Tengo que decir que, cuando este libro llegó a mis manos, no sabía si iba a ser muy de mi estilo; sin embargo, estoy feliz de haberme decidido a leerlo, pues necesitamos cambios en los libros que solemos leer, son un soplo de aire fresco.

Estoy pasando por una etapa algo complicada en mi vida, creo que los que me conocen un poco están al tanto, así que me ha venido muy bien un libro como éste; me he perdido en sus paisajes, disfrutado de las actividades de la gente que vivía en esos pueblos y me he relajado con las descripciones que ha hecho el autor, quien escribe de forma poética y delicada, ayudando al lector a sentir todo mucho más profundamente.

He vivido toda mi vida en la ciudad y mis padres tampoco han tenido casa en ningún pueblo, si bien tengo amigas que sí se iban los fines de semana a su pueblo y me hablaban sobre que era algo increíble, pues todo el mundo se conoce, todo se vive de forma totalmente distinta a como se hace en la ciudad, y he de reconocer que he llegado a sentir envidia sana.

Gracias a este autor he conocido detalles muy bonitos de la vida en el pueblo, y otros algo más tristes, pues la pérdida también forma parte de lo narrado. Son muchos personajes los que aparecen, aunque no se mencionan claramente, por lo que todos y ninguno son los protagonistas.

Los capítulos son tan cortos que lo convierten en una lectura perfecta para cualquier tipo de lector, tanto a los que les gusta conocer el estilo costumbrista y descriptivo, como a aquellos que no terminan de concentrarse y necesitan algo más ágil.

La calidad a la hora de describir todos los paisajes, olores, texturas… es espectacular, tanto que el lector es capaz de sentirlo. Se nota que lo ha escrito desde el corazón, ya que transmite mucho sentimiento.

Se mencionan tradiciones o sucesos de la época, como las verbenas o la guerra en África y sus terribles consecuencias para quienes tuvieron que participar.

El libro tiene 198 páginas y lo tenéis disponible en Kindle: 1927, caído de este lado

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