Vivo en Italia, en la ciudad de Cesena donde nací hace 57 años y soy un solterón empedernido.
El íncipit de mi primer libro dice: «…En un pequeño hospital poco importante de la provincia. Nací allí, en Cesena, en los años sesenta. Mi madre nunca se preocupó de decirme si me parió antes o tras la medianoche entre el 22 y el 23 de julio, estaba muy ocupada en sufrir; por eso no conozco mi zodíaco. Yo creo que nací bajo el signo de mi abuelo: Stymbain, que era precisamente su apodo y es el título del libro».
Luego sigo contando que siempre me aburrió la escuela, pero soy profesor, y lo bueno es que esta obra juvenil, Stymbain, no la conoce nadie entre mis estudiantes, o por lo menos a mí me gusta creerlo. Al principio estudié para llegar a ser profe de gimnasia, pero luego encontré la manera de ir a trabajar a EE.UU. y allí me hubiera quedado, de no ser por la mili, que en aquel entonces era obligatoria. Tuve que regresar y tras un año de desventura antimilitarista volví a estudiar, gracias a la mucha paciencia de mi padre, los idiomas que había encontrado viajando también por América Latina. Para ganarme el pan, aquí en Italia, lo único que se me ocurrió, más tarde, fue ser profesor.
Aficiones: Muchas. Entre las que se pueden nombrar está todavía el deporte que, excluyendo el fútbol, siempre me gustó practicar y sigo haciéndolo con las disciplinas que me permite la edad: natación, bici, esquí. También me gusta cocinar y, según lo que dicen, me sale bastante bien; sin embargo no aguanto fregar los platos ni ver programas de cocineros que están muy de moda hoy en día. El cine es otra pasión pero soy muy intolerante con los que rompen la oscuridad de una sala encendiendo el móvil. Por mi sensibilidad, la unidad formal de una novela corresponde a la de una película. No aguanto otros géneros, aunque los respeto, hasta el punto que nunca en mi vida he visto entero un episodio de telenovela. No sé si merece estar entre las aficiones mi amor por los perros, especialmente por mi cavalier Hachiko, al que puse ese nombre sin acordarme de la historia patética del homónimo perro y su dueño, que siendo también un profesor se murió de un infarto. Obviamente, mi pasión primaria sigue siendo la de los libros; primero las novelas. Viajar ha sido también importante, pero la verdad es que no lo evalúo tanto como hacen todos los que me conocen, en el sentido que muchos panoramas a veces ya me parecen esfumarse con más rapidez que los que supieron abrir en mi imaginación escritores eternos, grandes o pequeños que fueran.
Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Fui bastante tímido de joven. Pero no es muy elegante seguir con la timidez ya mayorcito, así que me despabilé a tiempo para tener bastante aventura en la vida. La aventura y la libertad son un rasgo que me caracteriza. Un día, ya pasados mis cuarenta, mi madre comentó no recordar haber celebrado juntos un cumpleaños mío desde que tenía dieciséis años: siempre estaba en el extranjero durante el verano.
Mi primer deporte de joven fue el judo y siempre me gustó luchar. No tengo mucha paciencia con los arrogantes, por eso estos me acusan de serlo, porque no les tengo ningún miedo. Salir de la mili no fue nada simple ni indoloro y todavía llevo los signos que me dejaron en el cuerpo, pero lo peor fueron las depresiones que siguieron cuando recuperé la libertad. Así que muchos atribuyen mi soledad a mi mal carácter mientras que lo que hago es simplemente echar los malos sueños de la puerta como mejor puedo; también escribiendo. Hablar de sí mismos no es nada fácil y para hacerlo puede ayudar la opinión de las exnovias, que nunca son tiernas en sus juicios y por eso, objetivas. Cuando de jóvenes nos peleábamos, en la Universidad, mi novia me decía siempre que yo la remplazaría por un perro. Hoy es el veterinario de Hachiko y a parte de las muchas críticas que me hace como amiga, siempre me reconoció no poderme atar a las cosas y al dinero. La verdad es que la generosidad es un don que me pertenece de verdad y a pesar de hacerme parecer un poco tonto, debo decir que con el tiempo esta cosa acaba siempre por premiar.
