Soy Justo Chueca García, nací el 6 de agosto de 1948, tengo, por lo tanto, setenta y dos años. Estoy casado desde el año 1974 con María Pilar y tenemos tres hijos y cuatro nietos. Vivo, desde que me casé, en Zaragoza, en el distrito 50010, que corresponde al barrio de las Delicias. Pasamos parte del año en un pequeño pueblo de la provincia, Badules. Pueblo agrícola, gran productor de cereales por la calidad de su tierra y por su clima, es silencioso, tranquilo, ideal para descansar, leer y, desde hace poco, para escribir.
Como he dicho, nací en el año 1948 en Alagón, provincia de Zaragoza, conocido porque en su término se enfrentaron las tropas del general Palafox al ejército francés con el fin de parar su avance sobre Zaragoza. No lo lograron, el general comprendió que debía refugiarse en la capital y organizar la defensa de la ciudad.
No tendría un año de edad cuando mis padres se vinieron a Zaragoza. De mi infancia en el barrio de San José recuerdo la sensación de libertad, fui un chaval callejero, travieso y que hacía poco caso de escuela y maestros. Aquello duró poco, gracias a Dios; las circunstancias laborales obligaron a mi padre a emigrar. Él se fue por delante para encontrar trabajo y una vivienda, un año más tarde nos trasladamos todos a una ciudad de la región de Picardie, en el norte de Francia. Dicen que los niños tienen gran capacidad de adaptación y facilidad para aprender una lengua nueva. Fue así en mi caso y el de mis hermanos, fuimos los únicos españoles que asistíamos a ese colegio, eso provocó algunos conflictos y una inmersión total en el nuevo idioma.
El cambio que se produjo en mi vida propició, de alguna manera, un cambio en mi personalidad. La necesidad de aprender el idioma, junto con la evidencia de que tenía que aprenderlo en la escuela, me hicieron considerar, de forma no consciente, el conjunto del aprendizaje con otra responsabilidad. A mis nueve años, empecé a ser un escolar aplicado. Doce meses después de llegar al país, mi redacción y mi ortografía eran las más correctas de la clase. Conseguí como un instinto de la lengua francesa escrita que me permitía reconocer los errores de ortografía y sintaxis. Es una habilidad que nunca he podido conseguir en nuestra lengua y mis sacrificios me ha costado llegar a escribir más o menos correctamente.
Estudié el Bachiller en el Liceo de Creil y elegí una carrera técnica porque en la zona en la que vivía, con mucha industria, ofrecía las mejores perspectivas laborales. Poco después decidimos que volveríamos a nuestra ciudad de origen en cuanto los hermanos mayores hubiéramos terminado nuestros estudios. Así lo hicimos y los comienzos de nuestra vida en Zaragoza fueron complicados, sobre todo en el aspecto laboral y económico. Fui técnico de Organización en una industria de Zaragoza hasta el año 1982, año nefasto de la crisis de los ochenta con el cierre de una buena parte de las empresas. Fui al paro y entré en la Escuela de Magisterio con el anhelo de enseñar francés y Literatura francesa, afán imposible porque todos los colegios de España habían elegido el inglés.
He trabajado en la administración del Estado y luego del Gobierno de Aragón. Entre los años 1986 y 1989, colaboraba como voluntario en un centro de formación de adultos. Estaba más capacitado para trabajar con adultos que con niños y la experiencia fue muy gratificante, pero la adaptación a otro puesto de trabajo, con otros horarios, impidió que pudiera continuar en esta labor. Me jubilé en el año 2013.
Aficiones: Mis pasiones son España, mi ciudad y mi familia; esto orienta la forma de ocupar mi tiempo libre en viajes, visitas y convivencias con mis hijos y nietos, en compartir una barbacoa o una paella y una buena botella de vino. Mi otra pasión constante es la lectura, me gusta mucho leer, pero no soy coleccionista de libros. En mi casa, junto con los últimos que hemos adquirido, solo guardo aquellos que necesito volver a leer al cabo de un tiempo. No hablo de otras aficiones, que también las tengo, pero que son menores y se van adaptando a la edad y a mis capacidades, solo destacar que suelo visitar exposiciones y museos de pintura y escultura.
Rasgo de personalidad más sobresaliente: Me inclino siempre por el trabajo en equipo, tanto en lo profesional como en algunas actividades sociales en las que he participado. No pretendo ser líder y tampoco mandado, creo en la colaboración espontánea y responsable. Aportar ideas y hacer bien la parte de labor que nos toca es lo que ofrezco y también lo que espero de los demás. Ahora, sin embargo, desde que me jubilé, estoy en otra actividad, individual, personal; no por afición sino por impulso.
Por qué decidí escribir: Mis maestros y profesores destacaban siempre mis trabajos en francés, fue para mí un estímulo para hacerlo cada vez mejor. Ya en la adolescencia, sentí que me tenía que dedicar a escribir, pero la vida siempre impone sus necesidades. El cambio de lengua vehicular y la necesidad de subsistir congelaron el anhelo de expresarme, de contar historias. Durante muchos años olvidé esta vocación, me hubiera conformado con enseñar literatura francesa, ni siquiera eso fue posible.
