Juan José Escribano, autor de Multiverso. Editorial Adarve, colección Verso y color, publicar un libroVivo muy bien, es decir, en un pueblecito pequeño, a 50 km de Madrid, en la sierra Oeste, rodeado de encinas, enebros y poesía. ¿su nombre? Colmenar del arroyo.

Tengo 55 años y una regla de oro para no olvidarme de mi edad, al menos “en lo que llevamos de siglo” y que funcionará hasta el siglo que viene: si sumo los dígitos de la fecha de mi cumpleaños (día, mes y dos dígitos para el año), suman exactamente mi edad. No es que sirva de nada, pero a mí me hace ilusión. Por si quieres averiguar mi cumpleaños (para regalarme algo, por ejemplo), te daré una pista: nací en noviembre. 😊

Nací en Madrid, aunque debo confesar que eso me lo han contado, porque no guardo recuerdo de semejante acontecimiento. Sí que recuerdo que con pocos años, con 8 para ser exactos, me trasladaron a vivir a Teruel, donde viví hasta los 16 años. Guardo muy buenos recuerdos de Teruel y de mis amigos de allí, seguramente bien conservados por el frío…

Dice mi madre que con dos años aún no hablaba. Hasta me llevó al médico por si me pasaba algo, pero el doctor le dijo que no se preocupara, que se cansaría de escucharme. Todavía me lo recuerda en cada cumpleaños y en cada Navidad. Pero pronto hablar no fue suficiente y tuve que comenzar a escribir.  Cuentos, poesías, frasecitas sueltas, ensayos, mil y un primer capítulo de mil y una novela. Escribir para contar, para enamorar, para exorcizar la pena o la soledad, para gritar las alegrías. Escribir para verme reflejado en el espejo o para dibujar un mundo diferente.

Siempre me gustó estudiar, y mucho más que eso, me gustó aprender. La curiosidad a veces me hizo sacar buenas notas y otras me hizo faltar a clase para ver hasta donde llegaba un avión de papel que al que le dio por ascender con una corriente de aire caliente justo cuando terminaba la hora del recreo. Pero, como fueron más veces las que mi curiosidad iba a favor de mis estudios, conseguí licenciarme en Ciencias matemáticas primero, y doctorarme después en ciencias de la computación. Acabé siendo profesor universitario. ¿Por qué? Pues justo por eso, porque me gusta aprender y dando clase es como más se aprende, cualquier profesor de cualquier disciplina y nivel académico te lo corroborará.

Lo que no he hecho mucho ha sido publicar lo que escribo.  Siempre me ha dado pereza. Es cierto y sé que es poco noble, pero no me da vergüenza que todo el mundo vea lo que escribo, me da pereza. Soy “flojo” en la edición, muy flojo. Me gusta escribir lo que siento, lo que se me ocurre, y luego dejarlo ir como se deja ir a un niño cuando aprende a montar en bici y se le quitan los ruedines: con cierto miedo, pero con orgullo.

Mi primer libro publicado fue un poemario escrito durante la pandemia. El segundo, Multiverso, escrito justo después y publicado en 2022.  Parece que estoy en racha… Espero publicar otro poemario en breve. Y, quien sabe, igual consigo terminar la novela que he iniciado o el libro de relatos breves que llevo escribiendo desde que me hice una cuenta en Google Drive para alojar lo que escribo. Ya se verá.

 

Aficiones: Lo que más me gusta del mundo es aprender, aunque debo confesar que ya no me gusta tanto estudiar. He aprendido otras formas de aprender, que no dan títulos académicos pero sí que producen mucha satisfacción: la lectura, los viajes y las veladas con tus amigos arreglando el mundo o destruyendo malvados supervillanos. Añádele pasear por el campo y recolectar “cosas” (setas, espárragos, coruja, leña, fotos de flores, atardeceres, estrellas …) y tendrás todas mis aficiones agrupadas en un ramillete.

Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Depende de a quien preguntes te dirá que mi rasgo característico es uno u otro. Mi capacidad para ser feliz, mi locuacidad, mi testarudez … serían muy nombradas.

