Actualmente resido en Calafell, un pueblo costero a media hora de la provincia de Tarragona. Tengo 31 años y no estoy casada.
Nací en Barcelona el día 1 de noviembre. Soy hija única y siempre eché en falta tener hermanos, tal vez por eso era una niña tan introspectiva y tímida que se refugiaba al calor de los libros. Me hacían compañía cuando no tenía con quién jugar, lo que no quiere decir que mi infancia no fuera también muy feliz, aunque recuerdo estar más rodeada de perros y gatos que de personas. También recuerdo quedarme hasta altas horas de la madrugada leyendo hasta que no podía mantener los ojos abiertos. Con doce años ya me atreví con Los Pilares de la Tierra, pero tengo que reconocer que lo dejé por la mitad. Era una niña bastante independiente y sensible, siempre me han gustado los animales y la naturaleza. También se me daba muy bien la pintura.
Contra todo pronóstico, estudié el bachillerato científico, aún sabiendo que los números se me daban bastante mal y repetí un curso. Ahí quedó patente mi naturaleza temeraria. Mi sueño era ser bióloga marina, pero vistos los resultados de la selectividad no me quedó más remedio que decantarme por una carrera de letras, y creo que al final resultó ser lo mejor. Uno tiene que aprovechar sus dones. Estudié Traducción e Interpretación de inglés y alemán en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. El alemán ya lo traía bastante por la manga porque lo hablaba desde pequeña con mi abuela, quien apenas chapurreaba el español y no me quedó otra alternativa que aprenderlo.
Después de licenciarme trabajé algunos años en recepciones de hoteles y lo compaginaba con algunas traducciones freelance. Luego me sobrevino una época oscura. Oscura literalmente porque me diagnosticaron una enfermedad llamada «queratocono» y que había deteriorado en un grado importante mi visión. Aparte de tener mucho astigmatismo y miopía me quedé con un 5% de visión en un ojo y el otro iba por el mismo camino. Mi mayor miedo fue que podía llegar a quedarme ciega. Pero por suerte la cosa, aunque pintaba fea, tuvo remedio. Me sometí a un trasplante de córnea y después de estar casi un mes sin poder ver, es decir, sin poder tocar un libro o ver la televisión, la cosa empezó a mejorar y pude volver a recuperar paulatinamente la visión. No obstante, tuve un rechazo debido a la incompatibilidad del ADN, pero gracias a un medicamento que provenía (extrañamente) de Japón, y que picaba como el tabasco cada vez que me ponía una gota en el ojo, al final el ADN externo se acabó por adaptar al mío. El otro ojo, también, tuvo que ser sometido a una cirugía bastante compleja llamada cross linking en la que se me inyectaron vitaminas para endurecer la cornea y frenar el proceso de deterioro. Fueron unos meses difíciles y de incertidumbre por no saber lo que iba a ocurrir con mi visión. Después de esa experiencia que me fortaleció bastante trabajé durante un año en un hospital como traductora entre médico y paciente y después me decidí a vivir la aventura con la que nació el libro Desde Osaka con amor. Me fui un año a Japón a estudiar el idioma porque me dije que aún me quedaban muchas cosas por ver y por vivir, sin contar que siempre fui una friki del animé y el manga. Ahora compagino la escritura con clases de inglés y alemán online. Mis ojos siguen dando guerra y espero que por mucho tiempo.
Aficiones: Muchas. Siempre he sido una niña muy curiosa y deportista. Desde que tengo uso de razón siempre estaba a tope de actividades extraescolares. Empecé con patinaje artístico, luego ocho años de solfeo en el conservatorio. Toco la viola y el saxo. Era miembro de una orquesta de música y salíamos a tocar por los pueblos y las iglesias. Recuerdo que los ensayos eran duros pero cuando entre todos recreábamos aquellas obras (desde Beethoven a bandas sonoras de películas) recuerdo que me embargaba un sentimiento indescriptible de felicidad. Cada uno, con su propia luz y talento.
Era único, pero al juntarnos, aquella fuerza y sensibilidad adoptaba un cariz distinto de armonía perfecta que me estremecía el corazón. Fue una época muy bonita. Al final lo terminé dejando por circunstancias de la vida pero aún toco de vez en cuando. También practiqué tenis durante bastantes años y suelo salir a correr siempre que puedo. En Japón empecé kickboxing y lo retomé de nuevo en España hasta sacarme el cinturón verde. Luego nos cerraron el gimnasio y acabé cambiando de disciplina. Me pasé al taekwondo y tuve que empezar de cero. Ahora voy para cinturón verde también. El negro aún queda lejos pero sé que algún día lo conseguiré.
Las artes marciales me han enseñado muchas cosas y han tenido un gran impacto en mi manera de afrontar la vida. Me han aportado valores, fuerza y disciplina. Yo, que era más inconstante que un río y siempre estudiaba el día antes del examen. En esta vida, si uno quiere algo, debe esforzarse y luchar por ello si quiere ver su objetivo cumplido. También me han proporcionado confianza en mí misma y afán de superación. Cuando estaba a punto de rendirme me han enseñado que tengo que levantarme, pase lo que pase y no tirar nunca la toalla. También me han mostrado dónde están mis límites. Yo que siempre he sido muy tímida e incluso me costaba relacionarme con la gente, me han aportado coraje y me han servido para superar ciertos miedos y angustias existenciales. Y no nombro la lectura y la escritura porque ya se sobreentiende que esas son sin duda mis dos máximas pasiones.
