Hola. Bienvenidos a este breve relato de mi vida. Me llamo Antonio Nicolás Sánchez Mayorga. El segundo nombre, Nicolás, no suelo utilizarlo porque al considerarse también apellido me creaba problemas burocráticos. Resido en Murcia. Acabo de cumplir 64 años. Casado 40 años, ¡qué barbaridad, para los tiempos que corren! Hijos, dos, y una hermana a la que apenas veo por aquello de la distancia.
Empecé a escribir de pequeño: diarios y poemas. Aún guardo algunos. Estudié con beca en un colegio de ricos en mi Salamanca querida donde nací, me crie y fui, cómo no, a su Universidad para estudiar Filología Inglesa, idioma que acabé enseñando y con el que me he ganado la vida. También me titulé como traductor, pero el trabajo era escaso y el sueldo aún menor.
Siempre me gustó disfrutar de la naturaleza, así que mi afición de juventud fue el montañismo y la acampada. La sierra de Béjar y la sierra de Gredos fueron mis destinos más habituales. Con la edad mis entretenimientos se hicieron más tranquilos y menos andariegos: la lectura y el cine. Con ellos he vivido muchas vidas y conocido todos los lugares y personas que me hubiera gustado frecuentar. La literatura y el periodismo me han salvado de mi timidez o la soledad, y han reforzado mi capacidad de observación y reflexión, potencial que me llevó a la escritura.
Esta actividad la inicié más seriamente como otros tantos escritores, postrado en una cama tras un accidente y unos cuantos meses de recuperación por delante. Mi área de estudio y trabajo ha sido mi principal fuente de inspiración. Y la crónica literaria y periodística mi estilo más apreciado y premiado, y que me llevó finalmente a la publicación en prensa y a los tres libros que tengo registrados en editoriales.
Mis autores favoritos también se han movido en ambos campos. Ahí van tres, por citar algunos: Juan José Millás, Elvira Lindo, Jerónimo Tristante. Claro que ellos son de envidiar porque trascienden el ámbito literario y periodístico, hasta alcanzar una categoría narrativa y personal difícilmente de superar. Sí coincido en su compromiso y su forma de pensar y actuar. Su trabajo en los medios de comunicación y ante el público me causa plena admiración.
No conservo una lista de libros favoritos, leo demasiado y sería muy amplia, pero sí puedo nombrar los últimos que me han gustado de los autores nombrados: Secretos, de Tristante; A corazón abierto, de Lindo; y La vida a ratos, de Millás. La originalidad, sencillez y autenticidad de sus argumentos y personajes suponen una buena influencia para cualquier autor.
En lo que a mí respecta, Crónica sentimental de la educación tiene un repertorio de historias y personajes que la hacen ser mi obra más personal y, por lo tanto, favorita. Aunque esta última, La enseñanza a examen, sea la que considero más completa para el lector. En la próxima espero introducirme en la ficción, aunque sin abandonar el espacio narrativo que mejor conozco: la educación.
Para mi recreo también selecciono una buena novela de intriga, una histórica con dosis de aventura y romance o una narración íntima basada en hechos reales, como yo siempre he escrito. La realidad siempre ha superado a la ficción, por eso mis ídolos siempre han estado apegados a la tierra y su problemática. Mahatma Gandhi, Martin Luther King o John Lennon son tres que recuerdo todos los días porque los tengo en imanes adheridos al frigorífico. Del último es la frase más simbólica que me ha acompañado toda la vida: «Haz el amor y no la guerra». Sus connotaciones humanas, políticas y literarias lo dicen todo de este autor como músico y letrista.