Reconocido escritor colombiano, ha colaborado en publicaciones como Letralia, Culturamas, El Espectador, Journal of Artistic Creation and Literary Research, Revista Colofón, Revista Encuentros, Revista Caminante, Revista Contrapunto, Revista Montaje y Crisopeya: Revista de Arte y Literatura. Entre sus obras publicadas: Formas de morir y otros textos (Colección Temas y Autores Regionales UIS, 2013) o Capítulo Tres (Ediciones Oblicuas, 2017). Además, es coautor de El reinado de Harley y otros relatos (Caza de libros, 2015).

LEER PRIMEROS CAPÍTULOS

Háblanos un poco de ti

Digamos que soy un treintañero que no ha podido deshacerse de ese deslumbramiento que se genera al sumergirse en un texto literario o filosófico. Alguien que, por lo que lee últimamente, parece más habitante de otros siglos. Inevitablemente, un explorador de librerías y alguien a quien le place ver en las estanterías cada reedición de los clásicos. Sencillamente alguien cuyo mayor orgullo literario o artístico es haber leído En busca del tiempo perdido de Proust, y la obra poética de Octavio Paz, Walt Whitman, James Joyce, Louise Glück, Wislawa Szymborska, Margaret Atwood, Roberto Bolaño, Federico García Lorca, Álvaro Mutis, Alejandra Pizarnik, Rainer María Rilke, César Vallejo y Joan Margarit. Y desde luego, las obras completas de William Shakespeare, Christopher Marlowe, Juan Rulfo y Franz Kafka.

¿Qué podremos encontrar entre las páginas de Conversación en Perish Garden?

Una manera de visitar o revisitar Vermont. No seré el primero ni el último en verse seducido por la vegetación y las corrientes de aire en las inmediaciones del Lago Champlain. Varios titanes de la literatura norteamericana como Philip Roth, Paul Auster o Saul Bellow, han dialogado con los paisajes de Vermont a través de sus libros. Yo, que estuve en Vermont por primera vez en 2012, quise volver a este lugar a través de la palabra escrita y dicho deseo se transformó en estas páginas que llevan por título Conversación en Perish Garden. Y sí, todos y todas alguna vez hemos perdido un espléndido paisaje vegetal al que, de una u otra manera, quisiéramos volver.

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Quizás en la manera frenética en que se fueron trazando las páginas. Usualmente, cualquier página me toma infinidad de tiempo. Un relato o un artículo, de tres o cinco páginas, me puede tomar meses. Sin embargo, en el caso de este libro, el ritmo acostumbrado se deshizo. Esa relación entre música y literatura, que se explaya en los diferentes capítulos del libro, la pude experimentar en carne propia al saltar del ordenador al piano, como si no hubiesen otros objetos sobre los cuales girar la mirada. Supongo que la repetición de pequeñas frases con las notas más graves y agudas del piano, me empujaban a que las páginas no se quedaran en blanco. En medio de mis merodeos por la amplitud del piano, he fallado cientos de veces en la interpretación de una antigua melodía, pero eso me ha llevado al bello encuentro con creaciones sin nombre y que puedo considerar de cosecha propia. Al momento de escribir, puede surgir un escenario con cierto grado de similitud, pues al intentar recobrar una vieja historia, nos podemos cruzar, a medida que el intento de reescritura avanza, con un relato con otra sonoridad y otros matices. En nuestra lengua, -y no son pocas las veces en que esto ha sucedido- hemos visto cómo pequeños cuentos llegan a transformarse en novelas. De igual manara, se podría hablar de una tradición de textos que fueron proyectados como un gran tapiz novelístico o inicialmente tuvieron toda la cara de llegar a ser una novela y que hoy día son conocidos como cuentos o relatos largos.

Otra fuerza del libro acaso esté en su diversidad de estilos y registros. La primera parte está escrita en tercera persona. En la segunda damos paso al género epistolar. En la tercera se abre el telón de una entrevista. Y la cuarta y última parte, es un diario fechado a finales del año 2026. Una tercera fortaleza del libro quizás estriba en cierta resistencia a no dejarse arrastrar por la rapidez ni la lentitud. El libro tardó tres semanas en escribirse, poco más de tres años en llegar a ser acogido por una editorial y posiblemente —y esto si queremos pecar de un desmedido optimismo, claro está—, en cuestión de tres décadas, sea leído por algún viajero que decide volver a Vermont.

¿Qué quieres transmitir a través de este libro?

La voluntad de dialogar con ciertas ausencias, con las atmósferas, los aromas, los paisajes, los sonidos, las personas,  y las versiones de nosotros mismos que vamos perdiendo en el camino. Dicho esto, pienso que pude encabezar esta respuesta con una cita de Silvina Ocampo, con unas palabras de ese grandioso cuento que es Fragmentos del Libro invisible. En esas páginas, decía Ocampo unas palabras que prefiguran mi respuesta: Creo en un número incalculable de dioses que moran en el sonido, en la forma, en el color, en la fragancia.

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

No sé si posea una trayectoria como escritor. Sin embargo, soy alguien completamente incapaz de vivir sin libros a su alrededor. Aquí me gustaría volver sobre una idea, que creo que es de Borges, en la que aludía a los libros como extensiones del cuerpo humano. Puede que yo no vuelva a caminar por las calles de Madrid, Barcelona o Alcalá de Henares, pero el hecho de que pueda publicar un libro en España, me brinda la posibilidad de estar presente en tierras españolas una vez más. Hacer acto de presencia a través de un manuscrito. Es el lado fantástico de las letras o de la música. Cuando quiero recordar ciertas vivencias en España, lo que suelo hacer es sacar de la funda un ukelele Ortega que conseguí hace varios años en una de las sedes de la Unión Musical Española y tras interpretar un par de melodías, un trozo de España vuelve a estar presente en mi habitación. Sencillamente, soy alguien que lee y que sabe perfectamente que nunca podrá escribir libros con la lucidez y la belleza de un Albert Camus, un Italo Calvino, una Irene Némirovsky o una Simone de Beauvoir. 

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Por ahora, leer la correspondencia entre Joseph Roth y Stefan Zweig  y quizás intentar publicar una pequeña colección de cuentos que lleva por título Antología de Simona y Teddy.

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