Cuéntanos por qué decidiste ser escritora: No es por ninguna idea romántica, o por pasar a la posteridad o por hacerme famosa. Bueno, un poquito sí, para qué nos vamos a engañar, pero no me obsesiona. Básicamente escribo porque no me gusta que me manden ni acatar órdenes. No quiero sonar impertinente, pero sobre el papel mando yo. Es como si navegara en mis propias aguas internacionales que no están sujetas a ninguna imposición por parte de la sociedad (que ya tenemos bastantes) ni a persona alguna. Soy un poco rebelde sin causa y creo que es una forma de libertad, un refugio que me he buscado para hablar y estar conmigo misma, incluso para conocerme mejor. A través de la escritura intento poner en orden algunas ideas que a veces no me dejan en paz, soltar lastre. Muchas veces, por no ser capaces de expresarnos abiertamente por miedo o temor a ser juzgados, y aún más en esta sociedad de haters y redes sociales, o por el propio dolor que a veces nos causa tener que enfrentarnos a este mundo que cada vez va más rápido y nos exige más, pues agarro todos esos pensamientos, a veces tristes, frustrantes o confusos, los suelto sobre el papel y ahí se quedan. Ya no me molestan más. De alguna manera me libero de ellos. Digamos que escribir, para mí, es una especie de terapia. Pero no puedo negar que algún día me gustaría escribir algo que haga estremecerse a más de un corazón. Si puedo emocionar a alguien con mis palabras me haría muy feliz.
Autores preferidos y por qué: No tengo un autor favorito. Cada libro y cada autor te aporta algo, eso sin duda. Pero si tuviera que elegir alguno que me guste mucho pues diré que tuve una época en la que fui muy fan de Murakami. Creo que me he leído casi todas sus obras. También tuve mi época Perez-Reverte, Márquez, Vázquez Figueroa, Wilde, London, King, Hemingway o Platón. Recuerdo que me gustó mucho El banquete. Siempre me ha gustado la filosofía y en el colegio sacaba dieces como churros aunque las pasaba fatal en química y en matemáticas.
Mi escritura supongo que es la suma de todos los libros que he leído a lo largo de mi vida. No he adoptado un estilo en particular, al menos no conscientemente.
Tu obra favorita de otro autor: La obra que sin duda más he disfrutado y sufrido en mi vida fue El Señor de Los Anillos. Recuerdo cuando salieron las películas y hubo todo aquel boom (yo tendría unos 14 años) y estaba emocionadísima porque sabía que me iban a regalar aquel «tochaco» de más de mil páginas por mi cumpleaños. Aún lo recuerdo como si fuera ayer, sosteniendo aquel pedazo de libro y cambiando mil veces de posición en la cama porque apenas lo podía mantener en alto. Creo que un día incluso se me llegó a caer encima y me hice bastante daño. Podría considerarse incluso un arma blanca porque casi me rompe las gafas.
Mi obra favorita que he escrito: Desde Osaka con amor.
Tu estilo literario: Mi estilo literario, o al menos el que he probado hasta ahora, se asienta en el género romántico y con algún que otro toque poético. No obstante, aún no tengo claro si es el género en el que más cómoda me siento. Ahora mismo estoy valorando otras opciones de escritura y estoy, digamos, experimentando para ver qué resultados puedo obtener en otros géneros y temáticas. Creo que todavía me queda mucho camino que recorrer para encasillarme en un encuadre en particular. Pero sin duda, en mayor o menor proporción, al menos en lo que he escrito hasta ahora, siempre existe un encuadre romántico predominante.
Una cita de un autor que te guste: «La soledad era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas».
El lobo estepario. Herman Heese.
Obra en la que te encuentras trabajando en el actualidad: Tengo varios frentes abiertos porque estoy experimentando bastante. Actualmente estoy trabajando en una obra que mezcla realismo y fantasía y que posee una vertiente bastante filosófica. No tengo ni las más remota idea de cómo voy a acabarla pero creo que es una obra distinta que trata varios temas de diversa índole. Digamos que uno de estos temas principales sería una disertación de cómo entendemos el amor en occidente y lo he extrapolado al territorio del mundo espiritual tibetano. Suena raro, ¿verdad? De hecho, me gustaría aportar una visión distinta del mundo acercándonos a otras culturas y creo que esta obra, aunque resulte un poco extravagante y en la que se mezclan varios personajes de lo más variopintos, va bien encarrilada. Luego también tengo apartada otra obra fantástica sobre mitología japonesa que creo podría gustar bastante al gremio de los japanlovers. Esta es más movida que la anterior, y si bien hay dosis de romance en esta ocasión predomina más la acción.
Algo sobre tu manera de entender este mundo: Creo que la fuerza que mueve el mundo es el amor. Por lo demás, apenas entiendo nada del mundo. Me gustaría creer en la reencarnación, pero quién sabe… No lo sé, me siento afortunada de estar en él, aunque a veces el camino se haga cuesta arriba. La verdad es que no me puedo quejar. Supongo que hay que seguir en la lucha y mantener, dentro de las posibilidades de cada uno, un espíritu optimista y batallador. Agradecer lo que uno tiene todos los días y tratar de convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos. Crecer y evolucionar. Creo que estamos aquí para aprender.