Pertenezco a una asociación cultural local: Amigos de Badules, se nos ocurrió hacer una revista para dejar constancia de lo que pasaba en el pueblo y de las actividades que se organizaban. Entonces fue cuando empecé de nuevo a escribir; más tarde he compuesto unos relatos breves y, en la actualidad, estoy empeñado en darme a conocer como novelista.
Escritores preferidos: Como dijo Borges y yo comparto, «No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector, o, en todo caso, un sensible y agradecido lector». Llegaré a ser escritor si Dios quiere, pero sé que soy un lector agradecido. Lo soy hasta tal punto y he disfrutado tanto con muchos libros, que considero injusto destacar unos autores sobre otros. La lista de los que me entusiasman podría ser interminable, por eso me voy a limitar a aquellos que, por alguna razón, marcan un hito en mi vida de lector. El primero es David Copperfield de Charles Dickens; lo leí a los doce o trece años, de un tirón, casi sin comer, casi sin dormir. El siguiente, Don Quijote de la Mancha, huelga decir el autor. Tenía dieciséis años y descubrí, por primera vez, la literatura en español. Otros en mi caminar son los poetas místicos españoles, San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Otro poeta grandioso, Federico García Lorca, innovador, surrealista, loco en Poeta en Nueva York. No voy a nombrar a nadie más, a pesar de la profunda admiración que siento por muchos otros.
Obra favorita de otro autor: No tengo una obra favorita, existen muchas que merecen serlo y no soy capaz de ordenarlas, prefiero señalar, sin clasificarlas, varias obras que me intrigan, que releo desde hace años: de Federico García Lorca, Poeta en Nueva York; de Tomás Mann, La Montaña Mágica; Renée Weber, Diálogos con científicos y sabios y La búsqueda de la unidad.
Este libro, creo que poco conocido por el público en general, se compone de encuentros y conversaciones con científicos como David Bohm o Stephen Hawking, por ejemplo, y sabios como el Dalai Lama, Tenzin Gyatso o el Padre Bede Griffiths.
Mi primera novela: La novela presentada por Editorial Adarve es Compasión infinita, mi primera publicación. Es una novela histórica cuya acción empieza en el año 1930, en la España rural. Trata de la vida y el trabajo en el campo, de las relaciones sociales que eran consecuencia de la propiedad de las explotaciones y de la falta de mecanización. La finalidad de la obra es exponer la injusticia con la población pobre y la injustificable desigualdad de la mujer, considerada como una esclava.
Estilo literario: Compasión infinita pertenece al género de novela histórica, si bien estas novelas se refieren normalmente a épocas remotas. Mi novela habla de la vida de nuestros abuelos o bisabuelos y de los hechos que podrían contribuir a explicar la convulsión que sufrió España en aquellos años.
Cita de un autor: «En mi opinión, vivir completamente libre de todo sufrimiento implica una total falta de compasión, porque la compasión es el último sufrimiento de un Arhat, de un ser realizado» (Lama Gobinda).
A lo largo de nuestra existencia, la vida nos produce distintos sufrimientos. La constatación de la injusticia y del dolor en el mundo nos produce un sufrimiento que nos mueve a empatizar con los que sufren, a la compasión .En el budismo, un ser que a lo largo de las sucesivas reencarnaciones ha alcanzado la sabiduría y la perfección, el nirvana, un Arhat, tiene un último sufrimiento, la compasión.
Nueva novela: Estoy con un nuevo proyecto que trata de la emigración a Francia en distintas épocas, desde 1956 a nuestros días. De esta fase actual de la emigración, me preocupa el vacío que va a dejar en el país una generación de jóvenes muy preparada a nivel cultural y científico. Otro objetivo que persigo con esta novela es que se vuelva a dar valor a la cultura francesa, a las culturas Europeas, en realidad, que han sido arrinconadas por las anglófonas por la mayor difusión del inglés en la enseñanza.
A pesar de la coincidencia en el tiempo y la ciudad en que se desarrolla el relato, no es una novela autobiográfica.
El mundo actual: «De dónde venimos, a dónde vamos y por qué». Ni la ciencia, ni nuestras capacidades cognitivas podrán dar una respuesta. Creo que solo podemos encontrarla a través de la fe. Creo que detrás del universo, detrás de la materia, está la mente, una inteligencia que la crea y la organiza, algunos la llamamos «Dios». Creo, no obstante, que no podemos esperar que esta «mente» resuelva nuestros problemas. El hombre ha sido creado libre, dueño y responsable de sus actos, pero los actos de los hombres no nos están llevando a una sociedad libre y mejor.
El modelo capitalista actual no resuelve los problemas de la humanidad, está obsoleto, pero la forma brutal en la que las clases dominantes se perpetuán en el poder está destrozando nuestro mundo y está abandonando en la pobreza a una parte importante de la humanidad. No hay justicia, no se respetan los derechos humanos, se está perdiendo la compasión.