Lorena Lambiaso. Montevideo, 1974. Ingeniera en Computación y estudiante avanzada en Ciencias Antropológicas, se formó en artes escénicas y ha participado en obras teatrales como actriz, asistente de producción y productora. Además, ha escrito poesía, relatos y guiones para cortometrajes de ficción.

Nací en Montevideo, Uruguay, el 12 de octubre de 1974. Una fecha y un año que me identifica y me define. 12 de octubre, encuentro entre culturas, donde originalmente se conmemoraba el “Descubrimiento de América”, luego se asumió que el descubrimiento fue desde la perspectiva del europeo: en América ya había gente, que conocía y habitaba estas tierras. Por lo tanto, hoy día, en mi país, el 12 de octubre se celebra el día de la diversidad cultural. Nada más maravilloso que reconocer en la diversidad la riqueza humana. 1974, el año del Tigre de Madera, fue un año signado por el auge de los regímenes totalitarios en América Latina. En Uruguay se había decretado el golpe de estado a mediados del 1973, con lo cual, soy de la generación de compatriotas que nació y creció en dictadura, mientras transcurrían los diez primeros años de mi infancia. Una infancia en la que tocó vivir a muy temprana edad la muerte de mi padre, evento que marcó indefectiblemente mi vida: se instalaron preguntas existenciales y una búsqueda muy temprana de respuestas. Además, gestó en mí una necesidad imperiosa de vivir la vida a fondo, vivir cada día como si fuera el último, y tomar decisiones priorizando el presente, sin medir consecuencias para la Lorena del futuro.

Así viví mi adolescencia, juventud y parte de mi adultez hasta pasados mis 30: con impulsividad, rebeldía, entrega, pasión y hasta un poco de egoísmo. En última instancia, la vida era precisamente eso: el presente. Para qué pensar en el futuro si lo único que realmente tenemos es el hoy.

Fui (y soy) el producto de haber crecido en un ambiente político y social hostil, donde había pensamientos, ideas, que no podían ser dichas, donde la libertad se coartó y la convivencia se recortaba caprichosamente dentro de los mandatos autoritarios; y también en un ambiente familiar estigmatizado: la muerte nos había visitado y dejó a unas mujeres rotas que tuvieron que irse juntando los pedazos para volver a levantarse, tenían una pequeña niña que criar.

La vida, entonces, debía ser exprimida al máximo. En su completo significado: en el placer y en el dolor, en animarse a saltar al abismo, en tirarse a la hoguera para fraguarse y renacer de las cenizas como el ave Fénix.

Hasta que traspasé una frontera… Cuando crucé ese umbral, esa edad que él tenía cuando debió dejar su cuerpo, y me percaté de que yo aún seguía dentro del mío, a pesar de todas las tentaciones que dispuse en el camino para invitarme a dejarlo, entonces, casi involuntariamente, fui cambiando de perspectiva.

Fui descubriendo que se puede vivir como si fuera el último día, y además, vivir como si uno fuera a ser eterno… Y que el verdadero arte de vivir es precisamente ese: experimentar cada día con la mayor entrega posible pero manteniendo la confianza de que también existe un mañana para el que vamos construyendo camino. Fue entonces, como un decreto del destino, que conocí a Javier, decidimos tener una familia, gané un concurso para un trabajo estable.

Hoy, a mis cincuenta, soy madre de Mauricio, de 15 años, y de Zinara, de 11. Soy Ingeniera en Computación, coordino un equipo de desarrollo en un organismo público, y recientemente recibida de Antropóloga. Estoy cursando una Maestría en Políticas Públicas, me he formado en Gestión Humana, Liderazgo y Gestión de Proyectos.

Vivimos en Ciudad de la Costa, una localidad en la zona metropolitana a 24 kilómetros del centro de Montevideo, que se extiende a lo largo de la costa playera. Es un lugar donde se está en contacto con la naturaleza y a su vez está cerca del movimiento de la capital.

Aficiones

A lo largo de mi trayectoria he ido cultivando intereses muy variados.

En principio, la lectura me atrapó desde muy pequeña. Aprendí a leer a los 3 años (gracias a mi abuela Palmira por enseñarme) y fui una lectora voraz. Años más adelante, comencé a hacer mis primeros intentos en la escritura: escribía fundamentalmente poemas. Las y los poetas y poetisas que más me influyeron fueron Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Federico García Lorca y Walt Whitman. Las mujeres poetisas uruguayas tienen una fuerza inusitada, una rebeldía melancólica, una nostalgia atropelladora. Son mujeres sensuales, sensibles, atrevidas y empoderadas, en una época de predominante mandato patriarcal. Respecto a los hombres, ambos me llegaron muy tempranamente al centro del alma y resonaron con mis propias frecuencias.

Me gusta el deporte. Entrené en mi adolescencia en handball, y me tocó integrar la selección uruguaya juvenil. Me gusta mucho ver fútbol, y soy una gran fan de la celeste.

Adoro estudiar. Me gustan las ciencias básicas, las sociales, las humanas, el arte. Menudo problema siempre tuve para decidir qué hacer ¡porque todo me gusta! Por eso soy una ingeniera muy humanista y una antropóloga muy racional.

