Juan Andivia, autor de Con unos versos de más. Editorial Adarve, publicar un libroLa primera luz que vieron mis ojos fue la luz de Huelva; la misma luz que la industria química se ha empeñado en contaminar durante años. Mi ciudad provinciana y amable creció y la intoxicaron, pero los onubenses seguimos yendo a Punta Umbría, primero en la canoa, que es un barco de pasajeros a pesar de su nombre y, más adelante, en el utilitario o la camioneta, que así llamábamos a los autobuses de transporte. Nunca hemos dejado de llamarnos choqueros, nombre que, desde mi voluntario destierro en la vecina ciudad de Sevilla, sigo reivindicando.

Hasta hace poco no decía mi edad por presunción; ahora la digo por el mismo motivo.

En Huelva estudié magisterio; después, ya en la hispalense, Filosofía y Letras, pero terminé Filología Hispánica con Premio extraordinario y obtuve el grado de doctor en el área de Teoría de la literatura.

Esas cualificaciones me han permitido conocer casi todos los niveles de la enseñanza y, en mi caso, de la educación.

Cuando creí que correspondía, me jubilé y ahora recuerdo mi vida laboral con satisfacción y con nostalgia.

De mi vida amorosa es mejor no hablar, aunque diré que he conocido todos los estados civiles, incluso más de uno varias veces.

Aficiones: Leer y escribir. Ahora no practico lo primero todo lo que me gustaría, porque me ha dado por no encontrar la paz necesaria si no es cerca de la naturaleza; y para lo segundo cada vez creo más que lo que diga o pueda decir carece de interés. Además, estar informado de lo que pasa en el mundo no es hoy precisamente un acicate.

Antes no podía vivir sin el deporte; puedo contar más de veinticinco años con tres o cuatro intensas citas semanales, pero ahora mis rodillas me obligan a un sedentarismo no recomendable.

Siempre me han encantado las artes escénicas, hice mis pinitos en el teatro y me encanta la radio, también desde dentro.

Y el amor, que movía mis lecturas, mis escrituras, mi voz, mi actividad física y todo, se me negó repetidamente. Así pues, sobrevivo, aunque con la certeza de que tengo mucha suerte con mis dos hijas, mi corta familia y mis pocos amigos de verdad.

Rasgo más sobresaliente de mi personalidad: Me cuesta muy poco relacionarme con la gente; en realidad no es algo que busque, sino que forma parte de lo que soy, tanto como mi nariz o mis oídos. Procuro hacerlo preferiblemente con humor, de manera que quien conoce mi trato y mi obra podrá concluir que es la manera que tengo de contrarrestar la amargura profunda y sincera de mis versos. Sí, me han dicho que mi poesía es muy triste; qué le vamos a hacer, pero los libros pueden cerrarse igual que se abren.

Me he levantado muchas veces y creo que en esa resistencia psicológica radica la verdadera fortaleza.

Antes era muy enamoradizo; ahora, me limito a quejarme por la ausencia, sin darme apenas cuenta.

Cuéntanos por qué decidiste ser escritor: Yo no he decidido nada. Me dejé animar en la adolescencia, encontré buenos modelos, amigos y un ambiente propicio y, a pesar de mí mismo y de una vida que tampoco he elegido, he ido pergeñando versos y prosas, rindiendo apenas una parte insignificante de lo que podría haber hecho.

En la adolescencia, empecé a relacionarme con los círculos de escritores de mi ciudad y entré en el grupo literario Atalaya y en los de teatro Tespis y A.S.P.Y.T. Fui cofundador del Club de Escritores Onubenses y guionista y voz de los programas El hombre y la palabra, Y el verso se hizo mundo, Estero y Celacanto, emitidos en la Radio Popular, de entonces. También fui redactor y fundador de las revistas Hojas de Enea y Celacanto.

Esa época era muy diferente a la actual, íbamos a recitar a los centros culturales y a los pueblos, publicábamos en revistas y los libros se editaban costeados por diversas entidades.

Es cierto que el Hermano Plácido me dijo que escribía bien y posteriormente doña Regina, pero además de los apoyos mencionados, creo que en mi formación humanística influyó considerablemente mi asistencia casi diaria al cine, ya que mi padre era gerente de una empresa de espectáculos.

La verdad es que nunca he podido dejar la literatura, aunque en alguna ocasión mis estudios me alejaran un poco de la creación para acercarme a la investigación y a la crítica.

Autores preferidos y por qué: Me formé con Juan Ramón Jiménez y los autores de la Generación del 27; después, aparecieron Walt Whitman y los poetas españoles de los años cincuenta. Empecé a leer y a disfrutar a Miguel Delibes. En la universidad, profundicé en los siglos de oro, Cervantes, García Márquez, Cortázar, la poesía francesa y en otros autores actuales.