Pero, si me preguntas a mí y si prometes mantenerme el secreto, te diré que la principal característica de mi personalidad es la suerte. Soy un tipo con suerte, con muchas suerte todo el rato. Casi nunca la tostada se me cae con la mermelada hacia abajo, seguramente ayude que no me gusta la mermelada, pero sobre todo es porque tengo muchísima suerte.

Y esa suerte me hace feliz.

La segunda gran característica mía, ya que estamos sincerándonos (cuento con tu discreción) es mi egoísmo. Soy, probablemente, la persona más egoísta que conozco y, como buen egoísta quiero lo que quiero en grandes cantidades, nunca tengo bastante, y además lo protejo con fiereza. ¿Qué es lo que más me gusta? Fácil: ser feliz. Por eso, de hecho, me gusta aprender, porque aprender me hace ser más feliz; aprender me proporciona más herramientas para aumentar mi felicidad. ¿Y como protejo lo que más quiero? Pues intentando rodearlo de una barrera infranqueable, es decir, de personas a las que intento hacer felices. El objetivo es egoísta y sencillo: si todo el mundo que me rodea es feliz, mi felicidad estará asegurada con una guardia pretoriana de personas felices, se protegerá sola.

A mi me gusta llamarle “egoísmo inteligente” porque me viene bien, me gusta como suena.

¿Te gustaría ser tan egoísta como yo?  Prueba, verás como es divertido, gratificante y engancha, aunque tiene un defecto: es legal y nada emocionante. Pero compensa, te lo digo yo.

Cuéntanos por qué decidiste ser escritor: “Pienso, luego escribo”. Te lo explico. Me gusta pensar y para analizar lo que pienso, la mejor forma es verlo escrito, para que eso que era mi pensamiento se convierta en algo externo, y allí, fuera de mí, lo puedo  ver, analizar, discutir con ello, aceptarlo o modificarlo. Por eso escribo lo que pienso.

Publico en libros lo que escribo porque es la forma de llegar a personas desconocidas. Publicar un libro es lanzar una botella al mar (bueno, algo más ecológico) con la esperanza de que llegue a otro náufrago en otra isla desierta y lea lo que has escrito y piense, “esto podría haberlo escrito yo”. Un libro es un puente, un hilo rojo, una tabla de salvación, un medio de comunicación inalámbrico. Un libro es magia, magia estándar; por eso publico, ahora que he vencido la pereza inicial.

Escribo poesía porque me encanta la música, pero no sé tocar un instrumento y no tengo ni buen oído ni buena voz. La poesía dota a los relatos del ritmo y la melodía que yo no puedo.

Autores preferidos y por qué: Me gustan todos los autores, de la misma forma que me gustan todos los colores y todos los números. No todos para lo mismo ni todos todo el rato. Cada uno en su momento y para su función.

Por ejemplo, me encanta Gloria Fuertes casi siempre. Su poesía me recuerda a la niñez, pero cuando la lees de verdad, su mensaje es profundo, lleno de dobleces que duelen o que obligan a repensar la vida.

Me gustan los haikus, sobre todo los de Issa, porque en solo tres versos me dibujan un mundo entero donde puedo respirar y construir sus elementos, con el haiku como esqueleto.

Me gusta JR Tolkien, me gusta Brandon Sanderson, Miguel Delibes, Rayden. Todos ellos, diferentes en la forma, tienen a mi juicio algo en común: dibujan mundo con trazos de palabras, pero dejando espacio para que el lector ponga sus colores. Eso me gusta, leer lo que me hubiera gustado escribir a mí. ¿He dicho ya que soy un egoísta?

Tu obra favorita de otro autor: No tengo una obra favorita, y no es por no mojarme, es que no la tengo.

El Señor de los Anillos (Tolkien), Momo (Mikel Ende) y La princesa prometida (William Goldman) son tal vez los tres títulos (cinco volúmenes en total) que más veces he leído, pero no se si eso las convierten en mis favoritas. Lo que sí que son, eso es verdad, son obras de referencia que, de una u otra forma, me susurran  y me empujan cuando escribo. Lo épico de la Tierra Media, la relatividad del tiempo y la capacidad de escucha de Momo y su tortuga Vetusta Morla, o el ritmo de “me llamo Íñigo Montoya, tu mataste a mi padre…” son asideros seguros cuando me atasco y brisa en mis velas cuando navego por cualquier poema o cuento.