Disfruto la música: el rock de los 80 y 90 de Uruguay y Argentina. Crecí escuchando a Fito Páez, gracias Fito por tu vida una vez más. Tu intensidad y profundidad acompañaron mis pasos. Me recibí de profesora de solfeo y estudié unos cuantos años de piano. Si bien no debería comentarlo como afición, porque de todas las iniciativas que perseguí, ésta no fue debido a mi interés, sino que lo hice para satisfacer a la nona Victoria, mi abuela paterna. Ella llegó a este país en la segunda década del Siglo XX, siendo adolescente y acompañada de su madre. Dos mujeres que se vieron obligadas a abandonar su seguridad, el mundo que conocían, y sus afectos masculinos. Dejaron Italia porque los hombres estaban involucrados en la revolución y la familia estaba amenazada de muerte. Ellas se aventaron a ese cambio radical, y llegaron con dos únicas herramientas para subsistir: la madre era costurera y la hija sabía tocar el piano. Amaba el piano. Lo hacía hablar. Todavía tengo, en el comedor de mi casa, el piano vertical alemán que se trajeron de Italia esas dos corajudas. Debo confesar que Javier lo toca bastante más que yo.

Y finalmente, el teatro. La actividad que me reveló ese disfrute en una dimensión paralela al transcurrir del tiempo. Tuve la oportunidad de ser parte de varios proyectos teatrales, gestados a partir de libretos escritos por autoras amigas. Todo comenzó con la propuesta de mi amiga Helena de ser parte de su obra, “Siesta en la playa”, una farsa absurda basada en los cuentos de Tim Burton escritos en verso: “La melancólica muerte de Chico Ostra”. Según ella, yo representaba todo aquello que ella imaginaba cuando construyó el personaje de la “Niña Virgen”. Lorca tuvo también una incidencia protagónica en mi experiencia con el arte escénico. Incursioné en obras como “La casa de Bernarda Alba”, “Doña Rosita la soltera”, “Bodas de sangre”. Participé de un homenaje a los 50 años de su muerte en la celebración de fin de año de mi último grado escolar, donde tuve que recitar “La sangre derramada” del Llanto por Ignacio Sánchez Mejía. Jamás olvidé esos versos, me los se de memoria hasta el día de hoy. Y el apogeo de mi recorrido por el teatro fue ser parte de “Otro final para Federico”, una obra que se sitúa en el trágico final de la vida de Lorca y explora la confrontación con su destino y sus personajes, para imaginar otros posibles finales.        

Rasgo más sobresaliente de tu personalidad

Dicen que soy terca, pero no, no lo soy. ¡Que no! ¡No, no y no! ¿Cuantas veces tengo que repetirlo? Bueno… capaz que soy un poquito… digamos que solo lo suficiente.

Si lo analizo seriamente, puedo entender que me vean así. Porque la verdad verdadera es que, como ya dije, no soy terca. No. Soy algo peor: obsesiva. Me obsesiono con los proyectos que persigo. Los mantengo en la mira y persevero, persisto en ir por ellos, día a día, ya sea en mis acciones, o en mis pensamientos. Es parte de esta etapa de creer un poco más en el futuro. Pues bueno, si el futuro existe, entonces no va a escaparse de mí.  

Portada del libro Pendragones II El encuentro

Cuéntanos por qué decidiste ser escritora

No siento que haya decidido ser escritora. La escritura lo decidió por mí. Llegó en la niñez y adolescencia como una forma de canalizar tantas emociones y sentimientos encontrados. Maduró conforme transcurrió el tiempo y las experiencias. Y se terminó de condensar en esta primera novela, uno de los episodios de una saga que se destiló de tantas conversaciones y vuelos de la imaginación con un amigo del pasado. Amigo del pasado: ésta también es tu historia. Me tocó a mí finalmente escribirla.

Autores preferidos

“Hojas de hierba” de Walt Whitman, “El retorno de Merlín” y “El sendero del mago” de Deepak Chopra, “La novena revelación” de James Redfield, “El arte de la guerra” de Sun Tzu, “El reino de la cantidad y los signos de los tiempos” del filósofo francés René Guénon, “La rueda de la vida” de la Dra. Elizabeth Kubler-Ross, fueron las principales sustancias que puse en mi retorta para combinar mis intereses y destilar mi propio estilo literario.

A su vez, acompañaron otras lecturas de antropología, sociología, física teórica y religión.  

Tu obra favorita de las que has escrito

Mi obra de gran porte es Pendragones, es mi favorita la parte que ya ha sido escrita y aspira a serlo la que aún no.

Tu estilo literario: Mi estilo se puede enmarcar en fantasía épica, combinando elementos de magia, espiritualidad y aventura, explorando conflictos universales como la lucha entre el bien y el mal, o la luz y la oscuridad.

Una cita de un autor que te guste

«El mayor bien que puedes hacerle al mundo es convertirte en mago». El sendero del mago, Deepak Chopra.

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad

Pendragones II ha sido el comienzo del viaje. Al ser una cuatrilogía, quedan tres episodios por escribir.

Algo sobre tu manera de entender este mundo

Mi manera de entender el mundo se resume en la cita que seleccioné más arriba. Parece bastante impropio que una mujer grande la elija entre todas las posibilidades existentes. Parece ser un concepto muy… ¿infantil quizás? ¿inmaduro? ¿iluso? ¿…qué otro calificativo preferís? Seguro que algo así pensaste cuando lo leíste. La magia es la capacidad de transformar. Del mundo podemos decir tanta cosa… la diferencia es lo que hacemos con todo aquello que no podemos controlar directamente. Las palabras que decimos, las intenciones que ponemos, cómo cultivamos nuestras relaciones. Tal vez, ese miligramo de energía positiva que uno entrega es lo que enciende la chispa en el alma del otro.  

Tus proyectos inmediatos

Seguir escribiendo la saga. Adaptar el episodio II de Pendragones a guion para llevarlo a la pantalla.

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