A la hora de decidirme por el tema de mi tesis doctoral, me decantaba Blas de Otero, pero opté por José Hierro, con quien pasé muchas jornadas de aprendizaje y convivencia.

En la poesía, he aprendido mucho de los verdaderos maestros, comenzando por San Juan de la Cruz, Garcilaso, Lope y Quevedo. Después, Bécquer; y del 98, Antonio Machado.

Juan Ramón me enseñó que la poesía estaba por encima de los versos; con San Juan y Lope descubrí que la emoción era fundamental y con Garcilaso, la importancia de la métrica. Gustavo Adolfo me enseñó el amor cotidiano de sus versos y Machado, la profundidad.

En la prosa, me empequeñecí ante Pío Baroja, me deslumbré con la sencillez del lenguaje de Delibes y en la actualidad hay muchos autores que me fascinan. Prefiero el tratamiento del lenguaje a la trama y la narración a la descripción. Y no desdeño la maestría de los autores rusos del XIX y algunos actuales en lengua inglesa.

Tu obra favorita de otro autor:  Muchas, afortunadamente; depende del género. En poesía ya me he definido, aunque en una etapa leí también a Maiakovski, Brecht, Leopardi o Novalis. En la actualidad, varias de Baricco, por su prosa sencilla; y varias de Murakami por lo prolijo.

Por mi condición de profesor y amante de la lectura es esta la respuesta más difícil.

Tu obra favorita de las que has escrito: En 1982 aparece Barajando silencios, mi primer libro en solitario; antes había publicado en diversas obras colectivas y en revistas. Fue muy celebrado, en parte por el trágico acontecimiento que marcó la mayoría de sus poemas.

Cuando se relee la obra propia, es difícil destacar alguna, porque ya no uno es el que era, “ni su casa es ya su casa”. Sé que después vinieron otras vivencias y, en consecuencia, otros escritos. A pesar de su poca difusión, estoy muy satisfecho de mi ensayo José Hierro: Entre madera y ceniza. Y, como es natural, de los libros más recientes.

Tu estilo literario: En Adarve acabo de publicar poesía, pero también en 2021 publiqué en otra editorial Ojo de buey, que es una colección de relatos y microrrelatos, en los que me siento muy cómodo. Si tengo que decidirme, creo que la lírica es mi género, en el que empecé, por el que me conocen en parte de Andalucía y en el que cada día siento. La lírica entendida como la transmisión de emociones universales que han partido de una experiencia individual, como un ofrecimiento al lector para que se apropie de tus palabras, como el sentimiento que alguien se ha adelantado a expresar.

Una cita de un autor que te guste: En la obra de Pedro Calderón de la Barca El médico de su honra, en el acto primero, hay una conversación entre Jacinta y Mencía, en la que esta dice: “tuve amor, y tengo honor. / Esto es cuanto sé de mí. Posteriormente, José Hierro, titula Cuanto sé de mí su libro de 1957.

Pues suscribo totalmente la frase de doña Mencía.

Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: Estoy enfrascado en una antología personal, continúo con algunas correcciones de libros y proyectos ajenos y pienso que cada día si merece la pena recuperar, continuar, cambiar, terminar o abandonar esa novela que tiene un hermoso título, no más de sesenta páginas y que empecé a escribir hace tiempo.

Algo sobre tu manera de entender este mundo: Entre los seres imperfectos y absurdos que lo habitamos, me quedo con los segundos. Los primeros creen incluso que pueden cambiarlo, sin darse cuenta de que son pequeños, egoístas y que cada vez estamos más aislados los unos de los otros.

Me gustaría decir que el primer valor es la bondad, aunque no pueda definirla, pero mi vida estaría vacía sin estética, sin estéticas; y sin palabras.

La pobreza me parece la prueba mayor de que no tenemos remedio y de que la mayoría de las “grandes” palabras carecen de sentido.

Intento llevarme bien con quienes no comparto ideas ni ideología, porque sé que también yo estoy equivocado. Ojalá nadie despreciara lo que desconoce.

Sé que mi único precio, si lo tuviera, sería la belleza y no espero de los demás algo que yo no pueda darles.

 Tus proyectos inmediatos: Intento darle sentido a mi vida con lo que tengo, que no es poco, deseo poder seguir leyendo y escribiendo, sentir el sol en mis ojos y en mi piel, volver a viajar por placer y disfrutar de la serenidad que todos nos merecemos y que en este momento percibo. Y, sobre todo, que no me abandone la bonhomía ni el humor, tan necesario.

 

 

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