Tu obra favorita de las que has escrito: De lo que he escrito, mi obra favorita es siempre la misma, desde el principio de los tiempos y, me temo, que hasta el final de mis días. Mi obra favorita, el libro del que más orgulloso me siento, es el que estoy escribiendo en cada momento, el que aún no se ha terminado ni mucho menos  publicado. Pero es lo normal, ¿no crees? Es como estar más orgulloso, más contento de los primeros pasos de tu hijo que de las carreras que luego desarrollarán. Un libro inconcluso es tuyo; un libro publicado es de sus lectores.

Pero, si me dan a elegir, de entre todos los libros que he escrito yo escojo (¿la del pirata cojo? no, es broma y un guiño al gran Joaquín Sabina)… Multiverso.

¿Por qué? Pues muy sencillo: es un juego. Y jugar es, sin duda y con mucho, la mejor manera de aprender y de conocerte. “Por sus juegos les conocerás” debiera decir el evangelio. Hemos venido a jugar y, a ser posible, a ser felices jugando y aprendiendo de los juegos.

Si lees Multiverso ojalá te guste, pero más “ojalá” te invite a jugar, a continuar con el juego propuesto en él. Y ojalá te dé por compartir tu juego con todos nosotros.

Tu estilo literario: Me gusta la poesía, a veces encerrada en poemas y otras no, otras desparramada por el folio como agua sin tinaja ni métrica.

Me gusta la poesía, el lenguaje poético, porque fluye y cuenta historias con menos texto. Y lo que falta de texto, lo suple con sugerencias al lector para que complete lo que lee con lo que tienen dentro: ideas, conocimientos, recuerdos y sentimientos.

Una cita de un autor que te guste: “La vida no es un problema que tenga que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada” (Soren Kierkegaard)

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: Me encantan los triángulos y los trípodes. Tres puntos de apoyo bastan para definir un plano y en un plano se puede vivir, así que procuro tener siempre tres obras en proceso, compitiendo por ser la siguiente en ser terminada.

Uno es un poemario de pequeños poemas que pretenden iluminar cosas mundanas, cotidianas, universales, hermosas y valiosas, pero no escasas. Una gota de agua, un gorrión, un lapicero, una brisa fresca en un tórrido verano, el crujir de una hoja rendida al otoño. Esas cosas y otras similares. Todavía no tiene título.

El segundo es un poemario muy personal, y por lo tanto asumible por muchas personas. Una cuenta atrás hacia un despido laboral, en mi caso producido por un ERE. Un intento de poner en verso el caleidoscopio de emociones que baila cuando sabes que te despedirán dentro de 30 días de un trabajo al que has dedicado sangre, sudor, lágrimas, sueños y alegrías durante más de 28 años. Si te han despedido alguna vez, si te ha abandonado una pareja, si has perdido a un ser querido en un accidente, tal vez hubieras agradecido ese mes previo para asumirlo y prepararte. A mi me hizo mucho bien y confío en que, si alguna vez alguien lo lee, también lo encuentre útil. ¿será un poemario de autoayuda? El tiempo lo dirá.

El tercero es una novela, en prosa, una novela que juega, otra vez, con el tiempo y el multiverso. No diré más…

Algo sobre tu manera de entender este mundo: El mundo no existe, o al menos no existe un mundo bien dibujado, con perfiles que deciden qué es parte de él y qué está fuera. El mundo es un estado mental, una emoción y una ráfaga de viento.

Lo que si que existe es la intención y la acción. Existe lo que queremos hacer con ese espejismo de mundo que nos rodea. Existe lo que no queremos hacer, también, muy importante, porque a menudo las cosas y las personas se definen más por lo que no hacen que por lo que sí. Para muchos esto es incómodo hasta de pensar, pero si te fijas bien, nos influyen más los malos ejemplos que los buenos. No ser como aquel, no hacer lo mismo que hice y que fue un error, no producir tanto daño, son principios de acción mucho más potentes y habituales que los referentes en positivo.

El mundo es un juego y la principal regla del juego es ese, ponerle reglas al juego. Un lío, un trabalenguas o más bien un traba-almas, puede, no lo discuto.

El mundo es el juego de hacer el mundo que te rodea. Yo que tú, buscaría la forma de ser feliz jugando.

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