que realizamos cada día es tomar la decisión de no suicidarnos».
Obra en la que me encuentro trabajando en la actualidad: Estoy trabajando actualmente en un libro de cuentos que se llamará, si no he muerto antes, Tiempos ridículos.
Algo sobre mi manera de entender este mundo: Es el peor y el mejor de los lugares. Lo amo y lo odio. Por eso tengo problemas para hacer amigos.
Mis proyectos inmediatos: Sobrevivir, ir una vez al mes a comer cochinillo a Segovia y tratar de no engordar demasiado.