Cuéntanos por qué decidiste ser escritor: No creo sea suposición decir que desde siempre supe que escribir sería una parte importante de mi vida. En la escuela, de chiquillo, lo que más me gustaba hacer eran las composiciones sobre un tema libre, en italiano. Esperaba con impaciencia el día de la prueba porque me daba gusto tener como tarea algo que realizaba disfrutando, como si se tratara de un juego. Unos compañeros la temían mientras que yo tenía la misma sensación de cuando de pequeño jugaba con las construcciones, con todas las piezas de diferentes formas y colores que al final realizaban el objeto de mi imaginación. Y hasta sacaba buenas notas. Luego las matemáticas mataron mi entusiasmo y volví a escribir solo al licenciarme, en época de doctorado, para la Universidad. Mis trabajos críticos sobre literatura encontraron siempre buena acogida, pero fue solo con mi actividad paralela de voluntario que empecé a narrar. No soy ningún Pérez-Reverte; sin embargo, en Sarajevo, con mi ONG, necesitábamos estar acreditados como periodistas para entrar y salir del asedio, a veces también con los aviones de la OTAN. Así que casi a diario yo escribía para un periódico local de mi región lo que acontecía en la ciudad rodeada por los francotiradores. En la casa destartalada donde vivíamos y operábamos había encontrado una vieja Olivetti, como la de mi padre, y con la ayuda del hijo de una colaboradora nuestra, cada dos o tres días enviaba por fax mis piezas al periódico. Me acuerdo que el niño apoyaba mi artículo al lado del teléfono que parecía tragarse el papel y siempre se reía. Parecía un juego; sin embargo, por aquel entonces, fui uno de los pocos en difundir la noticia sobre lo que estaba pasando en Srebrenica. Me había llevado la novela de García Márquez Cien años de soledad, y a la pregunta de mi editor sobre mi sensaciones al salir definitivamente de allá me acuerdo que contesté con las palabras del escritor colombiano: «Años antes, el coronel Aureliano Buendía le había hablado de la fascinación de la guerra y había tratado de demostrarla con ejemplos incontables sacados de su propia experiencia. Él le había creído. Pero la noche en que los militares lo miraron sin verlo, mientras pensaba en la tensión de los últimos meses (…). José Arcadio Segundo llegó a la conclusión de que el coronel Aureliano Buendía no fue más que un farsante y un imbécil. No entendía que hubiera necesitado tantas palabras para explicar lo que se sentía en la guerra, si con una sola palabra bastaba: miedo».
Desde entonces nunca he dejado de contar lo que veo.
Autores preferidos y por qué: Difícil tarea. Empezaré por una mujer de mi propio idioma, que también fue periodista y un día hasta se encontró herida debajo de los cuerpos en una masacre que estaba documentando en México: Oriana Fallaci. Determinante en mi formación juvenil fue Un Uomo. Más tarde se me grabó en la memoria la narración de Inschiallah. Otros serán todas las producciones de Jorge Amado, empezando por su Teresa Batista cansada de guerra, García Márquez y Vargas Llosa con La Fiesta del Chivo, por ejemplo. El motivo por el que influyeron tanto en mi manera de escribir me parece el siguiente: del realismo mágico al realismo trágico siempre está la realidad a la base de lo que atrapa mi imaginación al momento de contar algo.
Tu obra favorita de otro autor: No se considera una de las mejores de Vargas Llosa, o por lo menos de las más famosas, hasta el punto que un día encontré, en el escaparate de una librería de Puerto Rico, un gran número de volúmenes de esa novela, usados como ladrillos para formar la base de exposición de obras de otros autores. Seguramente se habían quedado sin vender un montón de volúmenes de La Guerra del Fin del Mundo. La verdad es que a mí siempre me encantó leerlo y no sé si acertaré en explicarlo. Podría ser el simple deseo de aventura o también la pasión por la historia, la política y, como siempre, la investigación sobre acontecimientos verdaderos. De hecho, me acuerdo que en São Paulo, un querido amigo poeta, al saber de mi predilección por tal novela, no dudó en enseñarme el libro de Euclides da Cunha, Os Sertoes, el relato que este hombre de ciencias había escrito cubriendo la guerra de Canudos como enviado del diario O Estado de S.Paulo en 1897. Vargas Llosa había transformado este documento en una novela monumental sobre un episodio de la historia de Brasil, haciendo de su mismo autor un personaje antiheroico. Otra vez, la base real para una construcción narrativa de enorme fascinó. Yo encontraba hasta el eco de los cuentos de mi abuelo sobre Giuseppe Garibaldi en los personajes que desfilaban delante de mis ojos, por los panoramas desolados y salvajes creados por Vargas Llosa.
