Soy un profesor de Lengua y Literatura que vive en Valladolid. Tengo cuarenta y dos años. Mis antepasados son leoneses, pero yo ya nací en esta ciudad; es decir, en mi caso sí que se puede decir que soy castellanoleonés; ni castellano, ni leonés, sino castellanoleonés se mire como se mire.

Desde edad muy temprana he vivido completamente volcado en los libros y la literatura. Decidí publicar libros en fechas bastante recientes, pero escribirlos ha sido prácticamente siempre mi actividad fundamental.

Por lo demás, me dedico a la docencia. También es lo que he hecho siempre, y siempre he tenido público. Llevo dieciséis años siendo profesor de Secundaria y Bachillerato, una cantidad de tiempo considerable que me ha proporcionado un divisadero privilegiado desde el que analizar la deriva de las Bellas Letras en el mundo actual. Los buenos alumnos de hoy en día saben menos que los malos cuando comencé, y garantizo que no se debe a que yo haya empeorado como profesor.

No es algo que haya sucedido solamente en las generaciones que se incorporan. Hay una epidemia de amnesia generalizada muy llamativa. El ciudadano común, si algo supo alguna vez, está claro que lo ha olvidado. El hombre posmoderno, esa especie de zombi necrófago, ese estupefaciente con patas, es enemigo de la literatura: sólo tolera la que ha logrado destruir.

Aficiones: La literatura es una actividad tan integradora que el escritor carece de aficiones propiamente dichas. Todo se convierte en materia literaria. Me interesa todo. Me interesa la realidad que fue, es y será.

Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Soy callado y persona de pocos amigos. Soy un valiente espectador. No disfrazo las cosas y jamás estoy distraído. Si a alguien le pareció que lo estaba, se equivocaba. También tengo mucha memoria, a menudo a mi pesar. Recuerdo hasta la cantidad de pelos en la nariz de todo el mundo.

Cuéntanos por qué decidiste ser escritor: Cogí un libro al par de años de edad y no lo he soltado. Se trata de una sensación absoluta de naturalidad. Para mí la literatura es algo así como el agua para los peces.

Autores preferidos y por qué: Insisto en la propiedad integradora de la actividad literaria. Es una redundancia, pero bueno: valoro a los escritores inteligentes. Existe una inteligencia no sólo cualitativa, sino también cuantitativa, que se podría llamar “inteligencia literaria”. Pocas cosas hay más monstruosas que un libro escrito por un tonto. De modo que se podrá suponer que mis autores más valorados son Dante, Cervantes, Goethe, Sterne, Celan, Dostoievski, Proust, Beckett… Los caprichos de afinidad, identificación, etc., se van atenuando, asimilando y superando conforme se madura, o así debería ser. Humano soy y nada humano me es ajeno.

Tu obra favorita de otro autor: Por influencia en mi vida personal, destacaría Una temporada en el Infierno de Rimbaud. Más allá de eso, la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros, el mayor monumento literario jamás alzado por la mano del hombre: por supuesto, el Quijote.

Tu obra favorita de las que has escrito: Ya he escrito muchas. Siento una especial simpatía por Apología del martirio. No de una manera categórica, pero a mi entender un juicio profundo y bien afinado la consideraría la mejor.

Tu estilo literario: Escribo indistintamente narrativa y lírica, y últimamente también teatro. Describir bien mi estilo sería largo y arduo. ¿Algo que destacar? No negocio con terroristas, no aprecio a escritores que no valen nada y combato la abstrusa y maléfica idea contemporánea de que la literatura, quizá la cima del espíritu humano, esté al alcance de cualquier turista. Los turistas lo destruyen absolutamente todo y son particularmente peligrosos porque hasta parece lo contrario. Nuestro asesino no llegó en patera, sino en yate. Eso se puede proyectar de múltiples maneras, y no siempre lo hago igual.

Tanto el lector como el escritor deberían saber diferenciar sus insignificantes hallazgos personales de la existencia de la literatura como arte. El posmoderno es, de suyo, un eterno quinceañero. Pero peor: sólo en lo malo. En lo que atañe al vigor es un abuelete terminal. Nuestras generaciones están ejerciendo una irresponsabilidad sin precedentes. Esto no quiere decir que deteste la literatura de consumo y abogue por su erradicación, pero la literatura de consumo es lo que es y nada más: literatura de consumo. La canonización del librillo de quiosco es un síntoma de la muerte del alma.

Una cita de un autor que te guste: Últimamente no paro de decir: “Por sus obras los conoceréis”. Me parece que pertenece a un tal Jesús de Nazaret. Claro que eso no es literatura.

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: Un poemario y una obra de teatro que se titulará San Pedro en Capua.

Algo sobre tu manera de entender este mundo: Esta etapa de la civilización está en las últimas, pero no por el cambio climático, las pandemias, las guerras y todas esas chanfainas. Está a punto de morir de miedo. Quizá ya lo haya hecho. Tal vez sea ya un parásito alimentándose del cuerpo que ha matado, hasta que no quede más carroña. La vaga intuición de que eso ya es así resulta, sin duda, aterradora. Perdón por el pesimismo.

Pero bueno, no exageremos. Tampoco es la primera vez que se acaba el mundo. En eso también la literatura hace patente su verdadera dimensión.

Tus proyectos inmediatos: Continuar escribiendo y enseñando, nada más. No tengo ambiciones personales que satisfacer, ni gustos, ni caprichos. Lo que venga, salud, dinero, amor, invierno nuclear, nefritis, soledad, cáncer, ruina…bienvenido será. Hago lo que quiero y debo hacer y estoy donde debo estar.

 

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