Actualmente resido en Viena, la capital de Austria, después de haber vivido cerca de cuarenta años en Colonia, una pequeña ciudad de Alemania, donde llegué joven y cambié “mis estados civiles” de soltero a soltero emparejado con cierta frecuencia, a pesar de todo eso, tengo dos hijos. El pasado 25 de diciembre he cumplido, igual que Jesucristo, una incalculable suma de calendarios que mis nietos tratan de perennizar en sus teléfonos móviles.

Nací en un pueblito enquistado en la Cordillera de los Andes, en la región norandina de Perú, llamado San Miguel de Pallaques, que por mucho tiempo no aparecía en el mapa oficial de mi país, a pesar de haber sido rebautizada con ese nombre cuando los conquistadores españoles pasaron por ese lugar en busca de oro y del inca Atahualpa, que gobernaba por aquellos tiempos el imperio incaico.

Mis padres eran pobres y de origen campesino. Mis abuelos maternos consideraron que mi madre no necesitaba saber leer y escribir para criar hijos y cuidar un hogar, más tarde, junto con sus hijos, aprendió a descifrar el alfabeto y unos cuantos números básicos para la escasa economía familiar, pero sus grandes dotes de “maga” se manifestaron cuando tuvo que repartir los pocos panes y el té en forma igualitaria entre sus numerosos críos.

En mi casa nunca hubo una biblioteca, a las justas los libros de texto necesarios para la escuela, porque eso sí, mis padres se jugaron el todo por el todo para que nosotros podamos estudiar. Ellos nos repetían sin cesar que la única herencia que podían dejarnos era nuestra educación.

La pobreza nos obligó a salir de nuestro terruño. Así es como una mañana nos vimos dentro de un camión viajando a la selva y nos asentamos en la que sería más tarde la famosa ciudad de Bagua, a orillas del río Utcubamba y tierra de la etnia Awajún. Aunque la fortuna nunca llegó, entonces, volvimos a emigrar, esta vez a Lima, la capital peruana. En esta inmensa y caótica urbe nos tocó vivir en Collique, una barriada, cobijados en una choza de esteras y cartones, sin instalaciones de electricidad, agua y desagüe, sin transporte público. Aquí mucha gente tuvo que alimentarse con carne de las ratas que pululaban entre los basurales.

A veces creo que, debido a una desviación genética salté desde mi pueblo chiquito hasta Collique, otro saltito en la cadena de mi ADN me llevó a la Universidad de Nacional Mayor de San Marcos que me abrió los ojos a la realidad y aprendí algo de marxismo como posibilidad de desarrollo justo y solidario; finalmente, una aberración en los alelos de mis genes me hizo cruzar el charco del Atlántico para afincarme en Colonia, ciudad que absorbió toda mi juventud metido en el departamento de radiología de un hospital de la vecindad y entre libros que leía y ahora releo con un vicio que raya en la locura. Actualmente vivo en Viena en un piso rodeado de ciertos lujos, de una venerable cantidad de libros, de Cds y DVDs, de periódicos y revistas, y por cierto, hablo y escribo en castellano y alemán.

Más vicios que aficiones: Más que aficiones, tengo algunos vicios. En mi juventud ahorraba todo lo que podía para comprar un libro y también para asistir a las funciones dobles de cine en mi barrio. Me metía en la Biblioteca Nacional con la idea de “comerme” todos los libros que me llamaban la atención por sus títulos raros o de aquellos que nos hablaban los maestros o los compañeros en el colegio. Me gusta el fútbol, pero ahora ya no lo practico. En mi barrio, junto a otros muchachos, fundamos el Club Deportivo Cultural Belgrado. También leo mucho, como si la lectura fuera mi pan de cada día. Disfruto de la música y asisto a conciertos solo o acompañado. Y si me hablan de viajes, nunca lo dudo, me embarco de inmediato.

Rasgos más sobresalientes de mi personalidad: Según quienes me conocen dicen que soy muy tímido, hago muchas cosas, pero tratando de permanecer con un perfil bajo, aunque el paso del tiempo me ha dado una cierta licencia para mostrar mi sencillez, mis opiniones las vierto en facebook a través de textos cortos de crítica y reflexión. El escritor peruano Iván Thays, luego del I Congreso Internacional de Narrativa Peruana (1980-2005), en su artículo Madrid era una fiesta escribió: “En medio de las penumbras del falso sueño me pareció ver”: …“A Walter Lingán, cuya obra admiro pero no se lo dije porque su timidez me intimidó”. No levanto la voz, pero protesto contra todas las injusticias sociales y lucho en mi condición de ciudadano por la democracia y la solidaridad. El escritor español Javier Menéndez Llamazares lo corrobora de esta manera: “Walter Lingán es un tipo afable, muy atento, y de una educación exquisita… Sin embargo, ése no es Walter Lingán. El tipo amable que conversa, que te escribe cuando todos te olvidan, que nunca alza la voz, se convierte en un auténtico demonio en cuanto sus dedos rozan un teclado. Nada queda en su escritura de sus movimientos pausados, de su madura calma: las páginas de sus libros destilan intriga, sexo salvaje, fantasmas indígenas y cotidianos, y hasta el terror de la realidad…”

