Ángel R Larrosa autor de Sembrado de carroña. Editorial Adarve, publicra un libroActualmente resido en Caldes d’Estrac, uno de los pueblos más pequeños de Cataluña, y con vistas al mar, el pueblo y mi terraza. Tengo 59 años, presbicia, dolor esporádico en las rodillas y la sensación de que el suelo cada día está un poco más cerca del centro de la Tierra. Me gustaría tener un estado incívico o incivil, pero el que tengo es, qué remedio, civil y de viudedad, aunque estoy muy bien acompañado.

Creo que el pueblo en el que nací es el único al que algunos llegan equivocados y por confiar ciegamente en la tecnología, (y digo ciegamente porque para nada cuadra lo que ven con lo que deberían ver) pues se llama Andorra y no, no está en los pirineos sino en la provincia de Teruel; pero, para desgracia de muchos que entran en la villa guiados por el G.P.S. y con la esperanza de esquiar o de dedicar el día a recorrer centros comerciales, se encuentran con secarrales, campos de trigo, almendros y olivos, grandes  llanuras arcillosas, y algunas tiendas de esas que decimos que son de toda la vida .

Soy el cuarto de seis hermanos por lo que no gocé de los privilegios de ser de los mayores o de la satisfacción de mis caprichos por ser de los pequeños, pero sí sufrí los perjuicios de sobrevivir en tierra de nadie.

A mis doce años no se les ocurrió otra cosa a papá y mamá que llenar un camión de muebles y un Cuatro Latas de niños y algún adolescente, y mudarse a una ciudad del extrarradio de Barcelona a la que por allí llamaban, en aquél entonces, Ciudad sin Ley u Hospitalet de Llobregat. Y lo hicieron, no por una cuestión económica, que lo hubiera entendido, pues, sin sobrar, el dinero no faltaba en casa, sino para evitar que los hijos se desperdigaran por diferentes rincones de las Españas. Así pues, fui desarraigado de amigos, de rincones, de paisajes, de seguridad física (no pasó una semana antes de que me robaran cinco pesetas a punta de mini navaja, poco más podía servir que para limpiar la mugre de debajo de las uñas, un gitanillo que incluso era más pequeño que yo) y desarraigado de las chicas coetáneas a mí, pues empezaba a considerar que podrían llegar a ser interesantes ahora que algo (bien, bien, no sabía qué) iba cambiando en su cuerpo.

Entretenido jugando a futbol chapa en la plaza del Repartidor, mirándome la entrepierna por si algo pasaba en mí y que estaba siendo que no, cambiándome de acera si veía que me iba a cruzar con alguien con malas pintas o con una chica guapa y de mi edad, me encontré, de pronto, en la década de los ochenta, en un instituto de barrio obrero hacinado de estudiantes, con un grave problema de heroína en la sociedad y con mi padre, que trabajaba en un banco, atracado a punta de pistola en varias ocasiones. A mí también me atracaban, pero amenazándome con romperme la cara o las gafas, aunque lo único que se me rompían era una incipiente hombría, pues regresaba a casa con cinco duros menos, siempre los llevaba conmigo por si acaso, para satisfacer el impuesto revolucionario del quinquerío del barrio.

Ante tamaños desafueros contra mi persona, decidí castigar a la sociedad que me rodeaba suspendiendo asignatura tras asignatura y curso tras curso. Por suerte para mí, mis padres, que creían que lo mejor que podían dar a sus hijos era unos estudios y la entrada del piso y que eran inasequibles al desaliento, consiguieron, a base de broncas, alguna bofetada y varios profesores particulares, que llegara a la selectividad y que me sacara una F.P. de segundo grado de prótesis dental. Durante ese tiempo y tras enamorarme inútilmente varias veces y masturbarme satisfactoriamente muchas más, acabe conociendo a la que sería mi esposa.