Tu obra favorita de las que has escrito: claro que siempre es la última, Anunciada. Pero como he escrito ya otras me veo obligado a escoger algo distinto. Quizá un cuento que se llama Suerte u otra novela corta titulada La Sombra de la Meridiana.
Tu estilo literario: Seguramente ficción, pero sin ninguna necesidad de escaparme a mundos extraños para encontrar inspiración narrativa. En mi opinión, también Isaac Asimov —otro de mis preferidos— está bien enraizado en la realidad a través de la ciencia. Nada más real que los conocimientos científicos de esa genialidad creativa para lanzarse a hipótesis que han abierto la última frontera de la novela contemporánea. No es casual que todo el cine y los escritores del género no hayan hecho otra cosa sino repetir lo que él había sugerido, hasta el punto que una de sus invenciones se ha vuelto realidad. Difícil hablar de mi estilo. Se podría hablar de verismo pero se trata más de la rapidez del boceto que de una fotografía.
Una cita de un autor que te guste: En Paula de Isabel Allende, el cura que en la realidad se había enterado, en el secreto de la confesión, de los cuerpos de unos desaparecidos enterrados en la mina prohibida de Lonquén y los había fotografiado para llevar las pruebas a su Cardenal, años más tarde encuentra a la escritora chilena, que al contar los hechos ya había declarado: «Escribí la novela en esas calientes noches de Caracas con el material de mi carpeta de recortes, un par de libros, algunas grabaciones de Amnistía Internacional y las voces infatigables de las mujeres de los desaparecidos, que atravesaron distancia y tiempo para venir en mi ayuda. Así y todo, debí recurrir a la imaginación para llenar las lagunas».
Cuando el cura le dice: «Nadie lo sospechaba excepto el Cardenal y yo. Si se hubiera difundido mi participación en este asunto, seguramente no estaría aquí hablándole, también yo habría desaparecido. ¿Cómo lo supo usted?», a lo que Allende replica «Me lo soplaron los muertos».
Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: La verdad es que no estoy trabajando en ninguna obra de momento, lo que no quiere decir que no tenga una idea. Siempre he creído un poco en quien dice que el escritor narra siempre la misma historia. En el sentido de que sigue un hilo rojo donde se van engastando los eslabones de los hechos que él casi siempre cree imaginar, pero que en realidad ya están en algún lugar escondido, esperando su voz. Algo muy extraño pasa en mi vida y yo espero simplemente aprender a escuchar para tener algo que contar que valga la pena. Es verdad, por ejemplo, que no tengo los dedos extremos de mi pie izquierdo, como digo en la introducción de Anunciada. Y es también verdad que el alcázar que le sirvió como refugio de guerra a la protagonista de mi novela hoy es una cárcel, donde está detenido un sobrino mío que mi hermana adoptó en Brasil. Por eso no escribí nada. Sé precisamente de dónde tengo que volver a empezar la historia pero todavía no veo por dónde va a soplar el viento. Mi sobrino se encuentra exactamente en la misma celda donde estuvo Anunciada.
Algo sobre tu manera de entender este mundo:
Para mí el mundo refleja su orden en el discurso de la montaña de Jesús Cristo. No es casual que el gran poeta Dante nos lo represente al revés en su estructura del Infierno, que es la mejor representación universal de la realidad humana.
En cuanto a entenderlo, el mundo, ¿qué puedo decir? Cada mañana, al sacar el perro, encuentro a mi viejo profesor de Filosofía. Titularon con su nombre el paseo del parque por donde acompaño a Hachiko antes de ir al trabajo: Michele Massarelli. Era un socialista, anarquista y pacifista; de tanta filosofía que nos trajo lo que más se me ocurre es la frase de otro estudiante suyo que había decidido ser albañil: «Yo no pienso, porque si pienso, me cabreo», que es un poco el evangélico «A cada día basta su propia pena». Creo que en eso se encuentre bastante bien representada mi manera de entender el mundo.
Tus proyectos inmediatos: Ya hablé de la escritura, así que solo quedan los proyectos personales. Todos los veranos suelo ir, con una organización inglesa, a practicar natación en aguas abiertas por alguna parte del mundo pero, por primera vez, tras el maldito Brexit, los precios se han vuelto demasiado caros. Así que encontré una pequeña casa por un alquiler barato en la costa occidental de Sicilia. Por allí me voy a quedar por una buena parte del verano. Es el mejor proyecto que se me ocurre de momento.