Montevideo, 1987.
Profesor de Historia de Enseñanza Media, es gran admirador de Julio Cortázar y Alberto Laiseca. Educador en el Instituto del Niño, la Niña y el Adolescente de Uruguay, en la actualidad es estudiante de Educación Social. Tras viajar al norte jujeño y maravillarse con su magia y sus paisajes, decide dedicar este humilde presente a sus pobladores; valientes guerreros que no se resignan a ser reprimidos y censurados. Entre sus obras: Los omisos del encierro (Ediquid, 2022), Los ojos de la sustancia en Murmullos de una mente inquieta (Palabra Herida, 2023), El hostal en Bestiario encantado (Akera, 2023), Siete locuras en Cuento psicológico (Alas de cuervo, 2023).

Daniel lanza relatos norteños

 

Me llamo Daniel, tengo 38 años y vivo en Montevideo, departamento de Uruguay. Soy de un barrio pintoresco con mucha historia llamado Villa Colón.

Reseña biográfica informal: Se trata de una manera amena de contar tu vida, tanto en lo literario como en lo que quieras contar de tu vida privada. Dónde naciste, sector en el que trabajas, lo que estudiaste…

Nací aquí mismo, en Villa Colón. De pequeño siempre me gustó leer y sentí cierto interés por el oficio de educar (tal vez porque mi familia cuenta con varios docentes y maestros, entre ellos mi madre). Si bien me dedico a la docencia (soy profesor de historia) tuve durante mucho tiempo la necesidad de escribir. Al principio lo hice solamente para mi, y con el tiempo desperté placer por compartir aquello que hacía con otros. Tuve la suerte de hacer llegar mis relatos a programas radiales y bibliotecas públicas. Estas experiencias me llevaron a ganar un espacio radial en Argentina y me posibilitaron la participación en diversos certámenes literarios que cumplieron mi sueño de publicar mis relatos. Mi primer libro publicado (sin contar el formar parte de diversas antologías) fue Los omisos del encierro, llevado al mercado por la editorial peruana Ediquid.  

Entre mis aficiones destacan el ajedrez, el básquetbol, las largas jornadas acompañado de buenas series de televisión o de buenos libros de ficción, y dar clase que, en verdad, suele parecerse más a un hobbie que a un trabajo.

El rasgo más sobresaliente de mi personalidad diría que es que soy un desastre para una innumerable cantidad de cosas. De todos modos, debo admitir cierta facilidad para la elaboración de síntesis. Esta cualidad me ha ayudado mucho en el campo profesional, sobre todo en cuanto a escritura se refiere.

Decidí ser escritor porque así lo quiso el destino. Tuve la inmensa suerte de criarme en un hogar lleno de libros, donde leer estaba bien visto. También experimenté algunas experiencias fortuitas en extremo favorables, como por ejemplo haber sido sometido a una operación a temprana edad.  No recuerdo con cariño la parte de la operación y los tiempos post operatorios, pero si el obsequio de mi abuela mientras estaba hospitalizado; una novela juvenil de ficción y aventura que generó, en gran parte, mi temprana intención de escribir. Comenzó como un experimento inocente, pero fue convirtiéndose de a poco en una pasión casi obsesiva que supo ocupar un lugar importante en mi vida.

Entre mis autores preferidos están el poco valorado Augusto Roa Bastos (por su brillante cualidad de narrar escenas casi disimuladamente desde la perspectiva de distintos personajes) Edgar Allan Poe (por la creación de climas inhóspitos y aterradores) Alberto Laiseca (por su capacidad de hacer ficción usando la cotidianidad cultural que le tocó vivir), Mario Benedetti (por la simpleza de sus relatos), Horacio Quiroga (por la ocurrencia de sus recursos literarios) y, por supuesto, el gran Julio Cortázar. A este último le debo tanto que no se me ocurre forma de agradecimiento que no ostente deficiencia.

«A veces, reflexionar serenamente es mejor que tomar decisiones desesperadas», La metamorfosis, Franz Kafka

Una de mis obras favoritas es La otra orilla de Julio Cortázar. Me pareció una antología fascinante que llegó a mis manos en el momento adecuado. Recuerdo (y confieso sin vergüenza) haberme parado en la silla para aplaudir estúpidamente al terminar alguno de sus relatos constituyentes. Y es que me implicó toda una enseñanza con respecto a abandonar la redundancia, economizar palabras, sugerir sin decir y otras tantas cuestiones que forman parte del cuento y son conceptualmente inexplicables (aunque sí perceptibles cuando se lee un buen cuento).

De mis propias obras, mi favorita es, hasta el momento, Relatos norteños. Tiene mucho trabajo por detrás, investigación (aunque humilde y aficionada; claramente presente). Es un trabajo que sintetiza una etapa, un viaje, un descubrimiento de mi vida. Resume mi deslumbramiento por una cultura que hasta ese entonces desconocía. Hacerla me llevó a indagar sobre música, pintura, dialectos, vestimentas, tradiciones, costumbres, festejos y otro sinfín de cuestiones culturales totalmente ajenas que, por un instante, me parecieron moneda corriente. Es la única de mis obras que se propone con responsabilidad poner en el mapa una cultura escondida que debe ser reivindicada.

Mi estilo literario, según entiendo, es la ficción. Según se, se trata de un género de la literatura que aborda temáticas reales y complejas a través de recursos aparentemente imaginarios. Esto último es un tema que me apasiona. En el año 2023 dicté un taller para adolescentes llamado “la ficción no es de mentira” y, justamente, su objetivo principal era reivindicar el uso de la imaginación y la creación de universos ficticios como herramienta para lograr una incidencia significativa en la sociedad en que nos tocó vivir. Escribo ficción porque, en coincidencia con los escritores del “Boom” latinoamericano, pienso que es un género que demanda gran compromiso social.

Actualmente me encuentro trabajando en una antología de cuentos…digamos que incómodos. Entre mis proyectos inmediatos se encuentran culminar mi nueva obra, seguir dedicándome a lo que me gusta hacer y crecer como ser humano.

Para mí, la gran pregunta que el ser humano se ha hecho durante todos los tiempos es sobre su diferencia entre él mismo y el resto de los seres vivos que habitan el cosmos. Y pienso que el arte es aquello que nos hace humanos. Nuestra necesidad de expresar sentimientos y emociones, de buscar satisfacer necesidades vinculadas a ser felices y generar sonrisas sin connotaciones necesariamente materiales, nuestra necesidad de llorar al ver una buena película…todo esto es, a mi entender, lo que caracteriza a la humanidad. Desde esta perspectiva, consumir (y producir) arte es absolutamente fundamental para existir.

 

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