Nací en Béjar (Salamanca) y actualmente resido en Oviedo. Estudié psicología en Salamanca y trabajo como orientador educativo en un colegio público de Oviedo.
Aficiones: Aquí normalmente podría contestar que mi mayor afición –y casi única- es todo lo que tiene que ver con la literatura. Pero considero que es más que una mera afición entendida como una actividad que se realiza por placer durante el tiempo libre. Como mi admirado Juan Carlos Onetti, siento que escribir es “mi vicio, mi pasión y mi desgracia”. Aparte de esto, me gusta el cine, el jazz y caminar por la ciudad o el monte, tanto da.
Rasgo más sobresaliente de tu personalidad: Creo que tengo una buena capacidad de trabajo, pero a menudo me dejo llevar por la idea de que es mejor dejar para mañana lo que no quieras hacer hoy. Así, como decía Duke Ellington, siento que “no necesito tiempo, necesito un plazo de entrega” para terminar aquello que empiezo. Por lo demás, una cierta inseguridad vital no hace más que obligarme a tener que esforzarme casi de forma obsesiva para conseguir el mejor resultado posible en todo aquello que emprendo.
Cuéntanos por qué decidiste ser escritor/a: Ser escritor no se decide, como se decide comprar un coche en vez de otro. Ser escritor es un atributo de uno mismo, como la estatura, el color del pelo o la mirada aviesa. Lo que ocurre es que para ser escritor lo que hay que hacer es simplemente leer mucho y escribir mucho, y eso solo se va logrando con el paso del tiempo.
Autores preferidos y por qué: Coincido con el canon mayoritariamente aceptado por la crítica: Cervantes, porque enseña que cada uno tiene que inventarse, con ironía y dolor, su propia identidad para sobrevivir; Shakespeare, porque nos pone ante el espejo de lo que no soportamos ver; Proust, porque somos estilo o no somos nada; Kafka, porque es el hacha “que rompe el mar helado dentro de nosotros”; Joyce porque me enseñó que se puede escribir de otra manera; Faulkner, porque me pone enfermo. Un escalón por debajo continúo con una nómina poco original: R. L. Stevenson, Henry James, Mark Twain, Herman Melville, Charles Dickens, Laurence Sterne, Jack London, Joseph Conrad, Flaubert, Dostoievski, Tolstoi, Julian Gracq y algunos más. Quien los ha leído sabe por qué. En español, me ciño a los consabidos Galdós, Clarín, Valle-Inclán o Unamuno. Más contemporáneos, reconozco la calidad literaria, cada uno en su estilo y visión del mundo, de Delibes, Ignacio Aldecoa, García Márquez, Juan Marsé, Caballero Bonald, Javier Marías, Luis Landero o Luis Mateo Díez. Entre los menos conocidos, siempre que puedo reivindico la maestría de Juan Eduardo Zúñiga, Gonzalo Hidalgo Bayal, Luciano G. Egido o Manuel Longares. De alguna u otra manera, todos me han influido, pero a quien más quisiera parecerme es a Juan Carlos Onetti, posiblemente el mejor escritor en español del siglo XX.
Tu obra favorita de otro autor: Sigo sin ser original. La mejor obra que he leído nunca es el Quijote. Me entusiasma porque cada vez que la releo descubro algo que me renueva las ganas de volverla a leer.
Para seguir otras sendas menos trilladas, quiero destacar cuatro obras que en su día me deslumbraron: La vida breve, de Juan Carlos Onetti; Locus solus, de Raymond Roussel; El mar de las Sirtes, de Julien Gracq, El espíritu áspero, de Gonzalo Hidalgo Bayal; y Ágata ojo de gato, de Caballero Bonald.
Tu obra favorita de las que has escrito: Estoy bastante satisfecho con Yo sé quién soy, primera entrega de la trilogía La urdimbre y la trama.
Tu género literario: Escribo cuentos infantiles, relatos y novelas. En estas últimas trato de sustanciar la idea de que “la imaginación es la memoria de lo que no sucedió” (Julien Green).
Una cita de un autor que te guste: Más que una cita, elijo un verso: “Menos tu vientre/todo es oscuro”, de Miguel Hernández. Me gusta el hallazgo de que también es oscuro el verso.
Obra en la que te encuentras trabajando en la actualidad: En la tercera entrega de la trilogía La urdimbre y la trama.
Algo sobre tu manera de entender este mundo: Creo que la mejor manera de entenderlo es no pretender buscarle un sentido diferente de lo que ya por sí mismo significa vivir. ¿Una absurda paradoja? Como la vida misma.
Tus proyectos inmediatos: En lo literario, naturalmente no nos queda otra que continuar escribiendo, sin esperanza, con convencimiento.