Con las manos manchadas de yeso, (con el que hacía los moldes de los dientes) y resinas, (con las que hacía las dentaduras postizas) me casé tan enamorado que lo hice por la iglesia y lo hubiera hecho por lo budista, por lo musulmán o por lo tahitiano, si ella me lo hubiera pedido. Y seguí enamorado y enamorándome de ella cuando me dio una hija, cuando cambié de trabajo a una empresa de troqueles, pues lo de los dientes no se me acababa de dar bien, cuando enfermó, y yo empecé a escribir, y cuando murió dejándome con el marrón de una niña preadolescente a la que empezaban a notársele los pechos y que ya no quería que la bañara.

Continué trabajando, mi hija crecía y se sacaba el bachillerato y yo tuve algún escarceo amoroso; mi hija crecía y se sacaba la carrera, yo trabajaba, tuve algún escarceo amoroso y escribía; mi hija se hizo vegana, yo trabajaba y…; mi hija se hormonó, se operó del pecho y se hizo hombre, encontró trabajo y se emancipó; yo, en cambio, me quedé sin trabajo, aprendí muchas cosas que me costó aprender, desaprendí otras, tuve algún escarceo amoroso y continué escribiendo. Pasé la pandemia sin contagiarme, el escarceo se rompió en mil pedazos, me cansé del Tinder y continué escribiendo y recitando y haciendo teatro y leyendo y recuperé el Tinder y sigo sin trabajar y… ¿es un escarceo amoroso? Que lo diga el tiempo, ¿para qué planificar? que la vida continúe sorprendiéndonos, aunque quizás, a mí, ya me haya sorprendido bastante.

Hace un mes, por fin, me contagié de COVID.

Aficiones: Hacer siestas de veinte minutos en el sofá, pero con la tv encendida a volumen bajo. Leer, evidentemente. El cine, sobre todo el social y si es independiente mejor; exposiciones, conciertos de pequeño formato, recitales, narración oral, teatro. En cuestión de teatro, narración oral y recitales me gusta estar a uno y otro lado de la cuarta pared. Ejercicios de improvisación. Mirar el mar, la lluvia, escuchar el canto de los pájaros, caminar (mejor llaneando). Discutir y contradecir. Estar con mi pareja vertical y horizontalmente. Respirar. Escribir y vivir.

Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Por ahí dicen, y yo no estoy de acuerdo, que me gusta protestar por todo, que de viejo no habrá quien me aguante.

Mi hijo habla de la vena que se me hincha en el cuello cuando me enfado; que asusto, dice; que cuando me pasa es porque tengo motivos, le digo, (soy de los que dan puñetazos en la mesa).

Mi pareja habla de mi bonhomía, pero no hace mucho que estamos juntos, también dice que tengo una gran capacidad de oratoria, aunque a veces no diga nada entre tanta verborrea.

Mi madre me acusa de exceso de orgullo… ¿yo? ¡Si soy el tipo más humilde que hay en la Tierra! Si dieran premios a la humildad, no me presentaría por humilde.

Y creo que mis amigos me definirían como generoso, simpático, buen chaval, agradable, ayudador… pero si oigo que alguien dice de mí que soy “amigo de mis amigos”, os aseguro que se me hinchará la vena del cuello, odio la expresión.

Intento ser honrado, consecuente, flexible, reflexivo…

¡Y no me gusta hablar de mí forma de ser!

Cuéntanos por qué decidiste ser escritor: Siempre he considerado que se me daba bien eso de escribir, o más bien de inventar historias y plasmarlas en papel de alguna manera; recuerdo cuando de pequeño y con unos dibujos horribles creaba historietas y de escribir pequeños relatos policíacos insípidos i naif. En la adolescencia escribí unos poemas tremendamente malos dedicados a las chicas de las que me enamoraba y que nunca leyó nadie hasta la llegada de la que fue mi esposa, a la que le encantaban a pesar de todo.