La lectura me llevó a escribir: Nunca soñé con ser escritor, desde joven fui lector, y un día de tanto leer, terminé escribiendo. En un inicio me divertía copiando poemas de amor de autores reconocidos en forma de prosa y las repartía entre algunos de mis amigos y amigas que nunca detectaron el plagio y luego me convertí en el escribidor de cartas para sus novias o novios. Entre lectura y lectura, escribía en secreto historias cortas, hasta que en una oportunidad se lo mostré a un amigo poeta y le parecieron de valor literario. Me instó enviarlo a concursos de narrativa, hice esto y resulté ganador de algunos de ellos. De esta manera surgió la manía de la escritura y ese deseo de publicar. Fueron también amigos que me apoyaron para publicar tanto en Perú como en Europa, porque no es nada fácil encontrar una editorial que confíe en el futuro escritor.

Acerca de mis autores preferidos: He leído mucho y todos, sin excepción, me han influenciado, sobre todo aquellos que escriben con humor e irreverencia, aquellos que son transgresores en sus opiniones y estilos, aquellos que hacen uso de la tradición oral, de la oralidad. Me gustan también los autores que rompen tabúes y expresan erotismo, sexo, y terror en sus páginas, aquellos que desde el realismo dan rienda suelta a la ficción más desbocada. Sólo para mencionar algunos escritores recientes, aparte de los autores clásicos ya harto conocidos y leídos, el iraquí Abdul Hadi Sadoun, el español Juan Carlos de Sancho, la colombiana Amira Armenta, los peruanos Esteban Couto, Ricardo Ayllón, Jorge Luis Roncal, Gregorio Martínez y Welmer Cárdenas.

Libros inquietantes: Hay dos libros que me inquietaron mucho. Canto de sirena del peruano Gregorio Martínez porque está repleto de buen humor, desborda salud y alegre sexualidad. Su lenguaje es popular, trata el sexo y el erotismo con un desenfado inesperado que hasta puede resultar escandalosa para muchos. Otra novela interesante y sorprendente es El lobo estepario del alemán Hermann Hesse, lo leí con trece años y me deslumbró el tratamiento de los temores, miedos y angustias de un hombre maduro, así como esas voces narrativas que explican las diversas dimensiones de un personaje que intenta vivir al margen de las convenciones sociales.

Mis libros favoritos: Es muy complicado determinar cual sería la obra favorita que haya escrito, es como preguntarle a un padre o a una madre por uno de sus hijos favoritos. Sin embargo, puedo mencionar la novela Koko Shijam, El libro andante del Marañón (2014 y 2022) también la novela Un cuy entre alemanes (2015) y el libro de cuentos La danza de la viuda negra (2001 y 2005) que fue uno de los libros que me hizo visible como escritor con una crítica bastante generosa.

Mi estilo literario: El género literario que más puede caracterizar mi literatura es la novela y el cuento, y en ellos se mezclan la ficción, salpicada de realismo y crítica social, de humor y sarcasmo. También recurro al onirismo como una manera de verosimilitud y a la metaliteratura. Escribo desde la memoria y la tradición oral

Una frase que me gusta: “Cuando alguien que de verdad necesita algo, lo encuentra, no es la casualidad quien lo procura, sino él mismo. Su propio deseo y su propia necesidad le conducen a ello” / Hermann Hesse.

Obras en la que estoy trabajando: Trabajo actualmente en la novela Tu nombre me sabe a hierba (título provisional), una novela de amor en tiempos de la virtualidad y las redes sociales, humor, sexo, fútbol y libros. También construyo una historia novelada de un acontecimiento de la vida sindical peruana que signó el término de una dictadura y el paso a una democracia que la expropiaron los de siempre: las burguesías apátridas de Perú, titulada Mi nombre es Paronacional.

El mundo en que gustaría vivir: Por mi actitud política uno de mis hermanos me dice que sigo soñando con cambiar al mundo, y es verdad, me gustaría vivir en un mundo donde haya respeto, justicia social, democracia plena, donde reine la verdad. Deseo un mundo en paz, sin guerras fratricidas generadas por intereses geopolíticos, diferencias sociales y étnicas. Y es que los socialistas, los revolucionarios, los hombres de bien, queremos la paz y la justicia como hijas de la democracia y no de la imposición o los caprichos de las clases dominantes. Me adhiero al pensamiento de José Carlos Mariátegui y a una de sus frases muy conocida: “Por un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo”.

Mis proyectos: Me encuentro en una etapa de mi vida que transcurre con mucha tranquilidad, sin el estrés de hace unos años atrás. Estoy desarrollando mis proyectos literarios que estaban casi olvidados o abandonados por el agobio laboral. Espero la generosidad de las editoriales para que las publiquen cuando las haya culminado. Hay en curso una historia infantil que está siendo ilustrada y ojalá pronto salga a caminar su destino. Por lo demás, aquí estoy todos los días luchando con los giros antojadizos de las palabras, peleando con verbos y adjetivos, con personajes que se niegan a morir cuando mi decisión así lo exige o muchachas que abandonan sus nidos de amor sin mi consentimiento, eso sí con la alegría de vivir nuevas aventuras.

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