Tengo 61 años. Durante mi infancia residí en varias ciudades españolas por la profesión de mi padre. Ya de adulto recalé en Navarra, donde he pasado 30 años. Pero hoy en día vivo en Moixent, el pueblo valenciano en el que nací, en una casita de una calle en la ladera del monte por el que paseo a diario entre olivos, pinos y romero.
Al terminar la mili estudié la carrera de Historia, y he ejercido durante años la arqueología, una profesión exigente pero apasionante (de la que conservo el interés por los castillos ruinosos, que visito con frecuencia), alternándola con otros trabajos mas anodinos.
Ya desde mi adolescencia me acostumbré a pintar y leer, aficiones que he mantenido e intensificado hasta el día de hoy y que decoran con óleos y libros las paredes y estanterías de mi casa. Mi timidez juvenil se ha ido difuminando con los años, pero no mi tendencia a la soledad, que cubro con aquellas aficiones, pero también con música y con televisión. Y, por supuesto, escribiendo. A mano. Con bolígrafo y cuaderno.
Escribo casi desde que tengo uso de razón. Empecé con la poesía, versos de rima fácil, y continué con cuentos cortos, para atreverme con mi primera novela a los veintipocos años. Desde entonces habré escrito unas diez o doce, no llevo bien la cuenta porque no sé bien cómo clasificar algunos de mis escritos, tanto en extensión como en contenido. Tampoco he abandonado del todo la poesía, como lector y como escritor.
Soy algo indolente en general, mas teórico que práctico, y muy inconstante a la hora de escribir, hasta el punto de que sólo termino la mitad de lo que empiezo, asaltado por nuevas ideas que toman el relevo antes de tiempo. Pero a cambio tengo capacidad de concentración y síntesis, y lo que consigo terminar lo corrijo y depuro todo lo posible.
Mis lecturas juveniles incluían los clásicos de aventuras ilustrados, pero también Machado, Baroja, Bécquer o Pérez Galdós. Entre los 18 y los 20 años descubrí a Borges, a García Márquez y a otros autores sudamericanos, que han influido mucho en mí. Leo algún best seller o alguna novela histórica de vez en cuando, pero normalmente prefiero a narradores sobre novelistas, siempre en castellano (Muñoz Molina, Vila-Matas, Umbral, Bolaño). Y sobrevolando a todos ellos, Delibes, Vargas Llosa y Torrente Ballester. Mis novelas preferidas, por citar distintos autores de diferentes estilos y épocas, son La forja de un rebelde (A. Barea), Cien años de soledad (Gabo), El nombre de la rosa (Eco), En busca de Klingsor (Volpi), Las máscaras del héroe (De Prada)… Me impactó mucho La Regenta, pero no me la volvería a leer, y el Quijote aún no lo he terminado. Pero tengo en mi currículum todas las novelas ejemplares. Compagino la lectura de ficción con la de ensayos, poemas sueltos y reportajes de revistas de Historia. A una isla desierta me llevaría la enciclopedia Larousse (y mis gafas de presbicia, para poder leerla).
Entre mis novelas como autor, aun admitiendo que la última, El vuelo del Duermevela, es la más trabajada, yo le tengo aprecio a otra titulada Tres viajes a la Isla Fantasma, porque, sin ser autobiográfica, me identifiqué mucho al escribirla con sus adolescentes protagonistas, y me gustó el resultado final. Mi estilo lo considero bastante ecléctico, sobre todo en los cuentos, y hasta me atrevo con escarceos metaliterarios y experimentales (el único premio que he ganado es de esta naturaleza). Intento evitar el exceso de diálogos y descripciones que lastren el flujo narrativo. Busco cierta intriga, mas que misterio, y aunque me considero realista en los planteamientos, también echo mano de recursos fantásticos. Me atraen los personajes excéntricos (locos, bohemios, malditos, y así), y las tramas complicadas pero bien resueltas, lo que intento reflejar en mi obra.
Mi frase favorita es de Voltaire: “No estoy de acuerdo con nada de lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo”.
Actualmente trabajo en una novela de iniciación que llevo escribiendo por etapas desde hace tiempo, enfrentando con mucha fantasía, humor y nostalgia el mundo actual y tecnológico con el antiguo y rural. Me inspiran para ello personajes inolvidables para mí, como Zalacaín el aventurero (Baroja), Daniel el Mochuelo (Delibes), Pepito Garcés (Sender), o Ignacio Sáez de Ichaso (Martín Vigil, otro autor que devoré en mi adolescencia).
Y leo. Leo sin parar hasta que se me cierran los párpados.