Al cabo de un tiempo, y ya casados, entablamos amistad con un muchacho y su pareja; él tenía un órgano eléctrico y cierta maña para tocar versiones en bodas, banquetes y comuniones, y para componer melodías; mi mujer tenía una bonita voz y cierta gracia para entonar sin desafinar; y nos propusimos componer canciones creando yo las letras. Así nació una nana para nuestra hija, una canción para sus perros y otra más seria, que se titulo “Balla en el mirall” (baila en el espejo) y que resultó premonitoria.

Pasó el tiempo y un día, con alguien que estudiaba escritura en el Ateneo de Barcelona y tras un paseo por la calle más bonita de Esplugues de Llobregat, nos retamos a escribir un relato ambientado en aquella calle. Únicamente cumplí yo, pero mi relato fue altamente apreciado entre amigos y familiares. Y aparecieron otros relatos, pocos, con uno de ellos gané el concurso de escritura del colegio de mi niña.

Fue entonces cuando enfermó mi esposa y el hospital se convirtió en nuestro segundo hogar durante dos años, o quizás en el primero. El cáncer nos dio tregua y nos permitió una vida más o menos normal, pero con un ocio reducido a las cuatro paredes de nuestro hogar; fue entonces cuando me inscribí en un curso de escritura online mientras mi esposa hacía puzles, y… oh, sorpresa; cada ejercicio, cada relato era alabado por el profesorado. Y el gusanillo empezó a crecer.

Y llegó la muerte; y tras ella el duelo y mi dedicación exclusiva a mi hija, permitiéndome el único exceso de matricularme a un curso intensivo presencial de escritura, tres meses de relatos semanales siguiendo consignas y de reconocimiento por parte de profesora y alumnos.

Y el gusanillo continuó creciendo.

De pronto me vi rodeado, en modo online, de escritores aficionados con los que compartía escritos. Del modo online pasé a la presencialidad y a los micrófonos abiertos, y gané un concurso de micro relatos; en un lugar especializado en narración oral empecé, junto con otra gente, a improvisar cuentos, historias que luego ponía en negro sobre blanco.

Y saqué del cajón algo que escribí durante mi duelo y me autoedité y con las ventas autoedité un poemario del que aún dispongo muchos ejemplares, pero continué con los relatos hasta que una entrada en Google sobre un episodio de canibalismo durante la Primera Guerra Carlista en unos paisajes de mi infancia me provocó el escribir mi primera novela: “Sembrados de Carroña”, editada por adarve.

Autores preferidos y por qué: Empezaré con Enid Blyton y las aventuras de “los Cinco”: me sorprendió mucho que alguien llamado Ángel como yo pudiera ser una chica, creo que fue entonces cuando empecé a pensar que la vida nunca es como lo esperas.

Los TBO’s, que los leía escondiéndolos entre los libros de texto, y mis padres se pensaban que estudiaba para el examen: La Familia Cebolleta, Carpanta, don Ángel “si señor”, 13 rue del Percebe, los inventos del Profesor Franz, Pepe gotera y Otilio, Anacleto Agente Secreto, Mortadelo y Filemón, Asterix y Obelix, Tintin… Mi sentido del humor tiene mucho de todos ellos.

Becquer y sus leyendas. Me enseñaron a enamorarme

Galdos y los Episodios Nacionales. La épica, la novela perfecta y una extraña visión de España según la mirada que yo he conocido de los siglos veinte y veintiuno.

“El Jueves” la revista que sale los miércoles, desde “Martínez el Facha” hasta “Historias de la Puta Mili” pasando por “Makinavaja” o por las portadas que no les dejaron editar. La parte irreverente y contestataria de mi sentido del humor

Isaac Asimov, todo él, pero por decir algo “Fundación e imperio” y el fantástico diablillo “Azazel”; “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury; “1984” y “Rebelión en la Granja” de Geroge Orwell. Bukowski, Celine, Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza… y tantos y tantos.

Y últimamente he leído con delectación, por ejemplo: “Panza de Burro” de Andrea Abreu; “Cuantos de los tuyos han muerto” de Eduardo Ruiz Sosa, “La más recóndita memoria de los hombres” de Mohamed Mbougar Sarr…

Tu obra favorita de otro autor: No tengo una obra ni un autor favoritos, me remito a lo escrito antes. Si que diré que para que una novela me entusiasme no solo ha de contar una gran historia, sino que además de be de estar muy trabajada en cuestiones técnicas.

Tu obra favorita de las que has escrito: De todos los relatos que he escrito, mi favorito es aquél que leí a mi hijo y no me dijo nada hasta pasar un par de días y fue algo así: Perdona, papa, que no te haya dicho hada sobre tu relato hasta ahora, pero es que me emocioné mucho de tan bonito y triste que es. Ese relato, cono casi todos los míos, permanece inédito.

Tu estilo literario: Tengo editado el libro “Esta mañana ha salido el sol” y lo definiría como prosa poética.

De mi poemario “Cicatrices ungüentos y Zarandajas” digo que es poesía prosaica con toques eróticos.

Mi novela “Sembrados de Carroña”, siendo ficción histórica, contine crónica periodística, epístolas, erotismo, en algún momento prosa poética, humor y si se hiciera una película serían tres road movie’s en uno.

Una cita de un autor que te guste: Hubo un tiempo en el que esta dicotomía se me planteaba en cierta forma, así que pongo la frase de Bukowski: “Tenía dos opciones: o continuar trabajando en la estafeta de correos y volverme loco, o dedicarme a escribir y morirme de hambre”

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: Tengo una novela en cajón titulada “El Oasis” que habla de como se vivió la última parte de nuestra Guerra Civil en un pueblo tan pequeño como Caldes d’Estrac que se creía que Franco había prohibido bombardear y al que fueron a parar una gran parte de consulados y embajadas mundiales, así como un gran número de niños refugiados.

La siguiente ronda por la cabeza.

Algo sobre tu manera de entender este mundo:  Soy de izquierdas y, por tanto, uno de esos a los que ahora se les llama buenistas desde la derecha. Qué le vamos a hacer, me gusta pagar impuestos y me cabrea mucho lo poco que pagan los ricos y las grandes empresas.

Pensaba que era una persona abierta hasta que mi hijo me dijo que era trans, que se hormonaría y que se quitaría el pecho. Entonces me di cuenta de que no lo era tanto, pero a base de ganzúa y palanqueta y con los goznes gimiendo, él me abrió de par en par, y aprendí eso del cisgénero, de lo que significa se queer, y un sinfín de cosas más.

La transición de mi hijo, la muerte de mi esposa, el hecho de que esté en el paro y escribiendo novelas, subiendo a escenarios y agarrándome a micrófonos, me ha convencido de que es una tontería planificar a largo plazo y hacerse expectativas sobre lo que ocurrirá en un tiempo venidero y de que la vida puede quitarte mucho, pero luego intenta compensarte. Cada año que cumplo más partidario soy del Carpe Diem, pero por suerte alguna parte de mi cuerpo, de manera alterna, me recuerda que vivir también es perjudicial para la salud.

 Pienso que el mundo se va a pique con esto de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y el chat GPT… y con la extrema derecha pillando cacho de poder. Me he comprado un esnórquel por si la subida del nivel del mar y esas cosas del cambio climático que somos incapaces de frenar algunos no se creen y me alegro de que mi hijo ahora tenga barba y no tetas, así no será víctima de la violencia machista, que algunos dicen que no existe.

Tus proyectos inmediatos: ¿Salir de casa para comprar el pan, darme un chapuzón en el mar, acabarme el libro que estoy leyendo para empezar otro, hacer un viaje a Lisboa, seguir escribiendo, actuando y recitando; todo eso cuenta como proyectos inmediatos?

Conseguir editorial para “El Oasis”.

Conseguir que se estrenen las cuatro o cinco obras de micro teatro que tengo escritas.

Darle una vuelta a mi monólogo con relatos eróticos y volver a llevarlo a los escenarios, (o sea, moverlo por antros llenos de gente de mal vivir)

Empezar una nueva novela.

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